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La zarzuela se viste de culebrón para recuperar a Barbieri

Miquel Ortega dirige en la Fundación Juan March el estreno en tiempos modernos de ‘El vizconde’ y ‘Gato por liebre’, en una adaptación de Alfonso Romero con guiños de telenovela

A la vuelta de su segundo viaje a París, Barbieri comprendió que el futuro del teatro lírico español no dependía de una ópera nacional al estilo de otros países europeos, sino de la reinvención de una tradición propia. El estreno en 1855 de El vizconde en el Teatro del Circo confirmó el insaciable apetito del público por los géneros menores, que florecieron en la cartelera madrileña con sainetes líricos, entremeses y números de variedades. “Fue la época del llamado teatro por horas, con dramaturgias y compañías especializadas en obras cortas, ágiles y asequibles”, explica el maestro Miquel Ortega, que este miércoles dirige en la Fundación Juan March de Madrid la recuperación de esta zarzuela cómica de Barbieri. “Este frenesí de fórmulas ligeras acabaría cristalizando, dos décadas más tarde, en el famoso género chico”.

Como en la España de mediados del siglo XIX, en El vizconde nada es lo que parece. La trama, sobre una viuda astuta que pretende casar a su hija con un noble que resulta ser un impostor, encuentra su equivalente en una partitura que imita las convenciones de la ópera seria para reírse de ella por medio de números ligeros, danzas españolas y melodías populares. “La orquestación de Barbieri está cargada de ironía, pues en ella encontramos referencias a Mozart, Rossini y Offenbach pero desinfladas de cualquier atisbo de solemnidad, con el único propósito de hacerse entender por todo el mundo”, continúa Ortega, autor del arreglo para sexteto de esta coproducción trasatlántica con el Teatro de la Zarzuela, el Teatro Mayor Bogotá y el Metropolitano de Medellín, donde viajará el año que viene. “Es una música de primerísima calidad que busca hacer reír”.

Con ese objetivo el montaje de Alfonso Romero convierte El vizconde en una telenovela a la que están enganchados los personajes de otra obra de Barbieri caída en el olvido, el entremés Gato por liebre, un divertido enredo cargado de crítica social que vio la luz en 1856 en el mismo Teatro del Circo. “Para combinar ambas piezas y devolverlas al presente se me ocurrió trasladar la acción al salón de una casa de un barrio acomodado del Madrid de los años setenta”, cuenta el director de escena. “Allí dos viudas aristocráticas charlan alegremente sobre sus escarceos amorosos y su adicción a los tratamientos de belleza mientras por el televisor emiten un capítulo de su culebrón favorito”. El galán de la pantalla no es otro que el ridículo pretendiente del libreto original de El vizconde, quien asegura ser descendiente del mismísimo Cid.

En su empeño por ridiculizar las frívolas aspiraciones de estas señoras de alta sociedad, Barbieri, que llegó a ser miembro de la Real Academia Española, escribió los papeles de la Condesa y la Baronesa para voces masculinas de barítono y tenor. “Lo mismo sucede con El vizconde, donde el protagonista es encarnado por una mujer”, dice Romero, que ha querido acentuar la comicidad de este juego de identidades con cambios a la vista de personajes (“a velocidad de pit-stop”, asegura) y movimientos de tramoya inspirados en la genuina función del entremés como “aperitivo” entre acto y acto de una obra más extensa. “El travestismo en Barbieri no tiene la lectura política o social que se le podría dar hoy, sino que responde a una lógica escénica y musical que sirve únicamente para intensificar la sátira y el tono burlesco de estas historias”.

No es la primera vez que Romero participa en el ciclo Teatro Musical de Cámara de la Fundación Juan March, donde hace tres años presentó una muy eficaz lectura de El caballero avaro de Rajmáninov. “La estética, casi pictórica, de aquel proyecto no puede estar más alejada de este nuevo planteamiento en clave de telenovela”, afirma el dramaturgo, que admite “sin el menor sonrojo” haberse dejado atrapar, en su día, por los guiones melodramáticos de clásicos venezolanos como Cristal y Topacio. “Si lo piensas bien, el culebrón tiene muchos puntos en común con la zarzuela: la brevedad, la cercanía, el lenguaje… y, por supuesto, los prejuicios que despierta a su paso”, reflexiona. “Además, la estética televisiva me ha permitido tender un puente con los espectadores más jóvenes y mantener la maquinaria escénica perfectamente engrasada”.

A lo largo de cuatro funciones, la soprano Irene Palazón, la mezzo Blanca Valido, el tenor Juan Antonio Sanabria y el barítono César San Martín, que se alternarán en los siete roles de este programa doble que podrá verse hasta el 1 de octubre en la sede madrileña de la Fundación y en streaming a través del canal MarchVivo, Radio Clásica y RTVE Play. “El pequeño formato te obliga a trabajar como una compañía ambulante en la que cada cantante debe desempeñarse también como actor, maquinista y cómico”, dice Valido al descanso de un ensayo. “Hay en la partitura un belcanto de aire donizettiano, pero en las danzas late una elegancia goyesca que sólo puede ser de aquí”. Más allá de las voces y la reducida plantilla de instrumentos, la música de Barbieri deja siempre espacio para la risa. Eso que el propio compositor consideraba el asunto más serio del mundo.

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