Cien años con Jorge Semprún

La efeméride del escritor y político aborda su figura poliédrica con novedades editoriales, un documental, una exposición, la proyección de sus películas y una representación teatral

Jorge Semprún, en la Residencia de Estudiantes, en Madrid en mayo de 2003.Eulogio Martín Castellanos

En un discurso que pronunció el 3 de octubre de 1995 al recibir el premio de la ciudad de Weimar, Jorge Semprún comentó de pasada que cuando le preguntaban si era francés o español, escritor o político, se le ocurría decir que “antes de todo, o por encima de todo” era “un exdeportado de Buchenwald”. Así que echando la vista atrás, encontraba sus puntos de referencia, su verdadero hogar, en aquel campo de concentración nazi en el que estuvo recluido un año y medio cuando era joven, y que habría a su vez de convertirse en u...

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En un discurso que pronunció el 3 de octubre de 1995 al recibir el premio de la ciudad de Weimar, Jorge Semprún comentó de pasada que cuando le preguntaban si era francés o español, escritor o político, se le ocurría decir que “antes de todo, o por encima de todo” era “un exdeportado de Buchenwald”. Así que echando la vista atrás, encontraba sus puntos de referencia, su verdadero hogar, en aquel campo de concentración nazi en el que estuvo recluido un año y medio cuando era joven, y que habría a su vez de convertirse en uno soviético al terminar la II Guerra Mundial. “Me gusta su optimismo, su vitalidad”, dice Mayka Lahoz, doctora en Filosofía y Letras y responsable de la edición de Destino y memoria (Tusquets), una de las novedades editoriales que coinciden con la celebración este otoño de 2023 del programa de actividades para conmemorar al escritor y político en su centenario.

El nuevo libro reúne textos de estudiosos de su obra —Benito Bermejo, Felipe Nieto, Jordi Amat, Reyes Mate, Anna Caballé y Esteve Riambau— y el recuerdo de personas que lo trataron —Claude Landman, Carmen Claudín, José María Ridao, Juby Bustamante, Michi Strausfeld, Claudio Aranzadi, Felipe González, Juan Cruz Ruiz, Constantin Costa-Gavras, Miguel Ángel Aguilar y Albert Solé— para reconstruir las múltiples vidas de ese hombre que nació en Madrid el 10 de diciembre de 1923 y al que le tocó reinventarse una y otra vez. Acaso por eso, concentra en todas sus experiencias la terrible y trágica historia de la Europa del siglo XX. “Incluso en el relato de su estancia en un campo de concentración hay detalles de humor”, continúa Mayka Lahoz. “Detrás de toda la negrura, un rayo de luz”.

Un deportado toda su vida, “un apátrida”. Lahoz habla al acordarse de Semprún de alguien que fue tocado por una “vertiginosa experiencia de libertad radical”, y dice también que fue “imprevisiblemente humano”. Nació en el seno una familia acomodada, católica y liberal de la alta burguesía madrileña. Cuarto de siete hijos, su madre fue hija de Antonio Maura, uno de los grandes políticos de la Restauración, varias veces presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Alfonso XIII.

Jorge Semprún saluda a Virgilio Peña y Vicente García en el antiguo campo de concentración de Buchenwald.ULY MARTÍN

“La salida al exilio tras el golpe de Estado de Franco fue el primero de sus grandes desgarros”, cuenta Mayka Lahoz, aunque enseguida corrige: antes, a los ocho años, ya había padecido la muerte de su madre. Dejó atrás el mundo de su infancia —“Su identidad quedó pulverizada”— y empezó su peregrinaje junto a los suyos: Bayona, Lestelle Bétharram, Ginebra, La Haya. Llegó a estudiar a París a los 16 años con su hermano Gonzalo. Era uno más de los muchos de la España derrotada, un “rojo español”. Empezó a estudiar Filosofía, encontró en la lucha comunista una manera de batallar contra el fascismo, y se incorporó a la Resistencia cuando los nazis llegaron a París.

