Álvaro Perdices: “Hoy ser de ultraderecha es lo más punki del mundo”
El artista madrileño retransmite en ‘streaming’ lo que ocurre en la iglesia de San Antón, un espacio abierto 24 horas al día para quien lo necesite
Hay muchas formas de ser artista y la que ha encontrado Álvaro Perdices, un especialista en capturar el esplendor y la ruina de momentos históricos, es muy particular. Este creador nacido en Madrid en 1971 ha instalado cámaras en la iglesia de San Antón de la capital para divulgar en streaming la realidad de migrantes...
Hay muchas formas de ser artista y la que ha encontrado Álvaro Perdices, un especialista en capturar el esplendor y la ruina de momentos históricos, es muy particular. Este creador nacido en Madrid en 1971 ha instalado cámaras en la iglesia de San Antón de la capital para divulgar en streaming la realidad de migrantes y gente necesitada que acude a este espacio abierto 24 horas al día a rezar o tomar algo caliente junto a una imponente obra de Goya que hoy pervive aquí en forma de copia. El resultado, Cordero social, forma parte de la exposición sobre el genio aragonés que se celebra en Bruselas. La realidad más invisible de Madrid se puede contemplar, así, en el corazón de Europa.
Preguntas. A otros les da por retransmitir partidos o juegos en streaming. Usted elige lo que ocurre en esta iglesia. ¿Por qué?
Respuesta. Mi material de trabajo es la historia, siempre voy al pasado para traer cosas al presente. Yo pasaba mucho por aquí, por este espacio que el padre Ángel tiene abierto en Madrid, y esta obra, La última comunión de San José de Calasanz, me hizo un clic porque es un cuadro activo y nos plantea algo interesante: la comunión de verdad sucede aquí, no solo con los almuerzos que ofrecen, sino porque muchísima gente con vidas frágiles encuentra aquí ese momento de luz, de tranquilidad.
P. La iglesia tiene carteles muy claros, por ejemplo: “Deja lo que puedas”. “Pida lo que necesite”. ¿Qué ha encontrado usted?
R. A personas para las que la calle es una selva y y aquí son acogidas. El objeto de mi pieza no era tanto mirar a esas personas sino la situación, lo que pasa aquí, en un barrio gentrificado, frente a un proyecto de hotel donde la noche va a costar 500 euros.
P. ¿No hay intrusión en su intimidad?
R. Poner unas cámaras de vigilancia no era algo que me apeteciera, pero lo planteé como una coreografía dentro de la propia cámara. Estas se mueven, hacen zoom, los protagonistas cambian siempre, no hay una pieza fija, ni una grabación. Se habló con ellos, con el padre Angel, y pusimos unas cartelas amplias donde explicamos el proyecto y cómo se está visibilizando en Bruselas. Se ha hecho con el máximo respeto. Quería olvidarme de mi creatividad y volcarla en él y en Mensajeros de la Paz. Me he convertido en mediador porque, como creador, te tienes que diluir.
P. Se ve en Bruselas y no en Madrid.
R. Cordero social está presente todos los días en Madrid, es un hecho visual y real, de carne y hueso, algo incómodo y kitsch a la vez. En Bruselas está filtrado por el lenguaje del arte, por Goya. A una exposición vamos a mirar. Pero la realidad que nos roza es más distante.
P. ¿Esta iglesia es una excepción en una Iglesia cerrada?
R. Es una excepción absoluta. Es una iglesia en acción, la gente viene a comer y desayunar por necesidad, es una comunión. Aquí hemos pasado del rito a la acción, a la realidad, y eso me parece muy relevante.
P. ¿Madrid es lugar de acogida o de exclusión?
R. Siempre fue lugar de acogida, pero cada vez es más hostil.
P. ¿Y nuestra sociedad en general?
R. El arte no soluciona nada, pero revela ciertas cosas y hoy hay una retórica que evidencia la separación de la realidad que no queremos admitir. El arte hoy es comercial. Y las obras de cierta resistencia estética, conceptual y política son cada vez menos evidentes. Es sintomático del mundo en que vivimos: se venden objetos y propuestas que no molestan. Lo que molesta, agita y conmueve se aparta.
P. ¿Cómo define su arte?
R. A contracorriente. Me gusta parasitar ciertos lugares, situaciones y contextos para habilitar otras lecturas y abrir grietas. Aquí planteo la mirada que tendría Goya si estuviera vivo.
P. ¿Qué puede hacer el arte por nosotros?
R. Nos cultiva. Y lo cultivamos. Cultura y cultivo son lo mismo. El arte en un sentido amplio es aquello que nos hace más sensibles.
P. Ahora expone en el Banco de España un trabajo sobre los años treinta. ¿Algún paralelismo con la actualidad?
R. En los treinta había una idea de construcción de país, de progreso, a partir del trabajo como motor y ahí están los obreros trabajando, picando a 35 metros de profundidad con el agua hasta la cintura, en una imagen que podemos extender a la URSS y el fascismo italiano a partir de la idealización del cuerpo. Coger el pico y la pala era un gesto épico, pero la realidad de las fábricas era la otra cara de la moneda. Se llama Alegorías de un porvenir porque fue un porvenir que nunca llegó.
P. ¿Tiene miedo al retroceso?
R. Lo estamos viendo. Hoy ser de ultraderecha es lo más punki del mundo. Se ha dejado de hablar de resistencia, todo se ha vuelto mucho más inane, y a través del correctismo se ha filtrado de todo, incluso la regresión absoluta. Yo he vivido 20 años en EEUU y ahora mismo es irreconocible.
P. ¿Cree que esa corrección ha sido un error?
R. Se han permitido discursos del odio que no deberían ser una opción. Se ha permitido decir demasiadas barbaridades.
P. Ayuso dice que necesitamos al migrante para que limpie nuestras casas.
R. A un político se le paga con dinero público para que sea ejemplar, un espejo para la sociedad. Y ahora estamos pagando a gente que está insultando, gritando, diciendo auténticas barbaridades. Con nuestro dinero. ¿Pero esto qué es?