‘Al vent’, el himno antifranquista que nació en una vespa y sin intención política, cumple 60 años
Raimon define su tema más emblemático como “una canción de existencia” e inaugura una exposición en su pueblo natal, Xàtiva, con sus obras de Miró, Tàpies o Alfaro
Los primeros días de marzo de 1963 llegaba a las vitrinas de las tiendas de música el primer disco del cantante Raimon. Incluía una de las canciones en catalán que serían luego más coreadas en toda España: Al vent. Su letra, juvenil y vitalista, invitaba a buscar sentido a la existencia contra las adversidades. Su música electrizaba. Su “voz enérgica, no ...
Los primeros días de marzo de 1963 llegaba a las vitrinas de las tiendas de música el primer disco del cantante Raimon. Incluía una de las canciones en catalán que serían luego más coreadas en toda España: Al vent. Su letra, juvenil y vitalista, invitaba a buscar sentido a la existencia contra las adversidades. Su música electrizaba. Su “voz enérgica, no homologada”, como la conceptuó Manuel Vázquez Montalbán, ponía las pilas. Sesenta años después de su salida al mercado, la primera canción de Raimon sigue poniendo la carne de gallina y sonando tan joven, existencialista y rebelde. El tiempo no ha atenuado la potencia de una sencilla composición con solo tres acordes de guitarra y una letra sin propósito político que acabó siendo el himno que más cohesionó al antifranquismo. Y el aullido que más asustó a la dictadura.
El cantante valenciano, de 82 años, retirado de los escenarios desde 2017, la califica como “una canción de existencia, sin intenciones políticas ni sociales”. La había compuesto en 1959 durante un viaje en la parte posterior de una Vespa en el trayecto entre Xàtiva, su pueblo, y Valencia, donde estudiaba la carrera de Historia. El viento le daba en la cara y en su cabeza hervía existencialismo en papel (Albert Camus, Jean-Paul Sartre) y en vinilo (Léo Ferré, Jacques Brel). “También había poesía”, añade en conversación telefónica desde Barcelona, “he sido lector de siempre. Y la música estaba ahí. Había cantado en corales, tocado la flauta y el flautín en la banda. El viento era una metáfora: la adolescencia, la sociedad adversa, la necesidad de seguir adelante…”.
Tras dar a conocer la canción a sus compañeros universitarios, muchos le preguntaban de qué autor extranjero la había traducido. Sonaba demasiado bien y distinta para ser, como se define ahora, un producto de kilómetro cero. “Era una gran sorpresa que fuera una canción en valenciano, que es el catalán de Valencia, y que no tuviera nada que ver con A la vora del riu, mare [pieza del cancionero popular] ni las habituales temáticas del folclore”, señala. En el año de su composición, en la lista de éxitos de España marcaban la norma Soy Carmen la de Ronda, de Sara Montiel, o La luna se llama Lola, de Los 3 de Castilla. En muchos sentidos, Al vent suponía una disrupción.
Raimon llegó a Barcelona a finales de 1962 acompañado por el ensayista Joan Fuster, quien había visto “virtudes incontrovertibles” en sus letras y sus músicas. Debutó en el Fòrum Vergés, invitado por el inspirador de Els Setze Jutges, Josep Maria Espinàs, con un impacto inesperado. Era un cantante diferente, con una fuerza interpretativa sorprendente y el público quería más. Pero aparte de Al vent, solo tenía dos canciones: Som (que años después cantaría Camilo Sesto en directos) y La pedra. Necesitaba otra para poder grabar un EP (extended play), como lo urgía la discográfica Edigsa, la plataforma de lanzamiento de la Nova Cançó. Y bajo esa presión surgió A colps.
