Guía para seguir el concierto de Año Nuevo 2024: un rito musical (y televisivo) con una fórmula infalible
La Filarmónica de Viena no falta a su 84ª cita anual del primero de enero con las marchas, valses y polcas de la familia Strauss y sus coetáneos. Este año con Christian Thielemann a la batuta y con la conmemoración del bicentenario de Bruckner
Las hileras de cariátides doradas del Musikverein siguen sosteniendo el peso del mundo, mientras contemplan el devenir del famoso Concierto de Año Nuevo. Allí estaban cuando Clemens Krauss y la Filarmónica de Viena inauguraron esta cita musical, el 31 de diciembre de 1939, con una sala infestada de esvásticas nazis. Y allí siguieron, pasada la II Guerra Mundial, cuando estos atractivos programas con piezas breves de bail...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Las hileras de cariátides doradas del Musikverein siguen sosteniendo el peso del mundo, mientras contemplan el devenir del famoso Concierto de Año Nuevo. Allí estaban cuando Clemens Krauss y la Filarmónica de Viena inauguraron esta cita musical, el 31 de diciembre de 1939, con una sala infestada de esvásticas nazis. Y allí siguieron, pasada la II Guerra Mundial, cuando estos atractivos programas con piezas breves de baile y opereta vienesa del siglo XIX se convirtieron, cada primero de enero, en un escaparate de la excelencia cultural de Austria.
Estas columnas con forma femenina también estuvieron presentes, en 1959, en la primera retransmisión televisiva que dirigió Willi Boskovsky. La compañía pública de radiodifusión austríaca (ORF) lo llevó entonces hasta las pantallas de nueve países a través de Eurovisión, aunque hoy ya son más de 90 con una audiencia potencial de más de mil millones. Y seguro que también asistieron con estupor a la tímida presencia femenina sobre su escenario, que no comenzó prácticamente hasta hace unos 20 años.
El Concierto de Año Nuevo es el evento musical (y televisivo) predilecto de las mañanas del primero de enero. Y en las últimas cuatro décadas se ha convertido en un popular rito para comenzar el nuevo año, siempre de la mano de RTVE. Mantiene una fórmula infalible que combina a una de las mejores orquestas del mundo, bajo la dirección de un afamado director, con un atractivo programa de marchas, polcas y valses de la familia Strauss y sus coetáneos.
Sobresale también por su celebración en una bella sala exquisitamente decorada para la ocasión. Con escenas de ballet en ubicaciones emblemáticas, un documental para el intermedio sobre los tesoros de Austria y una sobresaliente realización audiovisual. Este año vuelve a ser responsabilidad del preciso y analítico Michael Beyer, que cuenta con 15 cámaras de alta definición. En España se retransmite en La 1 de TVE, desde las 11:15, aderezado por los comentarios del periodista musical Martín Llade. Dos horas llenas de tradición y salpicadas por alguna novedad.
El Musikverein vienés nos abre sus puertas
Lo primero que vemos todos los años, tras la señal de Eurovisión, es el edificio de 1870 diseñado por el arquitecto danés Theophil von Hansen. Una joya neoclásica cuya sala dorada es famosa también por su legendaria acústica nítida y corpórea. La vemos decorada, un año más, por el arte de los jardineros urbanos de la ciudad de Viena que tratan de encontrar una simbiosis visual con lo escuchado. Para ello han desplegado un mar de 30.000 anturios, claveles, rosas y lirios, cuyos tonos rosáceos y pastel iluminarán los elementos dorados de la sala vienesa al son de la música.
El sonido inconfundible de la Filarmónica de Viena
La orquesta del Concierto de Año Nuevo está formada por los mejores músicos de la Ópera Estatal de Viena, a la que acceden tras tres años de prueba. Surgió, hace 181 años, para satisfacer los conciertos filarmónicos de la capital austriaca. Pero destaca por una personalidad sonora refinada e inconfundible que cuenta con variantes autóctonas de varios instrumentos. Un maridaje ideal de la cuerda con la madera y del metal con la percusión que encaja a la perfección con los dorados y mates de la sala donde tocan.
