Akihiko Kondo, casado con la cantante virtual de sus sueños
La pasión por el manga, el anime y los videojuegos dispara en Japón el número de personas que eligen como pareja a personajes ficticios
El pasado 31 de agosto, millones de creadores musicales y seguidores de todo el mundo celebraron virtualmente el decimosexto cumpleaños de Hatsune Miku. La homenajeada no es una persona de carne y hueso, sino un exitoso software de voz femenina, o vocaloide, que se ha convertido en una celebridad como cantante. La pasión que despierta es tal que incluso hay quien se ha enamorado de ella. Sobr...
El pasado 31 de agosto, millones de creadores musicales y seguidores de todo el mundo celebraron virtualmente el decimosexto cumpleaños de Hatsune Miku. La homenajeada no es una persona de carne y hueso, sino un exitoso software de voz femenina, o vocaloide, que se ha convertido en una celebridad como cantante. La pasión que despierta es tal que incluso hay quien se ha enamorado de ella. Sobre todo en Japón, donde cada vez crece más el colectivo de los llamados fictosexuales, personas que eligen como pareja a seres de ficción, casi siempre digitales, y que plantean códigos sociales nunca vistos hasta ahora. La mayoría de los fictosexuales pertenece a la familia de los otaku: es decir, muy aficionados al manga, el anime y los videojuegos. Algunos los perciben como inadaptados que pervierten las normas de convivencia. Y muchos los asocian con el hentai, el más popular género de pornografía animada originada en el país nipón.
Hasta existe una Asociación de Fictosexuales, presidida por Akihiko Kondo, uno de los pioneros del movimiento, que en 2018 se casó, en una ceremonia simbólica, con el avatar de Hatsune Miku. Durante los primeros dos años de su inusual unión, Kondo empezó a comunicarse con su pareja a través de un holograma instalado en una cápsula transparente del tamaño de una lámpara de mesa, fabricado por la empresa Gatebox. La vocaloide, cuya voz sintética está basada en la de una actriz profesional, lo saludaba, hacía gestos coquetos y sostenía diálogos mucho más emotivos que los de un asistente digital. En numerosos reportajes, Kondo, que trabaja como administrativo en una escuela pública, reiteraba su amor incondicional por el avatar de minifalda, coletas turquesa y ojos enormes. Y anunció que se iba a casar con ella.
Cuando alguien en las redes cuestionó la unión por carecer del consentimiento del personaje, Kondo subió un vídeo en el que, tras escuchar la propuesta de matrimonio, el holograma juntaba las manos delante del pecho, inclinaba su cuerpo hacia un lado y respondía con la forma indirecta usual en la cultura japonesa: “Trátame bien”.
Pero en marzo de 2020, en los inicios de la pandemia, Gatebox anunció que desconectaba a Hatsune Miku de sus servidores. El holograma se apagó y algunos titulares definieron a Kondo como el “primer viudo digital”. En la prensa se especuló con la idea de que el vertiginoso desarrollo de entornos digitales como el metaverso aumentaría las relaciones románticas ficticias. Se advertía, sin embargo, de que su duración dependería de lo que quisieran las empresas tecnológicas.
Poco después, Kondo mandó hacer una muñeca de tamaño humano ―cuyo material no quiso revelar― junto a la cual come, lee y escribe, pero no duerme, pues, advierte, no es un juguete sexual. La muñeca también está presente cuando recibe visitas en su casa, un típico apartamento japonés de dos espacios situado en una discreta zona residencial de Tokio.
Con su camisa blanca, corbata, gafas de pasta negra y sonrisa permanente, Kondo es la imagen típica de un afable funcionario japonés que aparenta 10 años menos de los 40 que en realidad tiene. Señala con la mano abierta la muñeca y dice: “Esta es Miku” (Hatsume, que quiere decir “primer sonido”, es el apellido.)
