Breve historia (e historieta) del arte feminista

El cómic ‘Feminist Art’ repasa las contribuciones de grandes pioneras como Judy Chicago, Faith Ringgold, Ana Mendieta y las Guerrilla Girls

Doble página dedicada a Judy Chicago del cómic 'Feminist Art', de Liana Editorial.

En medio del confinamiento que vivió Italia al comienzo de la pandemia —cuando el desconcierto crecía por momentos y las muertes empezaban a arrasar Europa— la guionista Valentina Grande y la ilustradora Eva Rossetti trabajaban desde sus casas en una de las historias que vertebran su cómic Feminist Art (Liana Editorial): la que dedican a la malograda creadora cubana Ana Mendieta (1948-1985). De las cuatro artistas y colectivos que eligieron como ejes de representación de la historia del arte feminista —esto es, “no ...

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En medio del confinamiento que vivió Italia al comienzo de la pandemia —cuando el desconcierto crecía por momentos y las muertes empezaban a arrasar Europa— la guionista Valentina Grande y la ilustradora Eva Rossetti trabajaban desde sus casas en una de las historias que vertebran su cómic Feminist Art (Liana Editorial): la que dedican a la malograda creadora cubana Ana Mendieta (1948-1985). De las cuatro artistas y colectivos que eligieron como ejes de representación de la historia del arte feminista —esto es, “no el hecho por mujeres, sino con una carga política”, como apunta Grande—, les resultó la “más dura” de sacar adelante. “Italia fue el primer país occidental al que llegó la covid”, recuerda Rossetti. “Era todo muy triste: mucha gente murió en el norte del país y de repente nos vimos todos encerrados, sin poder ni dar un paseo y teniendo que aportar certificados policiales si queríamos salir. Era todo absurdo y totalmente nuevo, estábamos en shock. Recuerdo una tarde gris y lluviosa mientras trabajábamos en el capítulo de Mendieta, cuya historia es la más oscura porque murió joven y de una manera muy violenta. Fue muy absorbente, lo recuerdo de una manera muy melancólica”.

Doble página del cómic 'Feminist Art'.

Mendieta, exponente del land art y pionera, como subraya Grande, del ecofeminismo en el arte, se precipitó desde el piso 34 de su apartamento neoyorquino en la madrugada del 8 de septiembre de 1985, cuando tenía 36 años. Su marido, el escultor minimalista Carl Andre, con quien esa misma noche los vecinos la habían escuchado discutir a gritos, fue juzgado por los hechos y absuelto. Con el paso de los años, el movimiento feminista ¿Dónde está Ana Mendieta?, cuya primera acción tuvo lugar en 1992 a las puertas de museo Guggenheim de Nueva York, que incluyó en una exposición obra de Andre pero dejó de lado a Mendieta, empujándola al abismo del olvido, ha ido ganando adeptos. Los trabajos de la cubana, ligados a la veneración de la naturaleza y a la idea de que las personas formamos parte de ella como un gran todo, exploraron de manera clarividente conceptos que con el tiempo también han ido escalando posiciones en el debate colectivo, desde las aristas de la identidad a los silencios de la violencia sexual. “En el mismo periodo que Ana Mendieta, Judith Butler trabajaba en su primer ensayo, de modo que yo entrelazo el arte de la una con las teorías de la otra, las que hablan de las partes de nosotros mismos que pueden ser expresadas a través del cuerpo”, apunta la guionista.

Si Mendieta se encumbró como la artista del cuerpo, antes que ella la estadounidense Judy Chicago fue la transformadora del sentido de la palabra. “Ella decidió cambiarse el nombre [su nombre de nacimiento es Judith Sylvia Cohen], como los Panteras Negras”, explica Grande. Su trabajo, atravesado por la idea de resistencia, “se concentra en la idea de que las palabras son política”. Blanca y de origen wasp (blanco, anglosajón y protestante), a la visión de Chicago le sucede la aportación antirracista y anticolonial de la afroamericana Faith Ringgold, que entre otras muchas cosas elevó el textil a la categoría de arte. “Era pintora, pero decidió ponerse a trabajar en sus edredones”, apunta la guionista, piezas inspiradas en las mantas que las esclavas bordaban para sus amos mientras se contaban historias las unas a las otras. Del punto de vista individual al colectivo, el último capítulo del cómic está dedicado a las Guerrilla Girls, una polifonía de voces anónimas que se sitúa en el corazón del concepto de “intersección”, tan crucial dentro del feminismo. “Ellas ponen el foco en todos los grandes problemas de la sociedad”, agrega Grande. “La identidad, la orientación sexual, la clase…”.

Doble página del cómic 'Feminist Art'.

De haber tenido más espacio disponible, el libro habría crecido con las contribuciones de artistas de otras procedencias, como las europeas Gina Pane y Carla Accardi y la sudamericana María Galindo. “Pero preferimos centrarnos en el mismo periodo, los años ochenta, y el mismo lugar, Nueva York, y reflejarlo a través de artistas que se enfocaban en diferentes problemáticas”, apunta la guionista, también profesora, que ya antes había trabajado con Rossetti, la ilustradora, en un cómic sobre el elusivo escritor J. D. Salinger. Si el trabajo de aquellas mujeres continúa siendo relevante, señala Grande, es porque, si bien el feminismo avanza, un paso siempre sigue necesariamente al anterior. “Hoy el feminismo es un tema importante en el debate global, pero por aquel entonces estas artistas ya adelantaron temas que hoy continúan abiertos”, resume. “Ellas son completamente contemporáneas”.

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