Los bálsamos de la eternidad de una momia egipcia olían a pino, cera de abejas y betún
El análisis de los vasos canopos de una dama del antiguo Egipto aporta nuevas claves y misterios sobre el complejo proceso de momificación y los lazos comerciales de la época
La sociedad del antiguo Egipto es popularmente conocida por la tradición y los refinados rituales que desarrolló entorno a la muerte y la vida de ultratumba, sobre todo de sus élites gobernantes. En el centro de esta cultura funeraria se encontraban los complejos procesos de momificación, que se practicaron durante casi 4.000 años para conservar el cuerpo y los órganos de los difuntos con la mirada p...
La sociedad del antiguo Egipto es popularmente conocida por la tradición y los refinados rituales que desarrolló entorno a la muerte y la vida de ultratumba, sobre todo de sus élites gobernantes. En el centro de esta cultura funeraria se encontraban los complejos procesos de momificación, que se practicaron durante casi 4.000 años para conservar el cuerpo y los órganos de los difuntos con la mirada puesta en el más allá.
Parte de este sofisticado procedimiento pasaba por extraer meticulosamente los órganos del fallecido para que su cuerpo se desecara mejor, y facilitar así su conservación a largo plazo a la espera del futuro regreso de su alma. A menudo, estos órganos también se embalsamaban y se conservaban en unos recipientes conocidos como vasos canopos.
Pese a haber sido una práctica tan extendida en el tiempo, apenas existen fuentes escritas que detallen este proceso, y no se conoce ningún texto antiguo que recoja los ingredientes empleados en la preparación de los bálsamos usados durante la momificación. Los únicos documentos disponibles que especifican ingredientes son de origen griego y romano, pero no existe la certeza de que el proceso fuera entonces igual que cientos de años atrás.
En un intento de arrojar luz sobre esta cuestión, un grupo de investigadores ha analizado recientemente los residuos de bálsamo hallados en unos vasos canopos que en el pasado contuvieron los órganos momificados de una dama del antiguo Egipto llamada Senetnay, que vivió hace casi 3500 años. Aunque los órganos en cuestión se han perdido, los frascos de piedra caliza, que fueron encontrados en una tumba del Valle de los Reyes, en el sur de Egipto, por el arqueólogo británico Howard Carter hace más de un siglo, aún conservan parcialmente restos de los bálsamos en su interior, lo que ha permitido extraer muestras.
Los resultados han revelado que los bálsamos usados en este caso combinaban productos naturales e ingredientes odoríferos, y se componían de una fina base de aceites, grasas, cera de abejas y betún que se mezclaron con resinas pináceas. Según concluye el estudio, publicado en la revista científica Scientific Reports, se trata de uno de los bálsamos más complejos jamás identificados en una época tan temprana del antiguo Egipto.
La sofisticación de los bálsamos -señalan los investigadores- refleja y confirma la elevada posición social de Senetnay, de quien se sabe que fue nodriza del faraón Amenhotep II, hijo de Tutmosis III. En este sentido, su presencia en el Valle de los Reyes, una necrópolis por lo general reservada a faraones y nobles, y el cuidadoso trato que se dio a sus restos, también sugieren una alta estima por parte del gobernante de la época y su entorno.
Al mismo tiempo, el estudio nota que la mayoría de ingredientes encontrados en los vasos canopos de Senetnay no son de origen local, sino que fueron importados, lo que, además de reforzar todavía más la idea de que era una mujer destacada, aporta nueva información sobre los lazos comerciales de los antiguos egipcios en el II milenio antes de la era común.
Vastas redes comerciales
“El aspecto más sorprendente e interesante de la investigación fue descubrir las vastas redes comerciales del antiguo Egipto, sobre todo a mediados del II milenio antes de Cristo”, comenta Barbara Huber, una de las líderes del estudio. “Descubrir ingredientes como la resina de alerce, originaria del norte del Mediterráneo y de Europa central, y la posible presencia de [resina de] damar, que procede exclusivamente de los bosques tropicales del sudeste asiático, fue sorprendente”, añade. “Esto dibuja un panorama de un mundo muy interconectado y globalizado a mediados del II milenio”, apunta.
Junto con las nuevas claves que el estudio ha ofrecido acerca de los bálsamos utilizados durante el proceso de momificación, el análisis de los vasos canopos de Senetnay también plantea nuevos interrogantes. En esta línea, los bálsamos de los dos frascos que se han estudiado presentan una composición similar pero no idéntica, y las proporciones de los ingredientes hallados en cada uno son igualmente diferentes. Los investigadores creen que estas diferencias podrían ser fruto de una degradación dispar de los ingredientes a lo largo de los siglos, o de una distribución no uniforme del bálsamo de momificación. Pero a estas alturas no descartan que los bálsamos fueran en realidad específicos de cada órgano, lo que implicaría un procedimiento todavía más sofisticado que el que se conoce.
Además de estudiar los bálsamos, el equipo también ha decidido recrear su aroma, y Huber señala que este formará parte de una exposición sobre el antiguo Egipto que se inaugurará en octubre en el museo Moesgård de Aarhus, en Dinamarca. “La idea [es] crear una máquina del tiempo para la nariz y ofrecer a los visitantes una experiencia holística y multisensorial de la vida, la muerte y los rituales de ultratumba del antiguo Egipto”, explica la investigadora. De este modo, nota, “los visitantes podrán encontrarse con un puente olfativo hacia el pasado, experimentando el misterio de la momificación”.