La semana de los Premios Princesa de Asturias: cultura, cazadores de autógrafos y muchas gaitas
Durante los días previos a la ceremonia de entrega la región se llena de actos con los premiados y diversas anécdotas, como la mujer que ha reconocido a su padre en una fotografía expuesta sobre la Guerra Civil
Tal vez el lugar más icónico de los Premios Princesa de Asturias no sea el escenario del teatro Campoamor, donde se entregan, ni la Fábrica de Armas de la Vega, donde se desarrollan parte de las actividades paralelas, sino la entrada del hotel de la Reconquista de Oviedo, donde vecinos, curiosos, periodistas o veteranos cazadores de autógrafos se arremolinan para ver llegar a las estrellas de este asunto: los premiados. Ocurre cada año y ha vuelto a suceder a lo largo de esta semana, en vísperas de la ceremoni...
Tal vez el lugar más icónico de los Premios Princesa de Asturias no sea el escenario del teatro Campoamor, donde se entregan, ni la Fábrica de Armas de la Vega, donde se desarrollan parte de las actividades paralelas, sino la entrada del hotel de la Reconquista de Oviedo, donde vecinos, curiosos, periodistas o veteranos cazadores de autógrafos se arremolinan para ver llegar a las estrellas de este asunto: los premiados. Ocurre cada año y ha vuelto a suceder a lo largo de esta semana, en vísperas de la ceremonia donde se congregarán todos ellos este viernes por la tarde para recibir sus galardones.
“¿Ese quién ye?”, dijo una vez un vecino. “No sé, debe ser uno de los científicos”, le respondieron. Es que hay premiados más famosos que otros. A veces sale del coche un oscuro pensador austrohúngaro, o un equipo internacional de científicos, y la gente disimula la cara de meh. Pero otras veces sale Woody Allen, y le hacen una estatua, o el chef José Andrés, aunque nació no muy lejos, en Mieres, o aparece Paul Auster, o Mary Beard, o Margaret Atwood, o Leonard Cohen (Bob Dylan no vino), o Meryl Streep y se echa un baile con la banda de gaitas, como hizo el año pasado, porque siempre hay una banda de gaitas.
Joan Manuel Serrat, el galardonado más glamuroso de esta edición, no llegó en coche, sino que, el pasado martes, salió de pronto de las entrañas del hotel. “Se hace justicia con este premio, Serrat es el mejor, como persona y como artista”, decía tras la valla una seguidora canosa y radical, algo inquieta por la visita, que mostraba dos libros sobre el músico como si los vendiera de contrabando. Serrat, muy majo, saludó a los congregados, se fue a decir “hola” a cada uno de los gaiteros (solidaridad musical) y luego, ante la insistencia de la citada seguidora, se acercó a hablar con ella, rodeado de cámaras. Un recuerdo para siempre: son esas pequeñas cosas…
Hubo un tiempo en que los premios fueron una reunión de monarcas, premiados y notables de la región. Desde 1996 la Fundación Princesa de Asturias celebra actividades culturales paralelas, que en los últimos años han ido en aumento, logrando así una mayor conexión con la ciudadanía, al ritmo que la ciudad se llena de gente de traje (azul marino o gris marengo), policías nacionales y bandas de gaitas. Buena parte de los eventos se celebran en la antigua Fábrica de Armas de la Vega (un espacio de notoria arquitectura industrial que vive en medio de polémicas municipales sobre sus usos futuros), donde este año se pueden ver un par de exposiciones de la agencia Magnum Photos, premio de la Concordia (la presidenta de la cooperativa, Cristina de Middel, ofreció visitas guiadas), pero que también transcurren en otras localidades y escenarios, como Gijón y Avilés, y muy abundantemente en centros educativos de todo tipo.
El académico Michael Ignatieff, premio de Ciencias Sociales, visitó a los alumnos de Secundaria reunidos en el instituto de la localidad de Llanera, donde los asistentes (que le recibieron haciéndole un pasillo de aplausos) le presentaron modificaciones de la Declaración Universal de los Derechos Humanos pensadas para el mundo actual, con atención a la diversidad sexual, el medio ambiente, la protección de datos o el derecho a una muerte digna (algunos dirían lo woke). A los alumnos universitarios de Derecho les advirtió Ignatieff sobre los peligros de usar ChatGPT de extranjis para redactar sus trabajos: “Destruirá su capacidad de aprender”.
