Los maestros del ‘plano conjunto’ que gestaron la eclosión del cine en euskera
El colectivo Moriarti cumple 25 años produciendo cine en lengua vasca con proyección internacional
“Sí, somos amigos y, aunque suene hortera, casi familia”, coinciden Asier Acha, Aitor Arregi, Xabier Berzosa, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga. Su vínculo encarna el sentido profundo de harremana, esa palabra en euskera que significa relación y funde hartu (recibir) y eman (dar). Sin ese vaivén constante, ninguna relación se sostiene y, mucho menos, una tan creativa, coral y exigente como la que une a los cinco integrantes de ...
“Sí, somos amigos y, aunque suene hortera, casi familia”, coinciden Asier Acha, Aitor Arregi, Xabier Berzosa, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga. Su vínculo encarna el sentido profundo de harremana, esa palabra en euskera que significa relación y funde hartu (recibir) y eman (dar). Sin ese vaivén constante, ninguna relación se sostiene y, mucho menos, una tan creativa, coral y exigente como la que une a los cinco integrantes de los Moriarti, la productora vasca que ha catapultado el cine en euskera al panorama internacional.
Esta “cuadrilla de amigos” —como se definen buscando el término medio entre lo íntimo y lo profesional— celebra ya 25 años de andadura conjunta. Se conocieron en 1999, se organizaron como grupo creativo en 2000 y, un año después, dieron forma legal a la compañía. Desde entonces, han estado detrás de algunos de los títulos más reconocidos rodados en euskera. Ahora, acaban de estrenar Maspalomas, su nueva película.
“Nuestra seña de identidad es el espíritu colaborativo. Las ideas parten de uno, pero pronto se convierten en un proyecto colectivo. Todas nuestras películas más importantes han sido codirigidas entre dos o tres personas”, subraya Jon Garaño, quien firmó Loreak (2014) junto con Jose Mari Goenaga; Handia (2017) con Aitor Arregi; y La trinchera infinita (2019) y la serie Cristóbal Balenciaga (2024) con ambos. “Eso es, quizá, lo que nos hace más especiales”, añade. Goenaga remata entre risas: “Cada uno va profundizando en sus propias filias, fobias o fijaciones”.
En este cuarto de siglo, su sello ha evolucionado. “Al principio, queríamos apoyarnos mutuamente para sacar adelante proyectos puntuales. Luego, los roles se han ido personalizando y profesionalizando. Queríamos ser una productora de cine desde Donostia”, recuerda Xabier Berzosa, desde sus oficinas en la capital guipuzcoana.
La evolución ha sido visible tanto en lo técnico —con producciones cada vez “más ambiciosas”— como en lo temático, abordando asuntos “más arriesgados”: desde enfrentamientos de la ficción con la realidad o reflexiones sobre las relaciones de uno mismo con el entorno. “Antes hubiese costado mucho más financiar ciertos proyectos”, reconoce Berzosa.
El punto de inflexión del recorrido de los Moriarti se produjo con Loreak. La primera película en euskera candidata al Goya a mejor película y seleccionada para representar a España en los Oscar “rompió expectativas” para sus creadores. “Demostró que el cine en euskera no estaba limitado, que podía llegar a festivales y a plataformas”. A partir de este hito, la industria cinematográfica vasca recibió un empujón, aunque estos frutos son compartidos, rememoran los Moriarti en conversación con EL PAÍS: “Cineastas como Telmo Esnal o Asier Altuna llevan años produciendo y dirigiendo en euskera. El mérito es muy compartido”.
Referentes en el cine en euskera
La eclosión del cine vasco contemporáneo también debe mucho al programa de cortometrajes Kimuak, impulsado en 1998 por el Gobierno vasco. Fruto de esta iniciativa para promocionar pequeñas piezas en el extranjero, se forjó una generación en la que destacan los propios Moriarti, pero también otros nombres importantes como Borja Cobeaga, Diego San José, Luiso Berdejo o Nacho Vigalondo. En los últimos años, el papel de la televisión pública vasca (ETB) se ha sumado a la hora de financiar y promocionar trabajos audiovisuales.