El conjunto es casi exclusivamente masculino, aunque ha ido admitiendo mujeres en los últimos 20 años, principalmente en la sección de cuerda. En la actualidad son 24 dentro de un conjunto de 145 instrumentistas, aunque ese número crecerá si tenemos en cuenta que 8 de los 13 puestos de la academia de la orquesta están actualmente ocupados por féminas. En la presente edición del Concierto de Año Nuevo vuelve a estar la violinista Albena Danailova en el primer atril al lado del concertino y, entre las demás, destaca la presencia de Karin Bonelli y de Andrea Götsch, respectivamente, como segunda flauta y segundo clarinete.
Siempre un director y este año Christian Thielemann
La Filarmónica de Viena no tiene un director principal desde 1933. Suele invitar a los más destacados del mundo para cada concierto de abono, gira o festival. El Concierto de Año Nuevo contó, al principio, con un director estable (Clemens Krauss, Josef Krips, Willi Boskovsky y Lorin Maazel). Pero, desde 1987, se cambia cada año. El primero fue Herbert von Karajan y le siguieron Claudio Abbado, Carlos Kleiber, Zubin Mehta, Riccardo Muti, Nikolaus Harnoncourt, Seiji Ozawa, Mariss Jansons, Georges Prêtre, Daniel Barenboim, Franz Welser-Möst, Gustavo Dudamel, Christian Thielemann y Andris Nelsons.
Aunque no lo parezca, la cita del nuevo año con los filarmónicos vieneses precisa de mucha experiencia, pues es una arriesgada prueba de fuego para cualquier batuta. Y todos los citados han dirigido previamente en varios de sus conciertos de abono. Si tenemos en cuenta que nunca una mujer ha dirigido una de esas prestigiosas citas para abonados, tardaremos todavía algunos años en ver a una directora al frente del Concierto de Año Nuevo. Las mujeres que han dirigido a la Filarmónica de Viena todavía pueden contarse con los dedos de una mano, aunque su número crecerá, en 2024, con el debut de la alemana Joana Mallwitz.
En esta edición regresa, por segunda vez, Christian Thielemann (Berlín, 64 años), que ya dirigió en 2019. El director alemán se convertirá, la próxima temporada, en el flamante sucesor de Daniel Barenboim al frente de la Ópera Estatal de Berlín. Y previamente ha sido titular de la Staatskapelle Dresden y de la Filarmónica de Múnich, además de la Deutsche Oper berlinesa. Colabora con la Filarmónica de Viena, desde 2000, y ha grabado con esta orquesta una integral de las nueve sinfonías de Beethoven junto a otra reciente de las 11 de Bruckner. Tiene dos libros acerca de sus experiencias musicales con Beethoven y Wagner, aunque su principal retrato musical lo redactó Kläre Warnecke hace 20 años. Un músico que rehuyó la euforia historicista en favor de la tradición alemana de Wilhelm Furtwängler y Herbert von Karajan. Hay que reconocer que su talla musical queda por debajo de ambos. Y su dirección brilla más con el Strauss bávaro (Richard) que con las partituras de los Strauss vieneses, a juzgar por lo escuchado en 2019.
Johann Strauss vuelve a ser el protagonista
La tradición del Concierto de Año Nuevo está relacionada con esa referida dinastía de compositores de música de baile y opereta vienesa del siglo XIX: formada por el patriarca Johann Strauss junto a sus tres vástagos Johann hijo, Josef y Eduard. El año pasado Welser-Möst dio un inusual protagonismo a Josef Strauss, pero este año volvemos a la normalidad con un claro predominio de obras de Johann Strauss hijo en el programa (7 de 18). Tampoco faltan composiciones de sus hermanos Josef y Eduard, que se han repartido de forma equitativa (2 de 18). Y de Johann padre la única obra es la ubicua Marcha Radetzky al final.
Pero en el Concierto de Año Nuevo también se incluyen obras de otros compositores coetáneos o relacionados con la orquesta vienesa. Este año se abre el fuego con una novedad de Karl Komzák hijo, Marcha del archiduque Albrecht, que forma parte del equivalente checo de la dinastía Strauss. Pero esta obra fue escrita en Viena, en 1887, cuando Komzák hijo trabajaba como director de la banda del 84º Regimiento Imperial y Real de Infantería. También se incluye otra novedad del “Strauss danés” y gran compositor de galopes, Hans Christian Lumbye, con un ejemplo de 1849 que tiene un título más que apropiado: ¡Feliz Año Nuevo!
