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Muere a los 93 años Fosforito, el cantaor que marcó el rumbo del cante desde mediados del siglo XX

El artista falleció en el Hospital de Málaga tras una intervención quirúrgica a la que había sido sometido

El cante flamenco ha perdido hoy jueves a una de sus últimas figuras históricas. Antonio Fernández Díaz ‘Fosforito’ (Puente Genil, Córdoba, 1932) ha fallecido esta madrugada en el Hospital Regional de Málaga por complicaciones de una intervención cardíaca a la que había sido sometido hace un mes.

El cantaor tenía la categoría de ser un referente de este arte por muchas razones. Su impecable trayectoria corre paralela a la etapa de revalorización del flamenco, del que es exponente y figura principal. Esa etapa se inicia a mediados del siglo XX con una serie de hitos, entre los que se encuentra el Concurso Nacional (CNAF) de Córdoba. A su primera edición (1956) acudió un joven Antonio (23 años) y se alzó con todos los premios, un hecho que no se ha repetido y que es muestra de uno de sus más destacados valores: su versatilidad y el amplio dominio y conocimiento de todos los estilos flamencos, que, con el tiempo, le conferiría una condición casi enciclopédica.

Tras esa pronta entronización como cantaor “de alante”, que se decía, Fosforito se curtió también en la disciplina de cantar para el baile, girando por medio mundo con la Compañía de Manuela Vargas, por ejemplo. Trabajó con figuras como Juan Valderrama y Pepe Pinto en los años 60, recorrió América con la guitarra de Juan Habichuela y, sobre todo, fue figura imprescindible y destacada —junto al maestro Antonio Mairena, entre otros—en los festivales flamencos de verano que tuvieron su máximo auge en los 70. Su discografía es muy extensa, de más de cuarenta discos. De ellos, son tenidas como históricas sus grabaciones antológicas con Paco de Lucía.

Fosforito basaba su cante en una tradición que conocía y respetaba, pero a la que añadió su fuerte personalidad para renovarla sin perder las esencias originales, consiguiendo ese difícil equilibrio entre la fidelidad a las raíces y su evolución y actualización. También fue renovador por su rescate de estilos y variantes en desuso, como el Zángano de Puente Genil y otros más. Esas cualidades lo convirtieron pronto en un faro y una fuente de inspiración para los artistas más jóvenes, que se mirarían ineludiblemente en él, como ha reconocido en ocasiones la cantaora Carmen Linares. De metal sobrio, poseyó la cualidad de adecuarlo con versatilidad a la amplia diversidad de estilos que interpretó.

En su carrera fue recibiendo los más importantes galardones que, en ocasiones, trascendieron el ámbito estrictamente flamenco: los Premios Ondas reconocieron su trayectoria (1998) y el pasado año el Instituto Cervantes recogió su legado en una de sus Cajas de Letras. Pero, ante todo, era poseedor de la V, y última hasta la fecha, Llave de Oro del Cante, tras las de El Nitri, Manuel Vallejo, Antonio Mairena y Camarón de la Isla. Hijo Predilecto de su localidad natal y Adoptivo de Córdoba y Málaga, fue merecedor del Premio Pastora Pavón Niña de los Peines en su primera edición de 1999. Recibió, así mismo, la Medalla de Andalucía en 2006 y la del Mérito en las Bellas Artes en 2007.

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