Patricia Tourancheau, la reina optimista e infatigable del ‘true crime’
La periodista, autora y realizadora desmenuza con pasión las claves de su carrera de cuatro décadas en el submundo criminal francés
Patricia Tourancheau contrarresta con una sonrisa todo lo que ha vivido en casi 40 años de carrera como periodista de sucesos, autora de algunos de los mejores libros de true crime de los últimos tiempos y realizadora de películas y series documentales. “Soy de naturaleza muy optimista y el trabajo ha reforzado mi alegría de vivir. A pesar de todas las tragedias. Después de todo lo que he visto siempre relativizo en lo personal”, contaba a este diario en Lyon la semana pasada, durante el Quais du Polar, el festival de novela ne...
Patricia Tourancheau contrarresta con una sonrisa todo lo que ha vivido en casi 40 años de carrera como periodista de sucesos, autora de algunos de los mejores libros de true crime de los últimos tiempos y realizadora de películas y series documentales. “Soy de naturaleza muy optimista y el trabajo ha reforzado mi alegría de vivir. A pesar de todas las tragedias. Después de todo lo que he visto siempre relativizo en lo personal”, contaba a este diario en Lyon la semana pasada, durante el Quais du Polar, el festival de novela negra más importante de Europa. El encuentro transcurre en la soleada terraza de un bistró junto al Palais de la Bourse. Tourancheau acude con su uniforme oficial: botas, falda corta y chupa de cuero. Fuma y sonríe al responder. Sin embargo, según nos adentramos en el submundo criminal se olvida de todo lo demás.
Tourancheau (Chantonnai, 65 años) asegura no encontrar ninguna gran frustración cuando mira atrás a su carrera: más de tres décadas en Libération, luego ya por libre, centrada en el trabajo de fondo con sus libros y documentales. “Lo único que lamento es no haber podido tratar más historias”, confiesa quien mejor ha contado a través de un libro monumental titulado Le Grêlé, como se conocía a François Verove, la historia de un asesino en serie y violador que era en realidad policía y que estuvo bajo el radar durante décadas; o la de Guy Georges, La bestia de la Bastilla, una historia a la que aporta un libro (La traque), el guion y asesoramiento en una película (SK1) y la codirección de otra (Les femmes et l’assassin). Siempre en busca de la verdad, la profundidad y la mirada más adecuada. “El rigor, la empatía con las víctimas y el trabajo a la antigua, con una triple confirmación de las fuentes: eso es lo que enseñé durante años a mis alumnos de universidad. Eso y la necesidad de tener siempre un punto de vista”, sostiene.
Cuando se le pregunta por su relación con la policía es el único momento en el que la respuesta no sale directa, titubea a la mitad, se lo piensa. “Las relaciones son bastante… Lo que dicen muchos de ellos es que he sido leal, y creo que lo han sido conmigo. Y lo he sido también con los bandidos. Es un equilibrio complejo, porque no soy policía. Hay que mantenerse en una línea muy fina. Nunca pasaría información a unos atracadores, por ejemplo”. Son muchos años en los que ha contado cómo evolucionaba la ciencia y el trabajo policial, de las carencias que permitieron a Guy Georges matar y violar a sus anchas hasta los estándares actuales. ¿Hay hoy algún asesino en serie bajo el radar? “Gracias al ADN y al trabajo de investigación en casos no resueltos aparecerán asesinos en serie de los ochenta, los noventa y los primeros años dos mil, pero ahora cada vez es más difícil que pasen desapercibidos”, explica.
Sus true crime tienen una particularidad: al contrario que en otros grandes relatos del género, la periodista francesa se esconde detrás de los hechos y huye, salvo excepciones muy contadas, de la primera persona: “No soy la protagonista; lo son las víctimas, sus padres, los perpetradores, pero no yo. La historia es lo que importa y yo soy la periodista”. Los atracadores y su era dorada en los setenta y los ochenta marcaron el inicio de la carrera de Tourancheau, que nunca ha abandonado ese submundo. Su libro más reciente, Kim et les papys braqueurs (Kim y los abuelos atracadores), aborda uno de los últimos grandes golpes: el robo de las joyas de Kim Kardashian en París en 2014. Un caso que, como siempre, Tourancheau atacó de una manera muy especial: en 2021, con la investigación periodística en su punto álgido, le surgió la posibilidad de entrevistar a uno de los ladrones, pero el mundo vivía todavía las restricciones de la enésima oleada de covid, así que lo invitó a su casa. Esa parte del libro rompe con su regla sagrada: era imposible contarla sin que apareciera ella.
Conexiones y exclusivas imposibles
Y de grandes ladrones y exclusivas trata la mejor historia que atesora esta gran conversadora, una que no tendría cabida en una novela por inverosímil y que recogió primero en Libération y luego muy ampliada en su libro Le magot (El tesoro): la conexión entre Michel Fourniret, uno de los peores asesinos de la historia de Francia, y la banda de los Postiches. El conocido como Ogro de las Ardenas robó a estos míticos ladrones un montón de oro que tenían enterrado en un cementerio, en una de las conexiones más improbables y fantásticas de la historia criminal. A base de esfuerzo e intuición, Tourancheau descubrió en 2004 la relación antes que nadie: “Estuve semanas trabajando en silencio, sin contárselo ni siquiera a mis jefes para que no pensaran que estaba loca”, confiesa con satisfacción antes de insistir en que no es capaz de escribir obras ficción. ¿Para qué?, se podrán preguntar muchos.
El trabajo de Tourancheau le ha rendido a veces réditos inesperados. Como cuando una de las víctimas del Grêlé accedió a salir ante las cámaras en Unsoupçonnable, una producción de la periodista para France 2 que se estrenará este 2024, después de haber visto cómo trataba en el libro a otras mujeres violadas por Verove. Suya es también la valiente perspectiva de Les femmes et l’assassin, que aborda la lucha de las abogadas o madres que se cruzaron con Guy Georges. “Son mujeres poderosas que han luchado contra él. Había que hacerlas hablar por ellas y por las víctimas”.
En octubre de 1984 encontraron muerto al pequeño Grégroy Villemin horas después de haber sido secuestrado en el departamento de Vosgos. Tourancheau no trabajó al principio en el crimen sin resolver más famoso de Francia, aquel sobre el que más se ha escrito y hablado. “Desde el punto de vista periodístico se hizo todo lo que no se tenía que hacer”, asegura respecto al linchamiento mediático que sufrió la madre del pequeño, Christine, durante años. Pero en 2017, cuando la trama judicial dio un nuevo giro, vio una oportunidad. “Me dije: ‘Esto es para mí”, cuenta sin disimular la pasión. Trabajó con fuentes muy próximas, tanto que no se puede contar, y el resultado es el documental de Netflix sobre el caso, uno de los mejores true crime de esta oleada de los últimos años. “Por eso no puedo estar con 2.000 historias a la vez”, remata de repente, satisfecha. Seguro que, entre los muchos casos que sigue con la misma pasión que hace cuatro décadas, se encuentra la próxima gran historia, otra en la que la realidad supere a la ficción.