Más interesante resulta la otra novedad de la primera parte del concierto: el bello vals Para todo el mundo, de Josef Hellmesberger hijo, que fue director titular de la Filarmónica de Viena, entre 1901 y 1903. De él también se incluye, en la segunda parte, la Polca-Estudiantina de su ballet La perla de Iberia, que combina el wagnerismo con el exotismo español: una trama ambientada en Zaragoza y protagonizada por la gitana Paquita que, huyendo del gobernador de la ciudad, se sumerge en las aguas del Ebro, que suenan como un remedo de El oro del Rin y donde se le insinúa el mismísimo dios Neptuno. Y tampoco falta algún vals de Carl Michael Ziehrer, un compositor coetáneo y rival de Johann Strauss hijo y de Eduard Strauss. Este año vuelve a escucharse Ciudadanos de Viena, que sonó por vez primera en el Concierto de Año Nuevo, en 1972.
En esta edición se añade también una pieza de Anton Bruckner como excepcional celebración del bicentenario de su nacimiento: un arreglo orquestal, realizado por Wolfgang Dörner, de su temprana Cuadrilla, WAB 121 para piano a cuatro manos. Se trata de algo similar a lo que se hizo en el pasado con otros aniversarios , como en 1991 con Mozart, en 1997 con Schubert, en 2009 con Haydn, en 2013 con Verdi y Wagner, en 2014 con Richard Strauss y en 2020 con Beethoven.
Lo de siempre, pero con novedades
El programa del Concierto de Año Nuevo 2024 incluye un amplio abanico de composiciones que nunca antes se habían interpretado en esta popular cita musical (9 de 18). Resulta curioso comprobar, además, que tampoco se ha interpretado nunca una composición escrita por una mujer. En la primera parte se detecta una predilección hacia París que quizá está relacionada con los próximos Juegos Olímpicos de Verano. Hay dos composiciones, de Johann Strauss hijo, que tuvieron su origen en la capital francesa: el famoso vals Bombones vieneses, que une la elegancia vienesa con la alegría parisina y se ha escuchado desde 1955 en el Concierto de Año Nuevo, y la novedad de la Polca de Le Figaro, que fue un agradecimiento al editor del diario francés y su partitura se publicó en la edición del 30 de julio de 1867.
Esta alternancia de valses y polcas es la norma básica de este popular concierto. Este año hay cinco valses, dos en la primera parte y tres en la segunda. Se trata de las obras sinfónicas más largas y elaboradas, donde se conjugan varias secciones de vals, entre una introducción lenta y una coda final. Aparte de los referidos más arriba de Hellmesberger y Ziehrer, y del citado Bombones vieneses, de Johann hijo, los dos valses más interesantes son Delirios, de Josef Strauss, que se escucha en esta cita desde 1944 y arranca con una evocación de la fiebre gripal inspirada en El cazador furtivo, de Carl Maria von Weber, y el Vals de Ischl, que es uno de los dos valses póstumos de Johann Strauss hijo y es novedad en el Concierto de Año Nuevo.
Los valses se alternan con piezas más cortas, como las polcas, danzas de origen bohemio muy populares en Viena en el siglo XIX. Este año hay ejemplos de sus tres variantes: la chispeante polca rápida (como Sin frenos, de Eduard Strauss, que cierra la primera parte, y Nueva Polca Pizzicato, de Johann hijo, con el característico sonido pellizcado de la cuerda), la elegante polca francesa (esta edición con la referida novedad de la Polca de Le Figaro) y la estilizada y armoniosa polca-mazurca en compás ternario (esta vez representada con otra novedad: La alta fuente, de Eduard Strauss, relacionada con la inauguración de la Hochstrahlbrunnen o fuente de chorro alto en la vienesa Schwarzenbergplatz).
La polca-mazurca La alta fuente también aspira a mostrar el interés de la Filarmónica de Viena hacia la protección del medio ambiente. De hecho, el presidente de la orquesta anunció, durante la rueda de prensa del pasado jueves, 28 de diciembre, que han donado 100.000 euros a la Asociación Alpina de Austria (VAVÖ). Por lo demás, Thielemann ha recuperado el hábito de programar una marcha como apertura del concierto, la referida Marcha del archiduque Albrecht, de Komzák hijo. Y también abre la segunda parte con la tradición de tocar la obertura de una opereta, en este caso Asperilla, de Johann Strauss hijo, habitual en esta cita musical desde 1947.