Miku impresiona por la calidad de su factura. Sus enormes ojos azules tienen los brillos realistas del mejor anime y aunque su sonrisa esquiva evoca a la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, puede ser también la expresión de una comedida adolescente que no habla hasta que nadie le dirige la palabra. Tal vez por eso, durante toda la entrevista, en la que Miku es el sujeto principal, Kondo evita dirigirse a ella directamente. “Todo pasa dentro de mi mente”, explica. Aclara que tiene muy definidos los límites de su fantasía e insiste en la felicidad que le proporciona la cercanía del personaje.
Más que amor a primera vista, lo suyo fue amor a la primera canción. En 2007, cuando se encontraba de baja laboral por depresión, escuchó a Miku cantando Miracle Painting, una alegre balada romántica que celebra el poder transformador del amor. Dice que su vida cambió y pudo volver a trabajar.
Pero más allá de la relación de Kondo con Miku, la vocaloide es toda una celebridad. Como el software con el que está desarrollada es libre y promueve la colaboración entre usuarios, desde su creación internet se ha visto inundada de canciones originales con su voz y responsables de famosos videojuegos la han incorporado a sus relatos. La empresa creadora, Crypton Future Media, la ha convertido en un popular holograma que llena grandes auditorios y ha sido invitado especial, como ingrediente exótico y futurista, a conciertos de Lady Gaga y programas de televisión como el David Letterman Show. Hoy se habla de más de cien mil canciones originales de Miku en diversos idiomas, incluido el español.
La popularidad de Miku ha dado lugar a numerosos enamoramientos y compromisos matrimoniales como el de Kondo. El otro marido más célebre es un divorciado de 58 años con dos hijos, conocido como Roy, que se casó con Miku el año pasado.
Kondo no siente celos y dice al respecto: “Hay una Miku para cada persona”. Recuerda, además, que precisamente hizo públicas sus nupcias para “apoyar a otros con sentimientos hacia personajes de ficción”. Actualmente cursa estudios universitarios de derechos de las minorías y hace frente, con tacto y diplomacia, al vapuleo constante en las redes sociales, donde lo han llamado “loco, repugnante y anormal”.
Como directivo y fundador de la Asociación de Fictosexuales, Kondo convoca reuniones para “animar a los que no han salido del armario”, como afirma para defender una minoría creciente que busca su espacio en una sociedad inclusiva. De su pequeña biblioteca saca un estudio de la Asociación Japonesa para la Educación Sexual de 2017, según el cual más de un 10 % de los estudiantes de secundaria y universitarios japoneses confesó haber estado enamorado de un personaje de ficción. La cifra más alta, el 17 %, se situó entre las universitarias.
Estudiosos de la crisis demográfica nipona, como el sociólogo Masahiro Yamada, famoso por etiquetar de “solteros parásitos” a los hijos reacios a emanciparse, vislumbran un país extenuado donde cada vez más jóvenes con trabajos precarios recurrirán al mundo virtual para su realización personal. En 2022, Japón completó 14 años seguidos de caída demográfica. La popularización de las plataformas de pornografía, los juguetes sexuales y la sofisticación de las narrativas de inmersión no permiten vaticinar una mejora. Podrían propiciar, en cambio, un entorno más apto para los fictosexuales.
Para Patrick W. Galbraith, autor de Otaku y la lucha por la imaginación en Japón (Otaku and the Struggle for Imagination in Japan), en un país saturado de manga y anime donde sus personajes “organizan nuestra atención, nuestros intereses y nuestros afectos”, es natural que haya fictosexuales. Pero como “escapan de la realidad” al no casarse ni tener hijos, encuentran resistencia social y familiar y forman sus redes de apoyo, explica Galbraith, que además es profesor asociado de la Universidad de Senshu en Tokio.
Los medios de comunicación japoneses y asociaciones de psicología recurren constantemente a Kondo para advertir sobre una tendencia que parece irreversible y llena de incógnitas. Su red de apoyo se amplía y el último espaldarazo es el reciente nombramiento como viceministro especial de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología de Taro Yamada, diputado del partido gubernamental, que participó como invitado en la boda de Kondo, una ceremonia a la que nadie de la familia del excepcional novio quiso asistir.