Tribuna:

Un gesto discreto y distinguido...

Los soviéticos han recibido a Luis Corvalán con distinción y discreción. El líder comunista chileno, recientemente canjeado, no asistió al fastuoso cumpleaños del camarada Brejnev, pero fue recibido después por el líder soviético.Ahora, la pregunta que se hacen todos es, por qué la Unión Soviética decidió jugarse el todo por el todo y aceptar el canje propuesto por el general Pinochet. Desde luego que en las zonas templadas del comunismo europeo, semejante iniciativa ha sido condenada en todos los tonos. Pero ¿sucederá lo mismo entre las élites leninistas de los PC latinoamericanos, fieles ser...

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Los soviéticos han recibido a Luis Corvalán con distinción y discreción. El líder comunista chileno, recientemente canjeado, no asistió al fastuoso cumpleaños del camarada Brejnev, pero fue recibido después por el líder soviético.Ahora, la pregunta que se hacen todos es, por qué la Unión Soviética decidió jugarse el todo por el todo y aceptar el canje propuesto por el general Pinochet. Desde luego que en las zonas templadas del comunismo europeo, semejante iniciativa ha sido condenada en todos los tonos. Pero ¿sucederá lo mismo entre las élites leninistas de los PC latinoamericanos, fieles servidores de la política de Moscú, incluso contra las tesis otrora foquistas de los cubanos?

Todo lleva a creer que Brejnev con el canje de Corvalán quiso hacer un gesto de hondo significado, dedicado, sobre todo, a los vejestorios comunistas que manejan los PC del subcontinente y cuya sinuosa política (ahí está el caso del PC argentino que apoya a la dictadura militar de Videla con argumentos que rozan el surrealismo) les ha ido separando de las masas populares. «Moscú no abandona a sus hombres», podría ser la leyenda salida del canje.

Pero las intenciones de la Unión Soviética podrían ir más allá. El encarcelamiento de Corvalán era un obstáculo permanente para la normalización de las relaciones soviéticas con los regímenes militares de Brasil. Uruguay, Bolivia, Perú y Ecuador. Se trataría de convencer a los comunistas autóctonos (como sucedió en Perú durante el mandato de Velasco Alvarado y sucede ahora en Arqentina) de que los regímenes castrenses no son tan malos como aparentan y que hay posibilidad de conducirlos hacia posiciones nacionalistas revolucionarias. Sólo la nueva política de Carter para América latina, más liberal y comprensiva, podría frustrar estos planes.

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