Para la grabación, que se llevó a cabo a finales de febrero de 1963, Edigsa le preparó un conjunto de acompañamiento electrónico. Raimon entró en cólera: solo quería grabar con la austeridad esencial de su voz y la guitarra, si bien hizo una mínima concesión en Som. El recibimiento del disco fue extraordinario. Las ventas superarían las 40.000 copias, un hito utópico para un género y un público en proceso de construcción y una lengua minorizada. Raimon cree que las ventas fueron superiores: “Las discográficas no declaraban nunca lo que hacían realmente”. Y atribuye parte del éxito al diseño de la portada, que “influyó muchísimo, no tenía nada que ver con lo que se hacía en España”. Era una potente fotografía de Oriol Maspons con el cantante y su guitarra bajo el brazo ante una fachada demacrada del industrial Poblenou, en Barcelona.
Ese año Al vent fue distinguida con el galardón a la Canción Revelación, del Premio del Disco de España. El tema barrió el panorama musical español, cambió el rumbo profesional de su autor, vigorizó el movimiento de la Nova Cançó y espoleó a las fuerzas democráticas en los conciertos. Su letra no ofrecía ningún argumento a la censura, pero la canción, por el contexto político, se había convertido en una amenaza. “Nunca me la censuraron. Era una canción existencial. Y además, la letra decía ‘buscando a dios’, en minúscula. No empezaron a censurarme hasta Diguem no, el segundo disco”. Raimon tuvo que cantarla en todos los conciertos de su larga carrera de músico: “Si no la incluía en el repertorio, me la pedían”.
Al vent causó uno de los escasos ecos del mayo de 1968 en España, encendiendo los ánimos de los estudiantes de la facultad de Económicas de la Universidad Complutense de Madrid en un acto que culminó con una manifestación y descargas policiales. El tema también fue cantado a coro desde la fila cero del Palacio de los Deportes del Real Madrid en 1976 como bienvenida a la democracia por quienes serían sus principales protagonistas. Fue la canción que inició la carrera de Raimon y la última que cantó. Ha sido versionada 34 veces en varios idiomas y estilos, y la han rejuvenecido Halldor Mar y grupos como Enderocks como un grito rebelde transgeneracional. Incluso Raimon tiene la sensación de haber envejecido más que Al vent.
Exposición a propósito de los 60 años de ‘Al vent’
60 anys d’Al vent es el título de la exposición que se inaugura este jueves en el Museu de Bellas Artes-Casa de l’Ensenyança de Xàtiva. “Aquí estudié yo el Bachillerato”, comenta el cantante, caminando por las obras que le regalaron amigos artistas, como Joan Miró, Antoni Tàpies o Andreu Alfaro, y que formarán parte del futuro Centro Raimon de Actividades Culturales, tras la constitución de la fundación que comparte con su mujer, Annalisa. La rehabilitación del convento de Santa Clara ya ha empezado (con un presupuesto de tres millones de euros) para que albergue todo el legado (la colección de arte, discos, partituras, libros, correspondencia) del cantante.
Varios mirós cuelgan de las paredes. “Lo conocí en 1964, en París, yo ya había sacado discos y él me dijo que los tenía, que me conocía. Allí mismo, que había una guitarra, le canté una canción. Él me envió una litografía a casa”, relata el cantante, en una sala del centro, el pasado martes. “Y todo el mundo en Xàtiva iba a verla. Bueno, sus amigos”, apostilla sonriendo su mujer. Todas las obras expuestas (de Genovés, Guinovart, Boix, Heras, Armengol, un chillida, un julio gonzález...) del medio centenar seleccionado guardan el relato de una amistad, de una complicidad, de un tiempo. “Y ese es el valor añadido de la muestra: la admiración mutua entre los creadores”, apunta el comisario, Pablo Camarasa.
También hay documentación gráfica, carteles, premios, portadas de discos de artistas. Fotos con Salvador Espriu, cuyos poemas contribuyó a divulgar, al igual que los versos de Ausiàs March, uno de los mejores poetas del siglo XV. En un gran cartel de un concierto de París, en 1974, el nombre de Raimon aparece entre Leonard Cohen, The Kinks o Quilapayún. “Claro que me acuerdo. Me acuerdo de muchas cosas y de la relación con todos estos artistas”, comenta mirando las obras de la exposición, que se puede ver hasta el 20 de marzo, no muy lejos del carrer Blanc, donde vivió y al que también cantó.