Muere Noel Soto, el roquero romántico

El cantante ha fallecido a los 78 años en Madrid, ciudad en cuyos bares veló esencialmente armas, siempre al servicio del blues, el rock, el country y la balada más melancólica

Noel Soto, en una imagen de 2019 proporcionada por su familia.

“Por la ventana podía oírse perfectamente, entre el jazz del walkman, a Noel Soto cantando Noche de Samba en Puerto España; y Coy subió el volumen”. La cita pertenece al best seller La carta esférica de Arturo Pérez-Reverte, uno de esos ilustres admiradores de las canciones de Noel Soto, tropa no demasiado numerosa pero sí fiel, escogida y entusiasta. Ellos han permitido a Noel Soto alargar su carrera prácticamente hasta este pasado 30 de enero, en el que se anunció su fallecimiento, con 78 años, en Madrid y por una insuficiencia respiratoria. Una ciudad en cuyos bares veló esencialmente armas, siempre al servicio del blues, el rock, el country y la balada más pura y melancólica como esa hermosa canción que erizaba la piel del curtido marino Manuel Coy. “Se ha ido muy lúcido y con una sonrisa”, ha declarado su viuda, Begoña Ayala, a este periódico.

Noel Soto nació accidentalmente en Nador (Marruecos), hijo de padre gallego y madre andaluza, pero siempre vivió en Madrid y se consideró madrileño. Estudio en el Ramiro de Maeztu y se matriculó en la Facultad de Ciencias, para abortar prematuramente su porvenir académico agobiado con el dibujo lineal, las matemáticas y la estadística y lanzarse de cabeza a la piscina del farandulero tras caer rendido ante las canciones de Dylan, Beatles o Los Kinks. La vieja Polydor editará su primer álbum tratando de canalizar su carrera hacia la música más tranquila, social y sesuda de los cantautores, tan en auge por entonces. De ese arduo equilibrio entre la canción de autor y el rock con solera surgirá el álbum 3,3,5,7, al que le seguirá Alfa y Omega, una ópera rock, que aunque tendrá el privilegio de considerarse como la primera compuesta en nuestro país y la osadía del artista saboteando las expectativas comerciales que auguraban sus primeros singles no interesará al gran público.

Éste, sin embargo, volverá a engancharse con su siguiente álbum, El Arca de Noel, donde incidirá en presentarse como uno de esos raros pioneros empeñados en conectar universos tan antagónicos con el rock y los buenos textos de canción, tratados con la meticulosidad y el mimo poético de los cantautores urbanos, un camino que por entonces apenas si frecuentaba en nuestro país el malogrado Hilario Camacho, pero que con el tiempo cultivarán con éxito autores como Joaquín Sabina. A ti que me quieres bien, su siguiente álbum, ya inaugurando la década de los ochenta, grabado con el mismo equipo de músicos e instrumentistas del famoso Roncanrol Bumerang de Miguel Ríos, constituirá su momento más álgido y uno de los discos más hermosos de la música española con canciones tan memorables como Deborah o la balada A más de mil kilómetros que se abrirá camino sonando persistentemente en las emisoras de radio justo cuando la movida madrileña, a la que Soto siempre declarará su animadversión, ya imponía su ley rupturista de colores, desfachatez y algarabía.

A partir de entonces Noel Soto cortará sus lazos con la industria, compondrá para otros (Luz Casal, Sabina) y sobre todo se empecinará en recuperar su faceta más roquera trepándose a todos los escenarios dispuestos a recibir a un roquero insobornable y obstinado, un noctámbulo empedernido y nostálgico al que de vez en cuando se le escapa alguna entrañable y dulce balada con la que mantendrá la típica relación de amor-odio. Trabajos como Esperando el maná, El Rey del blues o el más reciente Noel Soto & Cía pertenecen a esta época en la que luciría en portada con chupa de cuero y gafas oscuras detrás de las que a pesar de todo, quienes le conocían bien, sabían que se escondía un corazón extremadamente sensible y romántico.

Más información

Archivado En