Reportaje:

Escritores en España: asociarse o seguir marginados

Un oficio indefenso y castigado en busca de su identidad profesional

La situación de los escritores españoles es de indefensión. Un sector castigado desde todas partes. La primera, la censura estatal, que, disfrazada muchas veces de autocensura, corta esa primera fase de producción del libro que es la creación. Y luego, en la producción misma del libro, una legislación ambigua, que no precisa los límites de encuentro y beneficios entre el autor del texto y sus productores materiales. Mientras las relaciones laborales entre el editor y los impresores, distribuidores y vendedores están claras, el autor vive en la ambigüedad. Y mientras estos sectores cuent...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La situación de los escritores españoles es de indefensión. Un sector castigado desde todas partes. La primera, la censura estatal, que, disfrazada muchas veces de autocensura, corta esa primera fase de producción del libro que es la creación. Y luego, en la producción misma del libro, una legislación ambigua, que no precisa los límites de encuentro y beneficios entre el autor del texto y sus productores materiales. Mientras las relaciones laborales entre el editor y los impresores, distribuidores y vendedores están claras, el autor vive en la ambigüedad. Y mientras estos sectores cuentan con una legislación sindical, el autor, como tal, viene a ser considerado como un ser desprofesionalizado, un trabajador de domingo o un lujo social.El resultado, en concreto, se ve en la multiplicación de ediciones piratas, que son del dominio público, y que resultan de la falta de control, obligatorio y legislado, de las tiradas. En la formulación ambigua de estos contratos leoninos, en los que el editor se lleva la parte del león. Y en la indefensión ante su incumplimiento. La situación predemocrática española ha puesto de nuevo en la palestra una situación que se estaba estancando.

De nuevo está a la orden del día la necesidad de concreción de esa ley del libro promulgada en marzo del 75, y que todavía carece de las reglamentaciones necesarias para su puesta en marcha real. Y de nuevo, también, se plantea el viejo tema de la asociación de los escritores, de su unión en un organismo de tipo sindical -y las opciones son varias- y legalmente reconocido, tanto por el Estado, y los organismos competentes en la política del libro, como por los editores. En este momento, desde la aludida ley del libro, que concreta a este sector la de prensa e imprenta de 1966 -y otras disposiciones- la edición, publicación y venta de libros depende del Ministerio de Información y Turismo, en sus diversos organismos, y particularmente, del INLE, Instituto Nacional del Libro Español. Pues bien, en esta última institución, los autores no tienen representación colegiada. Ni en la Sociedad de Autores, que se ocupa de gestionar los derechos de autor del resto de los sectores creados con derechos de publicación y reproducción -música, espectáculos...- pero del que la sección de escritores desapareció hace ya tiempo. Clubs internacionales, como el PEN, no existen todavía en España, y la vieja Sociedad de Escritores y Artistas Españoles, de la que depende la Mutualidad, y que preside el marqués de Lozoya, se considera enquistada e inoperante a los efectos puramente profesionales.

Restaurar el PEN Club

El último presidente del PEN Club español fue Azorín, y desde entonces han pasado los cuarenta años de franquismo. El PEN, un club internacional de escritores -en sus siglas inglesas caben poetas y autores teatrales, narradores y ensayistas- se organiza por secciones nacionales, con amplia independencia, y una relación internacional dada por la presidencia y la unión de los distintos clubs. Los principios fundacionales del PEN internacional se concretan en las cartas de cada sociedad nacional y en sus estatutos, y en general, en todos, se pretende la interrelación entre los escritores de los distintos países en simposiums y congresos, y su defensa, que se hace más importante en aquellos países en que no existen las libertades cívicas. Así el PEN Club ha intervenido en todos los casos en que los escritores han sido perseguidos, encarcelados o censurados.En España, después de su supresión tras la guerra civil, el PEN ha constituido de algún modo, una pretensión de muchos escritores españoles. Alrededor de 1962, en aquellos días de reconstrucción de los grupos intelectuales, y cuando era presidente Pierre Emmanuel, se solicitó. José Luis Cano, que entonces fue, como ahora, uno de los promotores varias veces invitados a los congresos internacionales, recuerda para EL PAIS, las idas y venidas, los trámites infinitos y la negativa final, bajo sospecha de subversión. «Fíjate, el PEN, tan burgués, tan pacífico y tan inglés. Recuerda también que el PEN intervino en dos ocasiones al menos: una, cuando detuvieron a Luis Goytisolo. Otra, enviando observadores y protestando por la detención de Luciano Rincón.

El actual presidente del PEN, Mario Vargas Llosa. está personalmente interesado en la organización del español. Y el hecho de una presidencia de nuestra lengua, y las actuales circunstancias políticas, que pueden propiciar el resurgir de estas organizaciones, han aglutinado a un buen número de intelectuales en torno al proyecto de su reconstrucción. Caballero Bonald, Gabriel y Galán, Camilo José Cela, Juan G. Hortelano, César Alonso de los Ríos, J. Armas Marcelo, Javier Alfaya, José Luis Cano, Pepe Esteban... son algunos nombres, actualmente interesados en él.

