150 años del infierno de Rimbaud: historia asombrosa y cómica del libro que cambió la poesía

‘Una temporada en el infierno’: cómo el autor prefirió el dinero al arte en uno de los primeros actos surrealistas de la historia

El actor Leonardo DiCaprio, en el papel de Arthur Rimbaud en la película 'Vidas al límite'.

Hace 150 años se editó en Bruselas, en la imprenta de Jacques Poot et Cie, un libro sin presente, solo con futuro. En 1873, vio la luz un pequeño folleto de poco más de 50 páginas titulado Una temporada en el infierno, firmado por el joven poeta, tenía entonces 21 años, Arthur Rimbaud. La edición constaba de 500 ejemplares y la madre del autor era quien financiaba el proyecto. El librito se vendía por un franco. Rimbaud solo pudo retirar cinco ejemplares de manos del impresor porque el dinero de su madre fue a par...

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Hace 150 años se editó en Bruselas, en la imprenta de Jacques Poot et Cie, un libro sin presente, solo con futuro. En 1873, vio la luz un pequeño folleto de poco más de 50 páginas titulado Una temporada en el infierno, firmado por el joven poeta, tenía entonces 21 años, Arthur Rimbaud. La edición constaba de 500 ejemplares y la madre del autor era quien financiaba el proyecto. El librito se vendía por un franco. Rimbaud solo pudo retirar cinco ejemplares de manos del impresor porque el dinero de su madre fue a parar a otro destino, desconocido hoy, o sospechado siempre. El caso es que el grueso de la edición se lo quedó el impresor, y el resto de los ejemplares aparecieron por casualidad en un húmedo sótano en 1901.

Siempre me imagino a mí mismo, en una especie de delirante viaje en el tiempo, una mañana de octubre de 1873, con unos 100 francos en la cartera, incluso solo con 50, en la puerta del número 37 de la Rue aux Chous de Bruselas, con el ánimo de comprarle al impresor Jacques Poot toda la edición, no sin invitarle a comer por todo lo grande y llevarme esos 495 ejemplares a España. El mayor negocio del mundo: mis herederos serían millonarios. Solo había que esperar unos 30 o 40 años. Pero 30 o 40 años son mucho tiempo en la vida de un ser humano. Nadie estaba dispuesto a pagar un franco por un ejemplar de la primera edición de Una temporada en el infierno en 1873. Porque el valor de las cosas se mueve, tal vez el movimiento más misterioso del universo, más misterioso que el movimiento de las estrellas y de todos los millones de planetas que pueblan el cosmos. El dinero se mueve.

La historia editorial del libro que iba a cambiar no solo la poesía sino también la literatura occidental es asombrosa y, sin duda, cómica. Rimbaud eligió el dinero en vez de la poesía. El impresor no quiso entregarle la edición entera porque faltaba una suma por satisfacer. Discutieron una mañana soleada del 23 de septiembre de 1873. No se puede llevar los ejemplares sin satisfacer la cantidad pendiente, dijo Jacques Poot. De acuerdo, déjeme cinco a cuenta para que los vea mi madre, que está esperándome en el hotel y esta tarde regreso con el dinero. Con cinco ejemplares Rimbaud tuvo bastante. El dinero de la madre fue desviado a la vida de Rimbaud y no a su poesía.

Arthur Rimbaud (1854-1891), fotografiado en 1871.

Este es el primer acto surrealista de la historia. No en vano, fueron los surrealistas quienes ya en el siglo XX canonizaron a Rimbaud. En 1875, Rimbaud abandonó la poesía y se convirtió en un ciudadano anónimo. Hay dos identidades: el poeta hasta 1875, y el hombre de negocios hasta 1891. Y no existe ningún puente entre ambas identidades. El hombre de negocios ni se acordaba de que una vez escribió poesía. Pasaron unas décadas y el siglo XX elevó su figura a los altares del mito y construyó la vida de Rimbaud en torno a sus pasiones: amores sodomitas con Paul Verlaine, vida disoluta, alcohol, drogas, abandono de la poesía y los viajes a Oriente. Y el deseo de hacerse rico. El comercio con armas, la vida errante, las acusaciones de asesinato, las mujeres con quienes convivió en países exóticos de África y Oriente y el olvido absoluto de que alguna vez tuvo tratos con la literatura. Es fascinante, y tristemente irrepetible. Si Rimbaud pudiera contemplar el mito sólido que los surrealistas edificaron con su vida, no daría crédito e imagino que lo único que le importaría es cobrar a quien fuese los derechos de explotación de su leyenda, pues una buena leyenda también es tráfico de armas.

Una temporada en el infierno es uno de los libros más inolvidables y maravillosos de la literatura universal. El título ya es un acierto, porque es irónico. El infierno quedaba reducido a estancias no eternas, sino temporales. Cuando piensas que este libro fue escrito hace ciento cincuenta años te entran escalofríos. Está lleno de inteligencia, humor y sarcasmo. Hay algo muy especial: en ese libro se ve el futuro. En ningún país de Europa nadie fue capaz de escribir así. Algo pasaba en Francia que permitió ese tipo de literatura, que era una prospección enigmática. Francia, siempre Francia. La libertad con que está escrito ese libro no se volverá a ver hasta la aparición de las novelas de Kafka. Una temporada en el infierno no es poesía medida, es un libro en prosa. Es un libro sin género literario. Parece una autobiografía llena de arrebatos poéticos. Es un libro que evade su definición. Tal vez sea el primer libro de autoficción en un sentido contemporáneo. Es tal vez solo literatura que interpela al lector, que te dice “atrévete a ser libre”.

Rimbaud fundó el artista moderno, sin valores morales reconocibles. Fue un James Dean del siglo XIX. Fue también un Elvis Presley. Fue un Bob Dylan antes que todos ellos juntos. El primer escritor pop. Cuando murió en Marsella un 10 de noviembre de 1891, su hermana Isabelle no sabía que su hermano era poeta. Cuando murió lo único que le preocupaba a Rimbaud era el dinero que le debían de sus negocios de tráfico de armas, porque el dinero fue para él la poesía más precisa y más elevada que ha creado el ser humano. Y esa poesía del dinero sigue en pie. No se pasa de moda. Además, Rimbaud fue el poeta más guapo del mundo. Leonardo DiCaprio lo llevó a la gran pantalla. Y su temporada en el infierno continúa.

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