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‘Pendaripen’, la cronología de seis siglos de racismo contra los gitanos

El Festival de Cine Europeo de Sevilla estrena un documental dirigido por Alfonso Sánchez, y al que da voz Lolita Flores, en el que por primera vez son voces expertas de la propia etnia los que narran su historia

“No pareces gitana”. Es el piropo envenenado que más veces ha escuchado a lo largo de su vida Eva Montoya (Madrid, 45 años), guionista de la película documental Pendaripen (historia en lengua romaní) y primera mujer perteneciente a esta comunidad diplomada en la Escuela de Cinematografía y Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM). Pendaripen, que estrenó ayer jueves en el ...

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“No pareces gitana”. Es el piropo envenenado que más veces ha escuchado a lo largo de su vida Eva Montoya (Madrid, 45 años), guionista de la película documental Pendaripen (historia en lengua romaní) y primera mujer perteneciente a esta comunidad diplomada en la Escuela de Cinematografía y Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM). Pendaripen, que estrenó ayer jueves en el Festival de Cine Europeo de Sevilla y hoy viernes llega a las salas comerciales, es el primer gran relato audiovisual de la historia del pueblo gitano: sus seiscientos años de presencia en la Península Ibérica, con sus consiguientes seis siglos de leyes de rechazo, persecución y señalamiento.

La falta de reproche social en el racismo hacia este pueblo es uno de los puntos de arranque de Pendaripen, que rastrea la historia de exclusión y estigmas que aún perduran en nuestros días. “Al gitano que no encaja con un estereotipo de mucha degradación, no se le ve gitano”. “Para lo bueno, no soy gitana; para lo malo sí”. Es el rosario de declaraciones que se escuchan durante los 90 minutos de metraje este filme, que denuncia “la normalización hacia las manifestaciones racistas contra nosotros, que están mucho más aceptadas que en otras minorías”, sostiene Eva Montoya.

Pero para entender la construcción de este irrazonable imaginario colectivo hay que rastrear en la pendaripen gitana: una cronología de especial rigor histórico que repasa la persecución de este pueblo dentro de nuestro territorio desde el siglo XV hasta hoy, hilvana el documental de principio a fin, desde la orden de expulsión de 1499 hasta algunas tan recientes como la que prohibía el uso del habla caló, considerada “jerga delincuente” en la Dictadura franquista. A lo largo de nuestra historia se han dictado hasta 250 pragmáticas, leyes, edictos y decretos de persecución y exterminio de esta etnia.

Hay episodios especialmente significativos, como las penas de galeras con Juana I de Castilla para acabar con el estilo de vida nómada de los gitanos “y forzarlos a ser una mano de obra productiva para el reino”; la prohibición de Felipe II de entrar en América; la recogida de niños gitanos en orfanatos de 1673, con el objetivo de “arrancarles la mala semilla” de su legado; o la conocida como Gran Redada de 1749, una operación del Marqués de la Ensenada autorizada por el rey Fernando VI que se realizó de manera sorpresiva y sincronizada en todo el territorio español la madrugada del 30 de julio de aquel año y que acabó con más de 9.000 detenidos e internados en la llamada Prisión General de Gitanos.

“De todo esto nace la desconfianza de nuestro pueblo hacia la sociedad mayoritaria, nos hemos tenido que aislar para sobrevivir. Es un milagro que estemos aquí. Luego están los que dicen que no nos queremos integrar, que nos gusta vivir así… pero es que nos tenemos que proteger. En seis siglos de historia lo que es verdaderamente real es que no existe un solo espacio de seguridad para la etnia gitana. El volumen de violencia histórica que hemos recibido es como el de una mujer maltratada, haciéndonos sentir que la culpa ha sido nuestra por querer preservar nuestra cultura y aprendiendo a disculpar a la sociedad mayoritaria”, reflexiona Eva Montoya con mucha rabia en sus palabras.

Es el dolor que atraviesa Pendaripen, que se construye desde la mirada interna del propio pueblo gitano, la clave de bóveda sobre la que su director, el cineasta sevillano Alfonso Sánchez (El mundo es nuestro, Sembrando sueños…) ha levantado este proyecto junto a la productora Agus Jiménez: “Que fueran ellos, los mismos gitanos, los que puedan contar su propia historia”, un relato que, a pesar de no pertenecer a este pueblo, no le es ajeno a Sánchez: “Nací en un barrio que también podría decirse que era un gueto, con mucha población gitana, y he convivido con ellos desde que tengo uso de razón. Por eso tenía claro que debían ser ellos mismos los que contasen su historia, porque además la mayoría la desconoce”, asegura el director.

Y aquí está el hecho diferencial de este trabajo audiovisual que además del guion de Eva Montoya, cuenta con el montaje de Pablo Vega, realizador gitano y activista; la música experimental de Quentin Gas y Los Zíngaros —Quentin Gas es hijo de la gran bailaora Concha Vargas y sobrino de la cantaora Esperanza Fernández, que también desfila por la película—; y las ilustraciones y animaciones de Sandra Carmona.

Delante de la cámara, historiadores, antropólogos, profesores de universidad, abogados, artistas y activistas de esta etnia que en todas sus declaraciones y reflexiones huyen del folclorismo y los lugares comunes, denuncian, reflexionan y se revuelven porque, lo resume muy bien su guionista: “La imagen nos sepulta”.

Descubrir la historia del pueblo gitano es dimensionar la arquitectura del racismo”
Lolita Flores

Y en off, la voz de la actriz y cantante Lolita, miembro de los Flores, una de las familias gitanas más icónicas del país, que representa otro de los ejes vertebrales de este pueblo: la mujer y la familia. “Pasa incluso en Palestina: todas las sociedades amenazadas tienen a las mujeres como preservadoras de su pueblo. Mujeres que toman las riendas y asumen el cuidado de sus familias y de sus miembros más frágiles cuando los hombres son condenados, perseguidos, asesinados...”, reflexiona Eva Montoya, que recuerda que las mujeres gitanas fueron protagonistas en todos los procesos y revueltas sociales de la historia de España.

Y es precisamente esa mujer icónica, Lolita, a la que presentimos solo a través de su voz, la que da con la clave de este trabajo cuando se le escucha decir: “Descubrir la historia del pueblo gitano es dimensionar la arquitectura del racismo”.

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