Harrison Ford interpreta a un presidente que se convierte en un monstruo anaranjado, pero de Trump, mejor no hablar

El actor, que participa en la película ‘Captain America: Brave New World’, evita hablar de la política estadounidense

Harrison Ford, en un 'photocall' de la película 'Captain America: Brave New World', en Londres, el 30 de enero.Foto: ANDY RAIN (EFE)

Hay comparaciones que no tienen escapatoria. En la nueva entrega de las aventuras del Capitán América, producida por Marvel Studios, Captain America: Brave New World, dirigida por Julius Onah y que estrenará en España el próximo viernes, 14 de febrero, Harrison Ford (Chicago, 82 años) interpreta otra vez a un presidente de Estados Unidos. Pero en este caso, el personaje es el legendario personaje Thaddeus Thunderbolt Ross, un antihéro...

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Hay comparaciones que no tienen escapatoria. En la nueva entrega de las aventuras del Capitán América, producida por Marvel Studios, Captain America: Brave New World, dirigida por Julius Onah y que estrenará en España el próximo viernes, 14 de febrero, Harrison Ford (Chicago, 82 años) interpreta otra vez a un presidente de Estados Unidos. Pero en este caso, el personaje es el legendario personaje Thaddeus Thunderbolt Ross, un antihéroe de cómic que se convierte en Red Hulk, un monstruo descomunal de color rojo (¿más bien tirando a naranja?) que se enfrenta al superhéroe.

— Es difícil evitar caer en la trampa de comparar presidentes….

“Yo le voy a ayudar a evitarlo”, interrumpe Ford con una media sonrisa que revela cuál va a ser el límite de su paciencia durante la entrevista. “Este presidente no se parece a ningún otro. No hay ninguna referencia [en el filme] a ninguna realidad presidencial. Esto es una ficción, basada en los personajes de Marvel. Bill Hurt [el fallecido actor William Hurt] creó el personaje que yo interpreto ahora, y se refiere a un mundo lleno de imaginación y de soluciones que en la vida real no están disponibles”, zanja el actor.

Ford ha concedido 20 minutos de entrevista a EL PAÍS en la habitación de un lujoso hotel londinense, como parte de la promoción de la nueva película. No hay condiciones obligatorias sobre el objeto de las preguntas, que el periódico, por otra parte, no habría aceptado. Pero es cierto que la productora había “pedido amablemente” con anterioridad que el foco de la entrevista girara en torno a la nueva película.

— ¿Cuáles deberían ser los valores de un presidente de Estados Unidos? ¿Qué valores espera usted de alguien que ocupa ese cargo?

— Respeto por la historia del país, atención hacia las virtudes de ese país y buen juicio.

—¿Y reúne esas virtudes el actual presidente de Estados Unidos?

Este es el momento en que la entrevista entra en una senda mucho más tensa y complicada. El responsable de la agencia de comunicación que ha gestionado el encuentro y lo supervisa, sentado a un par de metros del actor, intenta frenar las preguntas. “Lo siento mucho, pero tenemos que ajustarnos a la película…”.

Ford, con la voz y la autoridad que acumula desde hace años, corta en seco cualquier intento de tutelaje de la conversación. “Yo me encargo de esto”, afirma, mientras extiende la palma de su mano hacia al representante para que calle. “No forma parte de esta entrevista que yo me ponga a hablar de asuntos políticos”, dice el actor. “Estoy aquí para hablar de una película, de una ficción, de algo que es puro entretenimiento”.

— Imagino, en cualquier caso, que usted es consciente de lo que representa su imagen en todo el mundo y de que cualquier periodista europeo se vería tentado a preguntarle...

— Soy consciente, y respeto tanto su responsabilidad de periodista como la oportunidad que se le ha presentado, pero no le voy a dejar que se aproveche de ella.

Desarmado. Resulta realmente arduo ser insistente con un icono que tiene esa voz y esa mirada de autoridad, a las que nos ha habituado durante décadas con sus películas. Alguien que está a un metro de ti, sentado, frente a frente y que no deja de sonreír mientras te sugiere que sigas adelante con la entrevista por otros derroteros, o la des por concluida.

Así que, ante una leyenda, la conversación abandona el mundo de la política y regresa al del cine, donde Ford sigue trabajando a pesar de que no lo necesita y a pesar de que la era dorada que le convirtió en una estrella universal parece haber quedado atrás. “Este mundo ha cambiado. Yo he cambiado. Pero no creo que me corresponda a mí juzgarlo. Siempre miramos con afecto al pasado y tendemos a olvidar las complicaciones que existían entonces. Está claro que el mundo actual es diferente, pero las cosas que nos impulsan a implicarnos, como la complejidad de las relaciones humanas, siguen ahí”, explica.

Harrison Ford, en 'Captain America: Brave New World'.

En los últimos años, el actor ha participado con éxito en el mundo de las series televisivas. Interpreta al terapeuta Paul Rhoades en la comedia Terapia sin Filtro (Shrinking) y al patriarca de los Dutton, la familia de rancheros de Montana, en 1923, la precuela de Yellowstone, protagonizada por Kevin Costner.

“El tipo de proyectos en los que elijo participar se basan en los mejores guiones que han pasado por mis manos en mucho tiempo”, dice el actor. “Me ofrecen la oportunidad de contar historias muy poderosas, dirigidas por cineastas fantásticos. Lo que hacemos no es televisión. Se trata de películas que duran diez horas y se fragmentan en diez episodios. La oportunidad que se te ofrece para desarrollar un personaje y sus relaciones excede con mucho las posibilidades de una película, y resulta fascinante trabajar de ese modo”.

Ford es un hombre comprometido con su tiempo, que lamenta el retroceso que experimenta hoy la lucha contra el cambio climático. Ha apoyado históricamente al Partido Demócrata, pero es sobre todo un firme defensor de la moderación y de la vía intermedia. Por eso dio en su día respaldo al republicano John McCain, que representaba una institucionalidad y una seriedad hoy perdidas en la política estadounidense. Y contribuyó al Proyecto Lincoln, un comité formado por republicanos y exrepublicanos que quiso frenar la reelección de Trump en 2020.

No compra la idea, propagada por la derecha estadounidense, de que películas comprometidas y arriesgadas como Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, en la que intervino, no hubieran sido posibles en la actual era de la dictadura de lo políticamente correcto. “Si sigue existiendo un Coppola, si sigue habiendo un guion de ese nivel y si de nuevo se diera el momento cultural apropiado para abordar, por ejemplo, las secuelas de algo como Vietnam, y hacer de ello arte, claro que sería posible. Las cosas cambian, pero siempre acaban siendo lo mismo”, ironiza.

También dio su respaldo a la candidata demócrata, Kamala Harris, en las pasadas elecciones presidenciales. Defendió su moderación frente al ansia de venganza de su rival. Pero Trump ha regresado a la Casa Blanca. Y de momento, Indiana Jones, Han Solo, e incluso el doctor Richard Kimble, de El fugitivo, no parecen tener ganas de ser arrastrados a la polémica. En el pasillo del hotel, mientras el periodista recoge sus cosas y se pone el abrigo, pasa Ford con su cortejo de relaciones públicas. Se para, extiende su mano y se despide de nuevo sin abandonar la sonrisa: “Buena suerte”, dice, sin dejar claro si se trata de ironía, complicidad o mera cortesía.

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