Cuando Stallone pudo ser López Vázquez y otras aventuras de José Luis Borau, fuerza oculta del cine español
El crítico e historiador Carlos F. Heredero saca a la luz, tras bucear en los archivos del cineasta, casi un centenar de proyectos frustrados de un creador único
Fabulador incansable, cosmopolita y convencido antinacionalista, de un carácter tan tierno como iracundo, José Luis Borau (Zaragoza 1929 - Madrid, 2012) fue un hombre obsesivo, secreto e impenetrable. Así lo evoca el crítico e historiador Carlos F. Heredero, que acaba de publicar Iceberg Borau. La voz oculta de un cineasta, investigación de más de seiscientas páginas que abre la caja de pandora de las aventuras pe...
Fabulador incansable, cosmopolita y convencido antinacionalista, de un carácter tan tierno como iracundo, José Luis Borau (Zaragoza 1929 - Madrid, 2012) fue un hombre obsesivo, secreto e impenetrable. Así lo evoca el crítico e historiador Carlos F. Heredero, que acaba de publicar Iceberg Borau. La voz oculta de un cineasta, investigación de más de seiscientas páginas que abre la caja de pandora de las aventuras perdidas del director de Furtivos, Río abajo o Leo.
Heredero ha buceado en los archivos del cineasta distribuidos entre la RAE (371 cajas con 6.900 fotografías, 570 guiones propios y ajenos, 3.200 cartas y 7.000 libros, 1.100 de ellos sobre la Guerra Civil), la Filmoteca Española (80 cajas) y la productora de Enrique Cerezo (18 cajas, en su mayoría de documentación económica), para sacar a la luz los proyectos inconclusos del cineasta, “98 derrotas” que permiten descubrir la verdadera, enigmática, dimensión de su personalidad. “La filmografía sumergida de Borau, como la de otros creadores, ofrece detalles impagables sobre su creatividad, pero también sobre una industria, invariablemente conservadora, incapaz de asimilarlos”, afirma Heredero.
Iceberg Borau revela que todo lo que se conoce de la obra del cineasta apenas ocupó un 11% de su trabajo. “Al mismo tiempo que escribía, dirigía y producía lo que ya conocemos, estaba trabajando en todos estos proyectos. No cuadran las horas del día, pero es que para él el cine lo ocupaba todo; era su vida”, apunta el investigador. Editado en la colección Imprenta Dinámica, de la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid (ECAM) y de la entidad de gestión de derechos DAMA, este trabajo surge de la primera edición de las becas para la investigación historiográficas del cine español Luis García Berlanga.
Del casi centenar de caminos abiertos por el libro, que pretende ser un reclamo para futuras vías de estudio, recogemos aquí algunos que resumen el carácter torrencial de Borau. Heredero abre el ensayo con una cita del propio cineasta —“Un hombre sin proyectos es un cadáver”— que quizá explique por qué se embarcó sin descanso y con una libertad creativa insólita en todo tipo de viajes imaginarios.
Stallone, la Adela de ‘Mi querida señorita’
Borau coescribió, produjo y dibujó “en un completo y exhaustivo storyboard” Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1971), un hito del cine español que fue candidata al Oscar a la mejor película extranjera. Quizá porque nunca se quitó la espina de no haberla dirigido, la idea de un remake hollywoodiense le persiguió durante años e incluso trabajó en tres posibles versiones. Una de ellas, situada en Texas, coescrita junto a Barbara Probst Solomon. En esta empresa, su gran cómplice fue el montador Irving Lerner. También Verna Fields, montadora de películas como ¿Qué me pasa, doctor? (Peter Bogdanovich), American Grafitti (George Lucas) o Tiburón (Steven Spielberg). Por aquellos días (mayo de 1976), Lerner llevó a Borau a los estudios de la Metro Goldwyn Mayer, donde estaba montando New York, New York junto a Martin Scorsese. Allí ocurre una de las anécdotas más disparatadas del libro: le enseña un rollo de otra película, Rocky, porque le parece que su actor, un joven y aún por descubrir Sylvester Stallone, podría dar el tipo de la señorita Adela. “Le hice ver que aquel hombrón nunca podría conmover a nadie haciendo de mujer…”, apuntó en sus notas un perplejo Borau.
