Cómo una cata arqueológica para instalar una grúa ha cambiado la historia de Málaga
El sondeo previo a la instalación de una plataforma para las obras de la catedral revela la ocupación del centro de la ciudad desde hace unos 5.000 años, la más antigua documentada hasta el momento
Cuando los romanos construían grandes piletas para fabricar salazones de pescado y garum, apenas se preocupaban por lo que había debajo. Durante la construcción arrasaban el terreno y, como consecuencia, hoy en los yacimientos de aquella época rara vez se encuentran restos previos de otras culturas. La excepción ha ocurrido en Málaga, en pleno casco histórico, durante las catas realizadas para la instalación de una gran g...
Cuando los romanos construían grandes piletas para fabricar salazones de pescado y garum, apenas se preocupaban por lo que había debajo. Durante la construcción arrasaban el terreno y, como consecuencia, hoy en los yacimientos de aquella época rara vez se encuentran restos previos de otras culturas. La excepción ha ocurrido en Málaga, en pleno casco histórico, durante las catas realizadas para la instalación de una gran grúa que ayudará a colocar una nueva cubierta en la catedral. Allí, en un pequeño cuadrado de siete metros de lado, el equipo de arqueólogos dirigidos por Juan de Dios Ramírez ha encontrado más capas de historia debajo de la factoría. Tantas, que se remontan más allá de la llegada de los fenicios que fundaron la ciudad. “Hemos encontrado materiales fabricados a mano y restos orgánicos del Calcolítico, es decir, de hace entre 4.500 y 5.000 años”, afirma Ramírez entre sorprendido y emocionado. Jamás imaginó que un sondeo para colocar una grúa pudiese cambiar la historia de la ciudad: esta es la ocupación más antigua de Málaga documentada hasta ahora.
El estudio del subsuelo arrancó en octubre del año pasado. Las obras para la construcción de la nueva cubierta para la catedral —impulsadas por el Obispado de Málaga para solucionar los históricos problemas con las filtraciones de agua— obligaban a instalar una enorme grúa junto al templo. La máquina requiere una gran cimentación y, como medida preventiva, la Junta de Andalucía exigió una cata previa en el lugar, la calle Postigo de los Abades, un histórico promontorio a pie de mar. Ramírez levantó las primeras baldosas y encontró justo lo que esperaba: tras el cableado contemporáneo halló evidencias de viviendas almohades del siglo XIII (todo lo posterior se sabía ya arrasado cuando se rebajó la vía, hace décadas). Debajo había restos de almacenes portuarios bizantinos y, tras ellos, el recinto para los salazones romanos de finales del siglo IV. Cuenta con tres piletas y, también, una estancia por la que había posibilidades de profundizar. El equipo lo hizo sin esperanzas en un pequeño cuadrado de 1,5 metros de lado, pero pronto cambiaron de opinión: había restos de una fase de ocupación fenopúnica y, más abajo, de otra más arcaica, también fenicia, ya del siglo VII antes de Cristo y que nunca había sido documentada en la zona.
Pero lo más sorprendente estaba debajo, a cuatro metros de profundidad, convertidos en un balcón a la historia. “Encontramos restos orgánicos de fauna en lo que parece el fondo de una cabaña. También materiales hechos exclusivamente a mano”, relata Ramírez. Son evidencias de ocupación del sitio y prácticas de actividades cotidianas de consumo de alimentos cuyos análisis apuntaban al tercer milenio antes de Cristo y mediados del segundo. Los resultados sorprendieron tanto que los especialistas dudaron. “¿Y si nos estamos equivocando?”, se preguntó Ramírez, que decidió buscar una segunda opinión. “Parecía difícil de creer”, reconoce Pepe Suárez, arqueólogo y profesor del Área de Prehistoria de la Universidad de Málaga. “Pero no hay duda”, añade. Esta es una rareza que, cualitativamente, nos cambia la percepción de la historia de Málaga. Hasta ahora no teníamos evidencias arqueológicas de frecuentaciones prehistóricas de este entorno”, confirma, “justo donde se instaura la futura Málaga”. No hay nada tan antiguo como estos restos y los siguientes ya son de la Edad del Bronce en la zona del barrio de la Trinidad.
El experto subraya que la presencia de las sociedades megalíticas se ha asociado históricamente al entorno del río Guadalhorce, donde hoy está el aeropuerto. “Pero esta es la primera vez que existen pruebas de la ocupación humana en la margen izquierda del estuario del Guadalmedina en un momento tan antiguo”, revela. Era una zona elevada a pie de mar, un promontorio. Y quienes lo frecuentaron hace entre 4.500 y 5.000 años formaban parte de las sociedades megalíticas, que se cree pasaban aquí temporadas, pero no residían de manera permanente. Convivieron con quienes levantaron los grandes dólmenes en lo que hoy es Antequera, a poco más de 35 kilómetros en línea recta. “En esa zona de interior no es raro encontrar elementos que vienen de la costa, como conchas que servían de adorno”, insiste Suárez. Había movilidad de norte a sur y con este hallazgo se conoce uno de sus destinos hasta ahora desconocido. “Ha sido un hallazgo increíble”, insiste el arquitecto de la catedral, Juan Manuel Sánchez la Chica.
Fenicios y cerámica griega
El nivel más bajo del yacimiento es el más sorprendente, pero no es el único interesante hallado durante las catas, que se extendieron unos cuatro meses hasta el pasado mes de enero. Justo encima hay restos de posibles viviendas y almacenes de una etapa arcaica fenicia, se estima que del siglo VII antes de Cristo, justo durante el florecimiento del asentamiento de la bahía que da origen a Malaka, la actual Málaga. Más arriba hay estancias con alzados de hasta dos metros de una fase fenopúnica con abundante cerámica griega —lujosas para la época y que ya analiza el experto Eduardo García— y producciones etruscas que confirman el comercio mediterráneo, además de restos de un horno metalúrgico. Aprovechando sus estructuras, los romanos construyeron encima la factoría de salazones —donde se halló un lote importante de ánforas, fragmentos de mosaicos y material numismático o cerámicas— y, después, los bizantinos hicieron lo propio con sus almacenes portuarios. Los elementos encontrados sugieren que el lugar fue abandonado a toda rapidez debida, como principal hipótesis, a uno de los ataques del rey visigodo Leovigildo. El más alto es el nivel medieval, datado en la ocupación almohade sobre el siglo XII y XIII, donde existen restos de una vivienda y un pozo. Tras su catalogación, los restos fueron tapados y la grúa se instaló encima sin dañarlos.
“Es un lugar que ha tenido un uso muy continuado en la historia, reaprovechado de manera continua”, subraya Juan de Dios Ramírez. “Que la catedral esté en este antiguo promontorio no es casualidad”, insiste Suárez. Ambos explican que se han encontrado centenares de piezas de cerámica, monedas, cuentas o incluso conchas de vieira con restos de un material rojizo que, se cree, era utilizado como cosmético. Este tesoro —a buen recaudo— ha sido inventariado y está en fase de estudio y, para afinar al máximo las fechas, algunos de los materiales están siendo sometidos a pruebas de datación por radiocarbono gracias a la colaboración de la Universidad de Málaga. Después pasarán a engrosar la colección arqueológica del Museo de Málaga. Los especialistas ya preparan una publicación y esperan dar a conocer los resultados definitivos el próximo noviembre.