“El papel de los Moriarti como referente es fundamental”, destaca José Luis Rebordinos. El actual director del Festival Internacional de Cine de San Sebastián (SSIFF) desgrana las claves del “éxito” del quinteto guipuzcoano desde el certamen de Cannes. “La primera es que son buenos directores”, destaca el máximo responsable del Zinemaldia, que lleva 14 años en el cargo y lo dejará el próximo. “Te pueden gustar más o menos, pero están bien hechas ya que eligen muy bien los temas. Tienen un buen estándar de calidad”, apostilla.
El segundo gran acierto, dice Rebordinos, es su manera de rodar. “Junto con Irusoin [la productora con la que colaboran estrechamente y que está detrás de éxitos como Aupa Etxebeste! (2005)] forman un equipo sólido y muy bien compenetrado.”
Lo confirma el actor Eneko Sagardoy, que interpretó al gigante de Handia, papel por el que ganó el Goya al mejor actor revelación. “Recuerdo los constantes debates entre los directores Aitor y Jon. En el momento de rodar, me venía uno de ellos y me decía: ‘El otro te ha pedido A, pero ahora olvídalo y haz B’. Lejos de ser un confrontamiento, tenían la capacidad de transmitirte que todo eso formaba parte de lo que querían ambos”, relata este actor en el que aún “resuenan” sus consejos.
Los propios Morarti identifican esta forma de trabajo: “En rodaje, normalmente uno de nosotros lleva la voz cantante con los actores, pero si hay otra visión, otro puede proponer una nueva toma con un enfoque distinto. De hecho, no es raro que en montaje alguien defienda lo opuesto a lo que defendió en rodaje. Forma parte natural del proceso”. De esta forma, consiguen que sus obras “tengan voz propia”, más allá de la suma de sus nombres. “Muestra una humildad básicamente increíble”, agrega Sagardoy.
Esa humildad, precisamente, es el tercero de los pilares que destaca Rebordinos: “No es fácil encontrar la humildad en otros directores. Muchos jóvenes españoles pueden ser muy buenos, pero tienen mucha arrogancia. Y estos, con varios certámenes internacionales a sus espaldas, siguen siendo humildes. El conjunto de todo hace que su obra sea importante y muy bien recibida”.
Estilo detallista
Lo que más les define como directores y productores es su capacidad de observación. “Son más que detallistas, quirúrgicos”, detalla Sagardoy. “Siempre buscan lo trascendente y lo profundo. Por eso, son muy buenos en dar oportunidades a todos los personajes de ficción y en evitar juicios superficiales. Cuando terminaba de rodar, me iba a casa muy a gusto”.
La cuarta clave toca su estilo. “Su estilo apuesta por un cine clásico y narrativo, con guiones sólidos y estructuras tradicionales: principio, desarrollo y final. Es un cine emocional, cálido, que busca tocar al espectador más que impresionar a la crítica y cosechar premios”, resume Rebordinos.
“Handia me cambió la vida. Hoy en día, vivo de esa película y la gente me lo recuerda casi una década después. No me puedo sentir más orgulloso”, sostiene el actor natural de Durango. “Creo que son una gran referencia para muchísimas generaciones de cineastas vascos y de otras partes de España”, valora Sagardoy. En el caso de Euskadi, su valor aumenta para Rebordinos: “Para una cinematografía pequeña como la nuestra es importante tener referentes y que las nuevas generaciones sepan que se puede triunfar desde lo local”.
El nombre de los Moriarti ya figura en los dosieres de una nueva generación que se está gestando en el centro de cultura contemporánea de San Sebastián Tabakalera, que alberga las oficinas del Zinemaldia, la Filmoteca Vasca o el Instituto Etxepare. Esta residencia de proyectos, junto con la escuela de cine, hará que el cine vasco siga evolucionando, aumente la presencia de las mujeres y mire mucho más al exterior. “Este microcosmos tabakalero va a dar que hablar los próximos años”, augura Rebordinos.