Hay quien piensa que la poesía es pura inspiración, pero la poeta rumana Ana Blandiana, premio de las Letras, se lo curró bastante recitando en numerosos eventos, el último, el jueves en la célebre librería Cervantes de la capital, donde leyó un par de poemas y firmó muchos libros. Algunos venían de lejos. “Llevamos más de 20 años en España y hemos madrugado para venir desde Logroño a ver a Blandiana”, dice Gabriela, acompañada de su marido y su hija, que se había saltado el cole porque la ocasión lo merecía. En su juventud, en Rumania, Blandiana era censurada por el régimen de Ceausescu. “Nos cambiábamos sus libros clandestinamente, la escuchábamos en Radio Europa Libre. Cuando cayó el comunismo la pudimos estudiar en los libros de texto. Siempre ha sido una defensora de los derechos”.
En su encuentro con el periodista Iñaki Gabilondo, en el teatro Jovellanos de Gijón, Serrat repasó su vida y carrera y reflexionó sobre la vejez. “Nos olvidamos de que enfermamos, de que nos van a cuidar, de que, con suerte, nos vamos a volver viejos, y de que no estaría mal tratar bien a los viejos”, dijo con sorna. “Sé que inevitablemente me voy a morir, pero no me gusta, así que me voy entregando por partes”, bromeó, en referencia a las enfermedades que ha superado. Y, como manda el canon actual, expresó su rechazo al reguetón.
La princesa Leonor fue nombrada este jueves alcaldesa honoraria de Oviedo y Medalla de Asturias, y se deshizo en elogios a la región en su primer acto público sin el tutelaje de sus padres. “Mi familia asturiana es muy asturianona, ya me entienden”, dijo enigmáticamente, y tuvo un recuerdo para su bisabuela Menchu Álvarez, célebre periodista de radio fallecida en 2021. Al anochecer, la salida y llegada de la Familia Real al tradicional concierto de los premios, en el Auditorio, donde estrechan cientos de manos, congregó a multitudes curiosas, con ciudadanos que esperaron hasta una hora para ver un cachito de los monarcas. Tal fue la expectación que un par de hermosos pavos reales (animal muy ad hoc) se acercaron a los aledaños del Reconquista, provenientes del cercano Campo de San Francisco, a ver qué se cocía entre tantos humanos.
Con motivo de los 10 años de la presidencia honorífica de Leonor, la Fundación volvió a invitar a algunos premiados de otras de ediciones, como Siri Hustvedt, Leonardo Padura, Juan Mayorga o John Banville. “En Nueva York sigue habiendo familias que contratan a mujeres para que les cuiden a sus hijos y les hagan las tareas domésticas y no les pagan nada, les dejan un cuartucho para vivir y nada más”, dijo Hustvedt en un acto, “no estamos tan lejos de la esclavitud como pensamos”. La gran ausente de la semana fue Marjane Satrapi, premio de Comunicación y Humanidades, que canceló su presencia por graves problemas familiares, en un año de máximo interés dado su origen iraní, su trabajo en torno a su país y la delicada situación en Oriente Próximo. Finalmente, Satrapi ha confirmado su presencia este viernes en Asturias, al menos durante la ceremonia.
Aunque tal vez la anécdota más curiosa y entrañable fue una que llenó las primeras páginas de la prensa asturiana. La de Mari Luz, una peluquera jubilada de 78 años, oriunda del pueblo pesquero de Lastres, que visitó, en compañía de su club de lectura, la exposición sobre el periplo por Asturias del fotógrafo fundador de Magnum Chim Seymour. Allí se exponía una foto de dos milicianos de la Guerra Civil parapetados en un tonel, tomada por el gijonés Constantino Suárez y propiedad del Museu del Pueblu D’Asturies: Seymour se había inspirado en esta foto para otras imágenes. Resulta que Mari Luz reconoció en uno de los dos jóvenes milicianos a su padre, socialista de la UGT, que combatió en la guerra y falleció luego en 1987. Una imagen que regresaba de 88 años atrás. “Casi me da un infarto”, contó a La Nueva España.