La política de Carter sobre derechos humanos no satisface al Congreso

La cruzada de Jimmy Carter a favor de los derechos humanos en el mundo, tan aireada por el Gobierno norteamericano como uno de sus objetivos básicos en Política exterior, ha conseguido algo que parecía imposible: provocar simultáneamente las iras de los sectores liberales y conservadores del Congreso.El subcomité de relaciones internacionales de la Cámara de Representantes celebró ayer una sesión abierta para discutir la política de derechos humanos emprendida por el poder ejecutivo. Durante varias horas, la Administración Carter sufrió el fuego cruzado de los congresistas conservadores, qu...

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La cruzada de Jimmy Carter a favor de los derechos humanos en el mundo, tan aireada por el Gobierno norteamericano como uno de sus objetivos básicos en Política exterior, ha conseguido algo que parecía imposible: provocar simultáneamente las iras de los sectores liberales y conservadores del Congreso.El subcomité de relaciones internacionales de la Cámara de Representantes celebró ayer una sesión abierta para discutir la política de derechos humanos emprendida por el poder ejecutivo. Durante varias horas, la Administración Carter sufrió el fuego cruzado de los congresistas conservadores, que la acusan de poner demasiado celo en dicha política, y de los representantes liberales, que critican la excesiva timidez con que actúa el Gobierno en la defensa de los derechos básicos del hombre.

Mark Schneider, un alto funcionario del Departamento de Estado encargado de desarrollar esta política, testificó ante el subcomité del Congreso y dijo que uno de los logros de la cruzada pro derechos humanos había sido la liberación de prisioneros políticos en una docena de países. «Por primera vez estamos viendo a algunos Gobiernos sopesar los riesgos de la represión».

El representante del Departamento de Estado enumeró otros éxitos de la política pro derechos humanos emprendida por Washington, como el levantamiento del estado de sitio en Nicaragua y El Salvador, la admisión de un comité de la Cruz Roja Internacional para inspeccionar las cárceles en Indonesia, Haití e Irán y la celebración, por primera vez, de juicios públicos por delitos políticos en dos países no identificados. «Es sólo un comienzo y en algunos casos, una operación de cosmética para evitar presiones exteriores», reconoció Schneider.

Para el congresista ultraconservador Edward Derwinski, la Administración Carter ignora las violaciones de los derechos humanos que tienen lugar bajo regímenes izquierdistas y sólo critica a los que son decididamente anticomunistas. «¿Por qué abrazamos ahora a Cuba y rechazamos a un viejo aliado como Argentina?», se preguntó el representante republicano que se maravilló de que el anticomunismo no fuera ya una componente esencial de la política exterior de Washington.

Una opinión muy diferente expresó el representante demócrata Leo Ryan, que calificó de «hipócrita» la política pro derechos humanos de Carter y acusó al Gobierno de tomar acciones de éxito interno asegurado como protestar por la situación de los judíos en la URSS, mientras sólo manifiesta una suave desaprobación por las violaciones de los derechos del hombre en países aliados,como Chile, Filipinas o Corea del Sur.

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