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Las nuevas puertas de la catedral de Burgos, de Antonio López, gustan pero dividen sobre su ubicación: “Habrá que verlas en su lugar”

Cerca de siete mil visitantes han acudido al museo catedralicio desde el domingo para descubrir la obra a la espera de su emplazamiento definitivo

Este jueves había corrillos en la plaza del Rey San Fernando, a los pies de la imponente catedral de Burgos. Algunas personas preguntaban dónde y cómo se podían ver las nuevas puertas del templo, obra de ...

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Este jueves había corrillos en la plaza del Rey San Fernando, a los pies de la imponente catedral de Burgos. Algunas personas preguntaban dónde y cómo se podían ver las nuevas puertas del templo, obra de Antonio López. Alguien respondía: “Suba las escaleras de esa fachada lateral, no pague nada, y acceda al museo para contemplar los tres accesos de bronce de ubicación prevista en la fachada de Santa María”. Una fachada paralizada por los pulsos del Cabildo con los organismos patrimoniales que recelan del encaje de las nuevas puertas en ese conjunto gótico. Un sondeo entre quienes lo visitan revela cierta uniformidad sobre la belleza de la creación de López, pero también muchas dudas sobre cómo quedarían en el emplazamiento planteado. “Habrá que verlas en su lugar”, se repite, mientras la entidad religiosa reivindica “una catedral viva” y sujeta a renovaciones como las acometidas históricamente.

El vicario de la catedral de Burgos, Carlos Izquierdo, ha escuchado de todo desde que el pasado domingo empezaran a exhibirse dentro del templo, tras su presentación oficial el día antes con la presencia de Antonio López. Hasta mediodía de este jueves se habían acercado a contemplarlas casi 7.000 personas. El Cabildo decidió exponerlas ante la polémica suscitada desde que en 2021 anunció el proyecto, con un coste de 1,2 millones.

Los visitantes observan entre cuchicheos las puertas, algunos con las manos a la espalda y otros apuntando con la cámara del móvil. Izquierdo muestra la de la izquierda, evocación de la Anunciación y una Virgen con el rostro de una de las hijas del autor; a la derecha, la encarnación de un tierno Jesucristo; en el centro, insinuado, bosquejado, más perceptible de lejos que de cerca, el rostro de Dios, en cuya parte inferior del conjunto se lee “Y vio Dios que todo era bueno”, aunque con un matiz: una serpiente envuelve a un cordero.

La división de opiniones y sus matices la expresan los burgaleses José Antonio García y Ángela Sánchez, de 56 y 61 años. Él aprueba sin reservas tanto las puertas como que se instalen en el lugar de las actuales, de olmo negro del siglo XVIII, y por tanto no originales en una catedral que empezó a edificarse en el XIII y ha ido incorporando elementos y ornamentos de otras épocas, a veces por necesidad como cuando se derrumbó la aguja central y otras por decisiones técnicas. “Con el tiempo se verán incluso más bonitas, van a realzar la fachada, no estamos acostumbrados a ver las cosas fuera de su contexto, una catedral la sueles asociar a puertas de madera y seguro que gana en visitantes tanto por ella misma como por las puertas”, augura él, mientras ella enarca las cejas: “No es que no me gusten, pero no las veo en el lugar de las puertas, para visitarlas en el museo están muy bien, pero no las visualizo puestas”.

Algo parecido cree el dúo barcelonés de Marisol Sáez y Sebastián Sánchez, de visita en Burgos, tras contemplar el resultado de seis años de trabajos de Antonio López. “Estamos abrumados por la catedral, se explica muy bien el proceso de la obra, pero es un contraste con algo tan antiguo, gótico… puestas no sé cómo quedarán: será difícil integrarlo y me parece un contraste exagerado”, sostiene Sánchez, mientras Sáez sentencia: “No va a pasar desapercibido, es un contraste muy bestia…”.

Las conversaciones se elevan. Hay quien saca a colación que en el también templo gótico de Colonia (Alemania) hay puertas de cristal, otras voces recuerdan que en la genuina Florencia (Italia) también se han efectuado renovaciones. María Jesús Domingo, de 68 años, añade la clave del asunto: “Hacen falta los permisos, otra cosa es que lo dejen”. Permisos denegados hasta la fecha por Patrimonio de la Junta de Castilla y León y por entidades artísticas internacionales reacias a las nuevas puertas por entender que rompen con la estética y linealidad de la fachada. Tras ser interrumpida y dar instrucciones a un hombre de cómo llegar a las puertas, Domingo zanja: “Son bonitas, impresionantes, pero no sé yo qué tal quedarán, vistas son muy bonitas pero encajadas quizá un churro”.

“Nadie se ha atrevido a hacer a Dios de esta manera”, desgrana Izquierdo, y reitera que la obra bebe de sus tiempos y presenta simbolismos y espiritualidades “mundanas, cotidianas”, con un joven Adán en vaqueros y una Eva con calzado cómodo. “Nada de angelotes, nada de grandes cruces, nada de desnudos evocativos como los que se encuentran por la catedral en sus componentes de distintas fases”, apunta el vicario, que apelan al Renacimiento de las sublimes escaleras de Diego de Siloé o a los añadidos neoclásicos repartidos por esta joya considerada Patrimonio de la Humanidad desde 1984. El vicario destaca que la acogida entre los asistentes es favorable, pero que quienes reniegan ni siquiera han acudido a verlas.

Un hombre ciego disfruta de la obra. Sus manos acarician los relieves de las puertas, despacio, arriba y abajo, deteniéndose en las facciones de ese infante bendito, palpando luego la barbilla del Señor, rozando con sus yemas los árboles de los jardines que sirven como transición del triple conjunto, los dedos descubriendo que debajo del rostro de Dios hay ondulaciones en forma del mar, con peces como símbolo de la creación. “¡El niño es chato!”, considera el hombre, para luego expresarse con una sonrisa mientras se toca la sien derecha con la mano que durante minutos ha leído las puertas de Antonio López: “Lo he disfrutado mucho, las llevaré siempre en la cabeza. A ver si no somos tan brutos y las ponemos. En el museo del Louvre (París) pusieron esa pirámide de cristal, cómo no vamos a poner nosotros las puertas”.

María Cruz Estébanez, de 68 años, sale contenta. Hace alguna observación sobre unas figuras de la puerta central pero, al margen de ello, insta a que pronto se instalen donde se previó: “Tiene detractores por lo moderno, pero le dará a la catedral un sello personal, su sitio es fuera, no tiene sentido cómo está expuesta”. Un grupo de turistas escucha sobre esa fachada de Santa María donde, quizá, pronto haya cambios. El guía rehúye de polémicas pero apunta: “Te embarcas en un proyecto de este dineral sin los permisos y…”. El grupo comienza a murmurar y asiente antes de envolverse en las bufandas y seguir caminando contra el entumecimiento mientras redoblan las campanas.

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