Lo atraparon, lo condujeron a Buchenwald. Otro desgarro más, el de convertirse en un simple número, el 44904. Tuvo suerte, gracias a su conocimiento del alemán lo destinaron a tareas administrativas y pudo sobrevivir. Cuando los aliados liberaron el campo, algunos prisioneros salieron detrás de los nazis que huían con las armas que estos habían abandonado. “Semprún cogió una bazuca y fue uno de ellos”, explica al teléfono Albert Solé, que ha realizado un documental sobre el escritor, Las mil vidas de Jorge Semprún, que TVE emitirá el 10 de diciembre. Cuenta ahí sus numerosas transformaciones y recoge los testimonios de las autoras de sendas biografías, Soledad Maura y Franziska Augstein, de su nieto Thomas Landman, y de amigos como Bernard Pívot, Josep Ramoneda, Carlos Solchaga, Franck Apprederis o Alain Minc. Los homenajes cinematográficos a Semprún también incluyen estos días un ciclo organizado por la Filmoteca en el Cine Doré, que arrancó este lunes y en el que se proyectarán varios de sus trabajos como guionista cinematográfico de directores como Costa-Gavras, Alain Resnais, Joseph Losey, Yves Boiset, Hugo Santiago o Alexander Arcady.

Vida clandestina

La siguiente etapa en la vida de Semprún tras Buchenwald fue la del revolucionario profesional que organiza en España las redes clandestinas del Partido Comunista para luchar contra la dictadura. Vivió en el filo de la navaja bajo el alias de Federico Sánchez. La otra cara de aquel compromiso radical fue su falta de crítica al estalinismo en los años cincuenta, cobijado bajo aquella perversa fórmula de que “era preferible equivocarse dentro del partido a tener razón fuera de él”. Fue distanciándose de la ortodoxia y criticó la burbuja en la que habitaban los líderes del partido, que desconocían lo que de verdad ocurría en España: la Huelga Nacional Pacífica de 1959, que pretendía asestar un serio revés a la dictadura, terminó siendo un enorme fiasco. En 1964 fue expulsado junto a Fernando Claudín del partido. Otro desgarro —quizá “el mayor de todos”, dice Mayka Lahoz—: el comunismo le había dado sentido a su vida. Cuando lo echaron, recuerda Albert Solé, La Pasionaria lo trató de “cabeza de chorlito”.

El escritor y exministro de Cultura español, Jorge Semprún, en 2011.BERNARDO PÉREZ

Pero él ya había conseguido romper el bloqueo que no le permitía escribir y consiguió reconstruir su traslado a Buchenwald en la novela El largo viaje, con la que obtuvo el Formentor. La escritura lo salvó de aquella profunda crisis. “Empezó a hacer también guiones”, explica Elios Mendieta, que acaba de publicar Memoria y guerra civil en la obra de Jorge Semprún (Guillermo Escolar). “Llegó al cine a través de su mujer, Colette Leloup, y tuvo una buena sintonía con Alain Resnais, a ambos les interesaba trabajar con la memoria”. De ahí surgió la película La guerra ha terminado, y de nuevo la marca que iba a caracterizar su obra creativa. “Utilizar sus propias experiencias como materia de creación”, dice Mendieta. Albert Solé subraya, por otro lado: “No es un novelista que inventa tramas ajenas, sino que se sirve de su propia vida, hasta el punto de volver sobre los mismos episodios —y dar versiones a veces contradictorias— en distintas obras y según el momento de escribirlas”.

El Largo Viaje. Jorge Semprún será también el título de la exposición que organiza el Ministerio de Cultura y Deporte, en colaboración con Acción Cultural Española, cuya inauguración está prevista para marzo en el Archivo Histórico Nacional. Antes, el 11 de diciembre, el Teatro María Guerrero de Madrid permitirá un acercamiento a la poca conocida producción teatral de Semprún, con la lectura dramatizada de su obra Gurs: una tragedia europea, sobre el campo de concentración en el sur de Francia, donde fueron deportados tras la Guerra Civil española 23.000 republicanos.

Con la nueva máscara del escritor, Semprún quiso reinventar su vocación de izquierdas y ser al mismo tiempo profundamente crítico con el totalitarismo comunista. En 1988 Felipe González lo invitó a formar parte de su Gobierno como ministro de Cultura. Federico Sánchez volvió a una España tan cambiada que esta vez los guardias civiles se cuadraban cuando lo tenían delante.

El nuevo desgarro le sobrevino al descubrir que sus críticas a la excesiva burocratización del partido y a las corruptelas del hermano del vicepresidente Alfonso Guerra lo obligaron a dejar el Gobierno. La democracia y Europa ya eran entonces sus grandes banderas, y sus libros —Aquel domingo, La escritura o la vida, Autobiografía de Federico Sánchez o Federico Sánchez se despide de ustedes, entre otros— eran leídos y celebrados. El exdeportado de Buchenwald había conseguido dar salida a sus sucesivos desgarros y su obra recogía así la devastadora historia del siglo XX.

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