Crítica:

Hoy, estreno definitivo de "El cementerio...", de Arrabal

Hoy se estrella, por fin, El cementerio de automóviles, un montaje de varias obras del controvertido autor español, en el exilio, Fernando Arrabal. Producida por Corral de Comedias y dirigida por Víctor García.

En el espectáculo que veremos sé han relacionado en un solo espacio escénico —el que ofrecía El cementerio de automóviles— otros tres textos de Arrabal: Oración, Primera Comunión y Los dos verdugos, aprovechando —según dijo Víctor García a EL PAÍS— esos lugares poéticos comunes, esa sensibilidad de autor, indudable en todo lo de Arrabal, y ha...

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Hoy se estrella, por fin, El cementerio de automóviles, un montaje de varias obras del controvertido autor español, en el exilio, Fernando Arrabal. Producida por Corral de Comedias y dirigida por Víctor García.

En el espectáculo que veremos sé han relacionado en un solo espacio escénico —el que ofrecía El cementerio de automóviles— otros tres textos de Arrabal: Oración, Primera Comunión y Los dos verdugos, aprovechando —según dijo Víctor García a EL PAÍS— esos lugares poéticos comunes, esa sensibilidad de autor, indudable en todo lo de Arrabal, y hasta las obsesiones que cruzan su obra y lo separan del teatro del absurdo como se entiende en Europa. Hasta los personajes —decía el director— parecían los mismos, decían las mismas palabras.

Por otra parte, la ruina general en que se mueven los personajes de El cementerio… y que se presenta de manera plástica e inmediata al espectador, con ese escándalo de viejos coches suspendidos, entre los cuales parece que volarán los actores, es una parábola válida para el resto de las obras, para el total de la concepción del mundo de Arrabal. El cementerio… y sus habitantes locos es ni más ni menos que la sociedad esta en que estamos, la gran ciudad, el lenguaje torcido que apenas llega a expresar. El conflicto permanente entre la lucidez y la estupidez circundante. La estupidez como institución, que es ese residuo viscoso de nuestro mundo. Y la competencia delirante, que nos lo parece más en esos personajillos alucinados y radicalmente pobres, pero que es, en esencia, la misma —y poco hay que cambiar de los objetivos— que desangra cotidianamente al personal.

Hay nervios a la hora de este estreno en que todos se juegan tanto, a nivel profesional. Desde Arrabal, aunque su prestigio mundial esté asegurado, hasta la primera actriz, Victoria Vera, pasando por el resto de los actores, y el productor, con una inversión considerable. Y el director, posiblemente más que nadie, después de la frustración de Los dos verdugos, prohibida, y el éxito dudoso de Divinas palabras. Dominar ese escenario, moverse con libertad, improvisar, dar esos registros que el 'texto exige, desde los momentos más líricos hasta esos otros de una crueldad inquietante y una violencia sobrecogedora, son las dificultades que confesaron los actores a EL PAÍS. La respuesta del público español, que para este teatro está sin hacer, es otra incógnita, que en este país de sorpresas puede romper el tópico.

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