Hollywood contra Franco y el inventario de todo el exilio cinematográfico
A Borau le obsesionaba la Guerra Civil y la represión franquista. Aunque le gustaba quitarse importancia y definirse como “historiador dominguero”, destacan dos proyectos en los que trabajó de forma rigurosa y constante durante años. El primero, entre 1974 y 1978, fue un libro sobre el apoyo que muchas personalidades de Hollywood prestaron a la causa de la Segunda República. El segundo, en tres tomos, un inventario titulado Espejo al hombro, con todos los técnicos, guionistas, distribuidores o actores condenados al exilio. Este último le ocupó seis años, entre 1989 y 1995. “Borau era un hombre de clara conciencia ideológica, pero ajeno a la militancia política”, apunta Heredero que, al final del libro, incluye un sustancioso anexo con los nombres y datos de ambos proyectos.
La carta de Edgar Neville contra John Dos Passos
Borau poseía el tesón del archivista. En su afán de investigador logró reunir mucho material documental ajeno. Es un descubrimiento el material que guardaba sobre Edgar Neville y que le entregó su secretaria. Borau inició un Diario Neville, y entre sus papeles se encuentra una terrible carta inédita de la que no hay constancia de que fuese enviada. Se trata de la réplica de Neville al escritor John Dos Passos después de leer un reportaje de este sobre el sitio a Madrid en la revista Esquire. “Hay trincheras hechas con sacos de arena en la gran Plaza de España recién terminada. Las enormes y rezagadas estatuas de bronce de Don Quijote y Sancho Panza miran extrañamente hacia la posición enemiga en Carabanchel. En un cuartel de la esquina, un grupo de la Brigada Internacional espera para comer. Caras francesas, caras belgas, caras del norte de Italia…”, escribe el autor de Manhattan Transfer. En su amenazante respuesta, Neville —quizá preocupado por las consecuencias de su antigua filiación a partido de Azaña― ataca a los escritores que han convertido en “negocio” su apoyo al bando republicano: “Sí, Mister Dos Passos, yo soy precisamente ese soldado de Franco que dispara desde Carabanchel y al que usted alude en su artículo [...], si desde allí arrojo pedazos de hierro es precisamente con la intención de que le den a usted, que nada tiene que hacer en mi ciudad natal”.
Bergman, Jesucristo y RTVE
Borau fue un productor inquieto que se interesó en sacar adelante los proyectos de jóvenes cineastas o de alumnos suyos. Antonio Drove, Iván Zulueta, Manuel Gutiérrez Aragón, Cecilia Bartolomé o Víctor Erice aparecen en el libro de Heredero. Junto a esa vocación de gran patriarca del cine español sorprende cruzarse con el nombre de Ingmar Bergman y una serie para la televisión sobre los últimos días de Jesucristo. En la serie de Bergman el foco estaba puesto en los apóstoles y por eso el cineasta sueco quería rodar una serie de 12 capítulos dedicando cada episodio a uno de ellos. Cuando Pilar Miró llegó a la dirección de RTVE, Borau fue con esta propuesta bajo el brazo. Bergman se resistió, y Borau trató de convencerle garantizándole absoluta libertad creativa.
El retorno a Mickey Rooney, el ídolo de la infancia
Heredero explica que las películas de Borau están llenas de secretos, “porque él era un hombre muy secreto”. Solo eso puede explicar por qué no habló jamás de su proyecto con Mickey Rooney, pese a llevar veinte años intentándolo. Su gran ídolo de la infancia junto a Freddie Bartholomew y Jackie Cooper, se convirtió en otra de sus obsesiones adultas. A grandes rasgos, la idea consistía en resucitar medio siglo después al personaje de Andy Hardy (protagonista entre los años 30 y 40 de 16 películas de la Metro-Goldwyn-Mayer) para rodar con un Rooney ya mayor su regreso en Old Andy. Cineasta y actor llegaron a coincidir en los años noventa, cuando Rooney rodó La vida láctea dirigida por Juan Estelrich Jr. Toda la documentación indica que Rooney estaba dispuesto a embarcarse en el proyecto, pero como tantas veces en el cine, los años de trabajos y contactos y la aparente buena disposición a varias bandas acabaron en nada.
Antes del Nuevo Cine Español
Pese a ser mayor que muchos de sus integrantes, Borau llegó tarde al Nuevo Cine Español. En 1963 debuta con el spaghetti wéstern Brandy y dos años después, en 1965, firma el noir Crimen de doble filo. Su primera película personal es Hay que matar a B. (1973) pero su gran éxito, Furtivos, no llega hasta 1975. Sin embargo, y según apunta Heredero, la historia habría sido muy distinta si hubiesen cuajado los dos guiones que Boaru escribió junto a su íntimo amigo el novelista Jesús Fernández Santos. Vía muerta y Cien dólares al mes se adelantaban en temática y escenarios el movimiento que vino después y que cambiaría de forma radical el cine español.
