Historia de una fábrica de armas de Asturias contada en 3.000 placas de vidrio
La industria de defensa militar de la localidad de Trubia, fundada en 1794, recupera su archivo fotográfico, hallado por casualidad, en el que se muestra la vida laboral y familiar de sus empleados
Harto de que en cada guerra con Francia los galos destruyeran las fábricas de armas en España cercanas a su frontera, el rey Carlos IV ordenó que se construyera una nueva planta más al interior, en un lugar que resultara fácil de defender y que contara con agua y carbón, necesarios para las instalaciones. El lugar elegido fue Trubia, en el centro de Asturias, a 12 kilómetros de Oviedo. La fábrica de armas se levantó en 1794 (lo que no evitó que los franceses la destruyeran durante la Guerra de Independencia y hubiera que reco...
Harto de que en cada guerra con Francia los galos destruyeran las fábricas de armas en España cercanas a su frontera, el rey Carlos IV ordenó que se construyera una nueva planta más al interior, en un lugar que resultara fácil de defender y que contara con agua y carbón, necesarios para las instalaciones. El lugar elegido fue Trubia, en el centro de Asturias, a 12 kilómetros de Oviedo. La fábrica de armas se levantó en 1794 (lo que no evitó que los franceses la destruyeran durante la Guerra de Independencia y hubiera que reconstruirla) y hoy sigue en funcionamiento. Retazos de esos 230 años de historia se encuentran en las “más de 3.000 placas fotográficas halladas en cajas hace unos cinco años por casualidad en uno de sus talleres”, dice Rafael Moreno, director de Comunicación de GDELS-Santa Bárbara Sistemas, empresa de fabricación de vehículos blindados y armas, uno de cuyos centros operativos es el de Trubia.
Unas sesenta de esas imágenes se mostraron por primera vez al público en Oviedo, en primavera, y se prevé que se repita próximamente en Madrid y Alcalá de Guadaíra (Sevilla), donde están las otras dos plantas de esta firma, señala Moreno, comisario de la muestra ovetense. En las placas rescatadas se ve, por ejemplo, a obreros que posan en grupo (con chavales aprendices en la primera fila), en una imagen tomada hacia 1881-1882; o a jóvenes alumnos en una clase de hidráulica en la escuela vinculada al conjunto, en los años cuarenta del pasado siglo.
También hay imágenes de los talleres o de la salida de cañones antiaéreos en plataformas de Renfe, en los años cincuenta. “De esta fábrica son los que se usaron en las últimas colonias españolas y en grandes fortificaciones navales por todo el país”, apunta Moreno, profesor de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Las placas, restauradas por el experto en fotografía histórica Nicolás Cancio, muestran igualmente la vida social que se generó alrededor de la fábrica, en una localidad hoy con unos 2.000 habitantes, pero que en su momento de mayor efervescencia llegó a sumar 10.000.
El artífice del gran desarrollo de la Fábrica de Armas de Trubia fue el general guipuzcoano Francisco Antonio Elorza y Aguirre, que la dirigió entre 1844 y 1863. En el archivo está el único retrato fotográfico que se conserva de él, tomado de una carte de visite (los que en formato de tarjeta se intercambiaban en los salones y fueron muy populares en el último tercio del siglo XIX). “Elorza había viajado por Europa y se trajo ideas y obreros de otros países”. Se levantaron viviendas para los trabajadores, escuelas para sus hijos, un hospital, un casino obrero...
“Sabíamos que en la empresa hubo un departamento de fotografía, que trabajaba en retratar los procesos productivos para mejorarlos y además documentaba lo que sucedía en torno a la fábrica”, añade. Un ejemplo de lo primero son las imágenes de los efectos de disparos de bala contra planchas de acero. Del segundo es la preciosa imagen de un maestro civil, con bigotón y gorra de plato, que posa junto a su hija en el zaguán de su casa, en los años veinte.
Moreno, autor de varios libros de fotografía, subraya que la catalogación de las placas fue muy laboriosa: “Había en general poca información”. Con posterioridad, se digitalizaron y pasaron a papel para tenerlas también en ese soporte. Se desconoce quiénes fueron los autores de las imágenes, tomadas algunas por fotógrafos empleados en la fábrica y otras realizadas en estudios de fotografía de Oviedo, o incluso por los propios trabajadores.
Las más antiguas son de 1918-1920 y muestran a un grupo de mujeres que trabajaban en las cantinas. Hay fotos que retratan épocas anteriores, del último tercio del siglo XIX, pero son copias muy posteriores de las originales, que han desaparecido. En este recorrido fragmentado de la historia de la fábrica hay desde reuniones de los directivos a niños haciendo la primera comunión o de cumpleaños. Trubia llegó a tener su coro y su equipo de fútbol, que también fueron fotografiados. A la vez, subraya Moreno, se aprecia en otras tomas la evolución de las instalaciones, su modernización, las nuevas máquinas que se iban incorporando, la llegada de los altos hornos...
No obstante, hay dos negativos que él destaca. Son de los años veinte y constituyen una rareza porque retratan a mujeres trabajando en el taller de Cartuchería, en la fabricación de los vasos de los proyectiles. “Tuvieron que esperar mucho más tiempo para poder incorporarse a puestos técnicos o directivos”. Hablar de la industria militar, de la venta de armas y vehículos para la guerra, es siempre delicado, de ahí que las placas no publiciten tanto lo que se producía en Trubia, sino a quienes trabajaban allí.
En su larga trayectoria, la firma vivió una etapa de mucha actividad durante la I Guerra Mundial, en la que España fue neutral. Sin embargo, resulta significativo que de la Guerra Civil no se conserven imágenes. El profesor Moreno cuenta que a los pocos días del intento del golpe de Estado “los obreros tomaron la fábrica”, una situación peliaguda porque Trubia estaba muy cerca de Oviedo, que se había unido a la insurrección. “El director que había tenido la fábrica durante la República se mantuvo durante un tiempo, ya bajo control de los sublevados”. Hasta que le hicieron un consejo de guerra y lo fusilaron.
Las imágenes más modernas del archivo son de los años cincuenta. Curiosamente, también placas de vidrio, algo extraño en una época en la que lo habitual era usar carretes fotográficos. Se desconoce por qué fue así. Quién sabe si se trataba de un homenaje a ese antiguo formato de algún romántico de la fotografía.