Los "best-seller"

Curiosos los superventas de esta feria: un termómetro, seguramente, de la cantidad y calidad intelectual del país, de sus preocupaciones más urgentes, de muchas ilusiones colectivas que se privatizan en la hora íntima de la lectura. Un índice que no está hecho para esta época de libertades, pero que, sin duda, los sociólogos tendrán que hacer cualquier día.Por supuesto, el primer puesto en las listas -el mismo que durante semanas ha señalado el Blanco y Negro- lo ocupa Vizcaíno Casas, con esa nostalgia tan particular suya, y ese libro-milagro que materializa el imposible... Y ...

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Curiosos los superventas de esta feria: un termómetro, seguramente, de la cantidad y calidad intelectual del país, de sus preocupaciones más urgentes, de muchas ilusiones colectivas que se privatizan en la hora íntima de la lectura. Un índice que no está hecho para esta época de libertades, pero que, sin duda, los sociólogos tendrán que hacer cualquier día.Por supuesto, el primer puesto en las listas -el mismo que durante semanas ha señalado el Blanco y Negro- lo ocupa Vizcaíno Casas, con esa nostalgia tan particular suya, y ese libro-milagro que materializa el imposible... Y al tercer año resucitó. (Planeta) .«No se os puede dejar solos», rezaron las paredes de la derecha. Y ahora, como la derecha es irreverente, no se nos deja solos: Franco se convierte en un Cristo algo demorado en la muestra de su divinidad, y el resto de la escena política -incluidas las más altas instancias-, en un cielo de querubines, santos y demonios (no hay por qué decir nombres) perplejos y estúpidos. El best-seller de Vizcaíno Casas conjura al cuerpo santo, en un último exorcismo para una última labor salvadora, esta vez garantizada la eternidad del trabajo. La vuelta de Franco será, como en los terrores de la infancia, para siempre, siempre, siempre. Sólo que el libro está cargado de sal gruesa, sólo que está lleno de tópicos, sólo que no hay un solo personaje de carne, ni una sola historia que no toque el carnaval. Sólo que, en esta escritura presurosa -demasiado presurosa- únicamente se ven dos realidades: ese sentido de la oportunidad tan propio, que hace escribir tan deprisa, y la nostalgia. La infinita nostalgia.

Los españolitos siguen queriendo ver España. De otro lado, los best-seller de la feria se refieren a la maldición de España, por ejemplo, la escrita de modo maestro por Juan Goytisolo: su Juan sin Tierra y su Reivindicación del conde don Julián, otra lectura -y sobre todo, otra escritura- desde otro lado, desde otro más allá que esta vez va de tempo lento, de escritura para rato. Con carne, hasta las heces, y esqueleto.

Más España en las listas: Los felices cuarenta- Una educación sentimental, de Bárbara P. Solomón, que, pese a ser de los que más vendían, se negó a firmar en la caseta de la Seix-Barral, que se está convirtiendo, según ella, «en un club catalán». Allí, en sus memorias de una joven americana, capítulos de los primeros años vistos con ojos extranjeros y un humor de mujer insólita. La misma época, de otra manera, en otro superclase: Si te dicen que caí, de Juan Marsé, y de la misma editorial. Y puestos a vender, vende -seguro que todos no lo habíamos leído, contra lo dicho y lo escrito- El tambor de hojalata, de Günter Grass (Alfaguara-Bruguera), que si no es España sí es historia, pasada, con suerte, para siempre.

En suma, las preferencias han estado claras. Novela, antes que otra cosa, y país antes que nada. Luego ya viene la política, para elegir el libro, y el gusto literario. Pero de colores nada está escrito.

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