Las tres propinas
Es bien sabido que, en el Concierto de Año Nuevo, el programa previsto no concluye la matiné. Siempre hay tres propinas, es decir, composiciones que se añaden al final y fuera de programa. Tienen un carácter especial pues están previamente establecidas desde 1958: una polca rápida que varía cada año (en 2024 será la Polca del yóquey, de Josef Strauss), seguida por el vals más famoso, Junto al bello Danubio azul, de Johann hijo, y la Marcha Radetzky, de Johann padre. Se da la casualidad de que esta triada de propinas es la misma que dirigió Carlos Kleiber, en 1989, quizá en la mejor edición en toda la historia del Concierto de Año Nuevo.
Dos tradiciones donde interviene el público
Hay dos tradiciones asignadas al público durante el Concierto de Año Nuevo. Una es la felicitación del nuevo año que realiza el director con la orquesta antes del vals Junto al bello Danubio azul. Aquí es habitual que el público interrumpa la música con aplausos al comienzo de la introducción del vals. El director proclama en alemán: “La Filarmónica de Viena y yo les deseamos…”; y la orquesta añade: “Feliz año nuevo”.
La otra tradición es el palmeo acompasado en la Marcha Radetzky, de Johann Strauss padre, con la que termina. En muchas ocasiones se realiza bajo las indicaciones del director de orquesta. Es lo que ha quedado de un evento musical donde el público se comportaba en el pasado de forma más libre y natural.
El mundo sigue sin estar para bromas
Durante los años en que Willi Boskovsky dirigió el Concierto de Año Nuevo (1955-1979) adquirió su condición más festiva y divertida. Se salpicó de disfraces, gags y bromas. Su origen está relacionado con el ingenio del percusionista Franz Broschek, que realizaba hilarantes dramatizaciones en algunas piezas del concierto. En adelante se ha implicado a los directores en divertidos guiños humorísticos. Si Welser-Möst reconoció, el año pasado, que el mundo no está para bromas, la situación ha empeorado ostensiblemente con el conflicto árabe-israelí. De hecho, Thielemann demostró, en 2019, que tampoco le interesa esta tradición del Concierto de Año Nuevo.
Descubriendo a Anton Bruckner
El concierto tiene dos partes con un intervalo de unos 25 minutos donde se emite un breve documental sobre los tesoros culturales y naturales de Austria. Se realiza en un formato que no precisa de intervenciones habladas al estar pensado para su emisión en muchos países. En esta ocasión veremos, a partir de las 11:50, un documental titulado Anton Bruckner. Un viaje de descubrimiento, que conmemora el bicentenario del compositor austriaco y ha sido filmado por Felix Breisach. En esta filmación nos trasladaremos a la Abadía de San Florián, cerca de la ciudad de Linz, para que dos niños cantores nos embarquen en un viaje por la vida del compositor. Visitaremos su natal Ansfelden, la ciudad balneario de Bad Ischl, el Ars Electronica Center de Linz y también el Musikverein, para escuchar varios arreglos de su música que tocarán integrantes de la Filarmónica de Viena. Y el documental terminará en la abadía agustina del principio con los dos niños cantando el bello motete Locus iste ante la tumba del compositor.
Bailar Strauss donde Francisco José se enamoró de Sissi
La retransmisión televisiva del Concierto de Año Nuevo añadió, a partir de 1959, escenas pregrabadas de ballet. Están protagonizadas por los solistas del Ballet de la Ópera Estatal de Viena y cuentan con un coreógrafo invitado. Este año ha vuelto el coreógrafo italiano Davide Bombana y en el vestuario debutará la figurinista austriaca Susanne Bisovsky. Los bailarines actuarán en dos piezas durante la segunda parte del concierto. Veremos a la pareja formada por los solistas Ketevan Papava y Eno Peçi en el Vals de Ischl., de Johann Strauss hijo, en los alrededores de la Kaiservilla de Bad Ischl, la residencia veraniega donde Francisco José I conoció a su futura esposa, la emperatriz Sissi. La escena pretende celebrar que Bad Ischl será una de las tres capitales europeas de la cultura en 2024. La otra escena coincidirá con el vals Ciudadanos de Viena, de Carl Michael Ziehrer, y contará con cinco parejas. Con ellos veremos los lugares más emblemáticos del castillo de Rosenburg, como el salón de mármol, la biblioteca o sus jardines ubicados entre el estanque de nenúfares y el patio de cetrería, donde todavía se hacen demostraciones de está práctica de adiestramiento de halcones.