Hans Magnus Enzensberger, un escéptico de la originalidad
La obra del gran intelectual alemán, que ha fallecido a los 93 años, se adelantaba a muchas tendencias y cambios, fuesen literarios, sociales, tecnológicos o atmosféricos
Tenía un carácter apolíneo y una mente prodigiosa capaz de mantener siempre una visión de conjunto más amplia. Hans Magnus Enzensberger (que ha fallecido a los 93 años), ese hombre de una energía intelectual envidiable, de estatura menuda y ojos tan claros como curiosos, se interesaba por todo y sabía de mucho, como prueban sus libros sobre las altas matemáticas, la astrofísica, personajes históricos o la memoria del pasado. Cultivó todos los géneros —poe...
Tenía un carácter apolíneo y una mente prodigiosa capaz de mantener siempre una visión de conjunto más amplia. Hans Magnus Enzensberger (que ha fallecido a los 93 años), ese hombre de una energía intelectual envidiable, de estatura menuda y ojos tan claros como curiosos, se interesaba por todo y sabía de mucho, como prueban sus libros sobre las altas matemáticas, la astrofísica, personajes históricos o la memoria del pasado. Cultivó todos los géneros —poesía, novela, ensayo, teatro o libreto de ópera— y casi siempre con fortuna, pues era una especie de Picasso de la literatura alemana: enormemente productivo, siempre al punto, aunque tal vez más ecléctico que original. Como el “posmoderno” precoz que era se declaraba —seguro de sí mismo— un escéptico de la originalidad: “Es sabido que uno no empieza de cero, eso era una ilusión de la vanguardia que pretendía escribir en una tabula rasa. No sólo se escuchan las voces contemporáneas, sino también las pretéritas, cada palabra tiene muchas capas, una compleja historia de significados”.
Desde muy temprano, desde los años cincuenta, ese políglota nacido en un pueblo bávaro, miraba más allá de las fronteras alemanas, descubriendo para los lectores alemanes a poetas como Nelly Sachs, Tomas Tranströmer, Czeslaw Milosz o Eugenio Montale. Editaba los libros de todos ellos y a veces incluso los traducía. De ahí que no extraña que en su obra se adelantara a muchas tendencias y cambios, fuesen literarios, sociales, tecnológicos o atmosféricos. Pues, al mismo tiempo estaba metido en movidas políticas, en Cuba y en las izquierdas europeas, desde Noruega hasta España, a donde había llegado por primera vez en autostop, en 1953. Incursiones importantes en este terreno fueron los ensayos de los años noventa a propósito de las guerras del Golfo y de Bosnia.
Por suerte para los lectores alemanes, el sibarita literario Enzensberger satisfizo unas cuantas de sus muy golosas apetencias en ese maravilloso proyecto editorial Die andere Bibliothek (La biblioteca diferente), donde dio a conocer desde clásicos olvidados hasta curiosidades bibliófilas de Curzio Malaparte, John Reed o Enrique Vila-Matas. Y especialmente en la poesía tenía una preferencia por los proyectos paradójicos: creó un Museo de la poesía moderna (título de la gran antología de la poesía universal contemporánea) y escribió una Historia de las nubes. Su obra, que abarca más de un centenar de títulos, está ampliamente difundida en España, donde le condecoraron en 2022 con el Premio Príncipe de Asturias.
Sin duda, quien marcó durante setenta años la vida intelectual alemana, fue un provocador de polémicas fértiles, un activista literario que se movía ágilmente entre los frentes políticos y los países, con la versatilidad de un púgil. “No cultivo el gusto por posiciones fijas, suelo decir que no soy un árbol; los árboles sí tienen posiciones fijas, son inamovibles, crecen donde están, pero nosotros somos seres móviles”, dijo en una entrevista que le hice a propósito de la publicación de su poemario sobre las nubes. Con 93 años recién cumplidos, Hans Magnus Enzensberger abandonó ayer el cuadrilátero.