Con casi todos ellos habló EL PAIS. La opinión general es que el PEN puede convertirse en la asociación profesional que necesitarnos, «un organismo de relación y defensa de los profesionales a la escritura, abierto y democrático, que intervenga no sólo en lo que se refiere a los ataques a la libertad de expresión sino también en cuanto a la defensa de los intereses profesionales del escritor.»

Los «derechos», el copyright y sus límites, los contratos, y en general, toda esa situación de indefensión». La situación actual es de formación. Ha sido creada una comisión gestora provisional, en la que están los nombrados y algunos más, y se está redactando los estatutos. Para el comité de honor suenan los nombres de Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego... y para la presidencia ejecutiva, Caballero Bonald, Valverde, José Luis Cano y alguno más.

Un gemen de sindicato: la "Asociación de Escritores Libres"

Para otro sector de escritores, el PEN no es bastante. La propuesta es la de una Asociación de Escritores Libres, una verdadera asociación casi sindical, con intervención directa y reconocida oficialmente como tal, y con una representación corporativa en el INLE. Angel María de Lera, Daniel Suciro, Gregorio Gallego son algunos de sus adalides. Según el señor Lera, se trata de «constituir una asociación de escritores libre, independiente, que tenga por objeto la defensa de sus intereses y les represente a todos los efectos».Gregorio Gallego añade que «debe ser la base para su intervención en la sociedad, partiendo de la base de que somos trabajadores y en consecuencia, con muchas cosas que decir» y ambos, que le consideran compatible con el PEN Club, y otras organizaciones de escritores, creen que éste es el idóneo para velar por la seguridad del escritor, paralelamente a la Mutualidad de escritores, ante el estado y ante los editores. Así mismo, esta organización -que sería el germen de un sindicato- entraría en contacto con el resto de las asociaciones y sindicatos internacionales, y en la situación actual, se propondría intervenir en la elaboración del reglamento sobre la ley del Libro, que el INLE ha de hacer, porque es una necesidad perentoria. En este momento la Asociación de escritores libres está en fase de formación, redacción de estatutos y solicitud de permiso.

Los editores, de acuerdo con las asociaciones de autores

El enemigo malo en este caso son los editores, los que producen materialmente el libro, y a los que la vigente ley deja en una libertad, en cuanto a contratación y derechos, control etcétera, digna de mejor causa.Pero su voz cuenta en esto. EL PAIS se ha puesto en contacto con algunos de ellos y les ha preguntado qué opinan sobre una asociación de escritores, sea cual sea, destinada al fin y al cabo, a recortar los fueros editoriales.

Ramón Akal manifestó que «estaría completamente de acuerdo con una hipotética asociación con la que negociar; su papel sin duda sería el de controlar la tirada, que es una necesidad objetiva, y obligar a respetar la contractualidad a todos los niveles. Además, los autores deben tener una forma de control sobre la editorial. En cuanto a la ley del Libro lo cierto es que beneficia directamente a los editores y no es muy justo. En eso se nota que no han intervenido los autores -nosostros tampoco, pero en fin- en su redacción. Se impone la elaboración de una ley del Libro plenamente democrática».

Manolo Padorno. de Taller de Ediciones J. B., dijo a EL PAIS que «la situación actual de los autores responde a la cultura del país».

Refiriéndose a los problemas económicos de las editoriales, que «a veces fuerzan comportamientos un tanto complejos», dijo que «ha pesado demasiado el que en cuarenta años hayamos tenido cerrado el mercado de traducciones al extranjero, donde no interesaban unas ficciones españolas mutiladas por la censura». En este sentido, añadió, «la feria de Frankfurt de este año ha supuesto un despegue. En este campo, la situación política predemocrática nos beneficia abiertamente». Añadió que, en su caso, había podido hacer varios intercambios de traducción, en concreto con tres jóvenes autores rusos de vanguardia.

Por último, José Porrúa, de la editorial Porrúa, dijo que «los autores no aprovechan al máximo la legalidad. El INLE da unos contratos base, mejores que los usuales y tiene previsto el control. Lo que pasa es que no se solicita». El problema, siguió diciendo, «es más grave que todo esto. Mientras el libro sea un instrumento cultural tan poco beneficiado por el Estado, la situación del autor será difícil». Tanto él como Padorno se mostraron de acuerdo en la necesidad de asociaciones de escritores, que beneficiarían la marcha normal de las relaciones entre los dos sectores de producción del libro.

Aranguren, presidente del PEN Club

La comisión gestora del PEN Club de escritores de habla castellana ha elegido anoche a José L. Aranguren como presidente del PEN Club. Ocupan la vicepresidencia José Luis Cano y José Manuel Caballero Bonald, y como secretario general, Jaime Salinas.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En