Angelina Jolie regala en Venecia un último aplauso a María Callas

El festival de cine celebra el papel más importante y logrado de la actriz en años, en un notable retrato del final de la diva de la ópera filmado por Pablo Larraín. Se presenta también el filme argentino ‘El jockey’, con la española Úrsula Corberó

Angelina Jolie posa ante los fotógrafos en la alfombra roja de la sesión de gala de 'Maria', este jueves por la tarde,Foto: Joel C Ryan (Invision/AP) | Vídeo: EPV

El mayordomo recuerda un día normal. Uno solo. Hasta se sabe la fecha: fue en 1964. No hubo más, al parecer. Porque vivir al lado de su querida “madame”, como la llama en el filme, supone abonarse a lo extraordinario. Triunfos absolutos, algún fracaso estrepitoso. Éxtasis, hundimiento. Leyenda adorada, soprano irrepetible, diosa todopoderosa. Pero también mujer insegura, frágil, defraudada por quien debía cuidarla. Un volcán de talento, fuerza y dolor, siempre en erupción.

Hubo miles de jornadas descomunales en los 53 años que la mayor diva de la historia de la ópera pasó en la T...

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El mayordomo recuerda un día normal. Uno solo. Hasta se sabe la fecha: fue en 1964. No hubo más, al parecer. Porque vivir al lado de su querida “madame”, como la llama en el filme, supone abonarse a lo extraordinario. Triunfos absolutos, algún fracaso estrepitoso. Éxtasis, hundimiento. Leyenda adorada, soprano irrepetible, diosa todopoderosa. Pero también mujer insegura, frágil, defraudada por quien debía cuidarla. Un volcán de talento, fuerza y dolor, siempre en erupción.

Hubo miles de jornadas descomunales en los 53 años que la mayor diva de la historia de la ópera pasó en la Tierra. Toda su existencia, de cierta manera, fue de película. Maria, de Pablo Larraín, presentada este jueves en el concurso del festival de Venecia, elige el epílogo: septiembre de 1977, París. Cuando la voz que enamoraba ya traiciona. Y las ovaciones del teatro están en su cabeza. Confunde realidad y ficción, quizás necesite mezclarlas. Aunque en el fondo sabe la verdad: se acabó. Al final de la proyección para la prensa, la sala se llenó de aplausos. Los merecían la película, el cineasta. Y su protagonista. Hace tiempo que la actriz Angelina Jolie se volvió inconfundible. Pero aquí logra que en pantalla solo se vea el mito que importa: la Callas.

Puede que, ahí donde se cierra Maria, empiece una nueva época para Jolie. O, al menos, una temporada de nominaciones a los premios. Ganó tres Globos de Oro consecutivos, entre 1997 y 1999. Pero encadenó cuatro candidaturas seguidas a peor intérprete, entre 2002 y 2005, en los Razzie. En un momento dado, los focos que la seguían allá donde trabajara empezaron a centrarse en otros asuntos. Tal vez por algún proyecto fílmico fallido. Por sus misiones humanitarias con la ONU. Por el valor con que, en 2013, reveló en un artículo en The New York Times que había afrontado una doble mastectomía preventiva y reconstrucción del seno por recomendación médica. Por el matrimonio y los seis hijos con Brad Pitt —que también irá a la Mostra, días después de que ella se haya marchado—. Y, luego, por las demandas cruzadas y aún pendientes entre ambos tras el divorcio, que incluyen los abusos físicos que Jolie denuncia haber sufrido a manos de su exmarido.

Angelina Jolie firma autógrafos este jueves en Venecia. Louisa Gouliamaki (REUTERS)

En Venecia, únicamente se ha hablado de arte: cine y ópera. Y del regreso de una gran intérprete, quizás con su papel más complicado. Ciertamente, el más ambicioso en más de una década. “He necesitado en los últimos años estar más tiempo en casa con mi familia. Y he desarrollado una gratitud hacia el hecho de ser artista, de estar en este sector creativo”, reconoció por la mañana Jolie en la sala de prensa, que la vitoreó. Aunque el mayor reconocimiento vino de Larraín: “Sin ella, esta película no podría haber existido”.

De inmediato, la primera pregunta apuntó a posibles galardones para Jolie. Pero ella se mostró más pendiente de otro veredicto: “No quería decepcionar a esta mujer, su memoria ni a quien la amó”. Para ello, dedicó siete meses de entrenamiento para poder cantar ópera. Y confesó que esa responsabilidad la tuvo nerviosa, incluso temblando. Su primera actuación fue en un cuarto pequeño, ante sus hijos, con “las puertas cerradas”. La última, en la Scala de Milán. Todo un viaje para alguien que, de joven, escuchaba sobre todo el punk de The Clash. La intérprete también aprendió de las grabaciones de clases que la propia Callas daba: “Decía que hay que ser disciplinado y practicar mucho el trabajo tal y como se ha decidido. Y solo al final, cuando estás lista, pueden entrar el personaje y la emoción. Intenté hacer algo que nunca había hecho antes”.