Buñuel, el linaje artístico
Borau siempre persiguió el reconocimiento del cine como arte mayor. Descubrir sus conexiones con otras disciplinas, como la pintura o la arquitectura, fue otro de sus empeños. Además, su íntima ambición, era medir su nombre con el de las grandes figuras del cine, de ahí su mirada puesta siempre en Hollywood. Pero si alguien destaca en su Olimpo de maestros es Luis Buñuel. “Como sucede con Goya, otro genio aragonés, Borau encuentra en Buñuel un ancestro de nobleza artística con cuyo linaje aspira secretamente a enlazar o a identificarse, un abolengo cultural del que, en su fuero interno, de alguna forma se siente deudor”. Borau intenta infructuosamente trabajar varias veces con el director de Viridiana, película que Borau distribuye en España. El último intento fue dos años antes de la muerte del genio de Calanda. En 1981, Borau le propuso rodar una película compuesta por tres historias aragonesas en la que también participaría Carlos Saura, con quien Borau mantenía una secreta rivalidad. Buñuel le responde afable pero lamentándose de su escasa vista, de su apatía y de su precario estado de salud. “Estoy desde hace cuatro años totalmente retirado de toda actividad cinematográfica e incluso de la vida social”, le responde.
Imperio Argentina y el joven cineasta
La gran diva del cine español, la mujer que enamoró a todos, es otro referente que atraviesa la biografía de Borau desde la infancia, cuando su madre escuchaba las canciones de la intérprete de Los piconeros en la radio. El proyecto de rodar una película con Imperio Argentina se descubre con el guion — “Sorprendentemente autobiográfico”, apunta Heredero, “además de una marcianada en el cine de los sesenta”— de Alguien como tú, historia metacinematográfica con el cine español, la Guerra Civil y un triángulo amoroso de fondo. Imperio Argentina interpretaba a una diva del cine de otra época que conoce a un director recién salido de la escuela que, pese a la diferencia de edad, se enamora de ella. Dos décadas después, en 1986, Borau al fin trabajaría con la artista en Tata Mía y se quitaría, al menos en parte, la espina de dirigir al mito.
Peter Weiss y la Reforma Sexual
De todas las historias perdidas en las cajas de Borau, Heredero destaca la que une al director de Furtivos con el dramaturgo, novelista y cineasta experimental alemán Peter Weiss. Se remonta a las Brigadas Internacionales y a uno de sus miembros: el terapeuta y psicólogo Max Hodann, perseguido por los nazis y uno de los principales impulsores de La Liga Internacional para la Reforma Sexual, proyecto pionero en pedagogía sexual y en la descriminalización de la homosexualidad que chocó con los comisarios políticos comunistas. Saltamos a los años setenta. El Marat / Sade de Weiss es un hito teatral también en la España franquista. El autor alemán trabaja por entonces en su monumental La estética de la resistencia y uno de los personajes que investiga es Max Hodann y su labor en el hospital de retaguardia de la cueva de la Tía Potita, en Albacete, y en Villa Cándida, en Denia. En 1974, Weiss viaja a España para seguir la pista de Hodann. Quiere conocer de primera mano aquellos enclaves de la Guerra Civil. Borau aparece en escena tres años después, siguiendo los pasos y el viaje de ambos, de Hodann y de Weiss. Quiere convencer a Weiss para que ruede una película sobre Hodann en España. Se encuentran en Estocolmo y el proyecto sigue adelante durante varios años sin terminar, como tantos otros, en buen puerto.
Viaje por Estados Unidos a lomos de un galgo gris
Borau siempre fue un outsider. Entre diciembre de 1996 y enero de 1997, con 67 años, decide recorrer Estados Unidos de costa a costa en solitario y en autobús de la Greyhound. Borau registra su aventura de forma “escrupulosamente conductista, sin asomo ni pretensión alguna de adorno literario”, dice Heredero en su libro. Las notas del cineasta lo confirman: horarios, gastos, hoteles improvisados, comidas frugales y pequeñas reflexiones sobre los encuentros en el camino. “Mañana he de comprar un mapa de carreteras de USA porque voy un poco al tuntún”, escribe. Sus conclusiones son pesimistas, por el camino esboza un libro de ficción titulado A lomos de un galgo gris por un país imaginario. Cuando acaba el viaje anota en mayúsculas en su agenda: “¡I DID IT!”. Al menos aquella vez sí lo logró.