Angelina Jolie en el papel de la cantante de ópera Maria Callas, en una imagen promocional de la película 'Maria'.Fabula Films

Jolie acaparó la gran mayoría de las preguntas. Dijo que intentó ir más allá de la Callas conocida. Que la connotación negativa que atribuía a la palabra “diva” ha cambiado gracias a la soprano. E, interrogada sobre los puntos de contacto entre ella y su personaje, declaró: “Hay tantas cosas que no puedo decir en esta habitación... Podéis imaginarlas. Creo que comparto con ella sobre todo su vulnerabilidad”.

Frente al esperado regreso de Jolie, Larraín más bien volvía a casa: se ha acostumbrado al festival de Venecia. Y, también, a llevar al Lido su peculiar retrato de iconos celebérrimos. Jackie Kennedy, Diana de Gales. Ahora, María Callas. Explicó que siempre la admiró, a la vez que se sentía intrigado por su figura y la relativa escasez de largos sobre ella, o la ópera: “¿Como hacer una película donde el personaje principal se vuelve una suma de las tragedias que contó?”.

La respuesta, de nuevo, pasa por rehuir el camino más transitado. Se nombran La traviata, Ana Bolena. Y, por supuesto, aquella sustitución inesperada en I puritani, en 1949, con la que empezó su escalada hacia la eternidad. Aparecen su expareja Aristoteles Onassis y su problemática madre, se mencionan el aborto o la pelea con su aspecto físico y su peso, las raíces griegas y el vínculo con Italia. Todo ello forma parte de la leyenda. “Eres la Callas”, le repiten como un mantra en la película. El chileno quiere investigar qué significó. Suerte, pero también condena.

Angelina Jolie y Pablo Larraín se saludan antes de la sesión de gala de 'Maria', el jueves por la tarde en Venecia.Louisa Gouliamaki (REUTERS)

Maria cuenta la soledad de una mujer arropada por el público; la lucha interior de una estrella que se apaga; la humanidad y las heridas que escenarios y flashes no ven. Un declive lento, como el ritmo de la película. La repetición de situaciones puede llegar incluso a aburrir: sirve, sin embargo, para contagiarse de lo que ella sentía. La fotografía, la puesta en escena y la banda sonora empujan al espectador dentro de la mente de Callas. Por más que luche, la caída se va haciendo inevitable.

Justo cuando acepta el final, la artista entona su aria más libre: “Mi madre me obligaba a cantar. Onassis me lo prohibía. Ahora canto para mí”. “La felicidad nunca produjo una ópera hermosa”, afirma en otro momento. Tantos años rindiendo a escenarios grandiosos; ahora actúa en la cocina de su casa y solo aplaude su obediente sirvienta: “¡Magnífico!”. Pero eso también era el mito. Al final del largometraje desfilan imágenes de archivo de Callas. Aunque el mayor homenaje se proyecta antes: intentar contarla de verdad.

Úrsula Corberó posa ante los fotógrafos el jueves por la mañana en la presentación ante la prensa de 'El jockey', de Luis Ortega.Yara Nardi (REUTERS)

La carrera por el León de Oro ha desvelado este jueves, además, otra visión particular. El jockey, de Luis Ortega, ha llegado con la bendición del director artístico de la Mostra, Alberto Barbera: “Una de las voces más originales del cine argentino contemporáneo”. En efecto, el largo propone una trama y una visión inusuales: un jinete atrapado entre su afán por autodestruirse y la mafia a la que está ligada su carrera.

El cineasta arranca con un ritmo ágil, bailes, ganas de divertir y asombrar. Y, poco a poco, debajo de los artificios, asoma el tema real: la búsqueda de la identidad. “Cuantas veces hay que morir para liberarse de uno mismo”, planteó Ortega ante la prensa. El jockey, sin embargo, promete más de lo que ofrece. Y termina siendo un relato convincente, logrado, pero más convencional de lo que cabía esperar. Loable, y poco habitual, resulta su intención de juntar otras dos identidades: autoral y comercial. Aunque quizás lo más importante sobre el largo y el director lo dijo la coprotagonista española, Úrsula Corberó: “Me ha cambiado la vida, en serio”. Eso sí que es único.

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