O eres de Pablo Milanés, o eres de Silvio Rodríguez
Con el tiempo los dos símbolos de la canción cubana se fueron distanciando. Y empezaron los rumores...
Lo normal es que los entusiastas se dividan en hinchas del Real Madrid versus hinchas del Atlético, o Barça contra Madrid, incluso en la Cuba de hoy. Pero en la Cuba post revolucionaria en que yo nací había dos clases de fans: los acólitos de Silvio Rodríguez o los devotos de Pablo Milanés (que falleció el martes 22 de noviembre). Y les decíamos “Silvio y Pablito”, siempre juntos en la misma yunta, siempre en diminutivos gracias a cierta idio...
Lo normal es que los entusiastas se dividan en hinchas del Real Madrid versus hinchas del Atlético, o Barça contra Madrid, incluso en la Cuba de hoy. Pero en la Cuba post revolucionaria en que yo nací había dos clases de fans: los acólitos de Silvio Rodríguez o los devotos de Pablo Milanés (que falleció el martes 22 de noviembre). Y les decíamos “Silvio y Pablito”, siempre juntos en la misma yunta, siempre en diminutivos gracias a cierta idiosincrasia que así los convertía en algo cercano, azul, abierto y democrático, en fin, el mar donde navegaban las lealtades del pueblo revolucionario.
Los fans de ambas caras no estaban unidos, estaban reunidos. La historia de la Cuba post revolucionaria ha sido la crónica de una reunión anunciada: del partido, del sindicato, de las organizaciones de masas o de los líderes que amasan algo. Silvio y Pablito siempre parecían recién salidos de alguna reunión donde ambos pensaban lo mismo. Pero con el tiempo Pablo Milanés y Silvio Rodríguez se fueron distanciando de la misma manera en que los matrimonios dejan de poner la cabeza en la almohada donde compartían sueños. Y empezaron los rumores.
El primero fue de mezquindades y rencillas de andar por casa que nadie sabía a ciencia cierta. Pero luego se fue oyendo por ahí que Silvio se había convertido en un trovador oficialista e híperrevolucionario; en cambio Pablo... Y, cosa rara, dejamos de decirles “Silvio y Pablito”, para ascenderlos a adultos. La historia de la Cuba post revolucionaria es equiparable a ese ramillete de tomas de posición en torno a los dos prohombres de la guitarra: deserción o fidelidad. Lo que ayer fue mi compinche mañana será mi sospecha. Lo que canta a coro un día se vuelve solista.
De los rumores se pasó a la certeza a causa de un par de declaraciones: Pablo Milanés salió del armario revolucionario, es decir, ya no cree en la Revolución, y en cambio Silvio… A partir de entonces Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, ya adultos para el pueblo, dejaron de ser las dos caras de la misma moneda, para convertirse en cara y cruz. Si decías que seguías siendo fiel a Silvio, es como si declararas devoción fidelista: cara. Si te habías decantado por Pablo, ya habías cruzado a la otra orilla: cruz. Y ya se sabe que nuestra Revolución cubana siempre han sido dos orillas.
He visto a Pablo Milanés dos veces en mi vida. La primera yo tenía 12 años y cursaba el primer curso en la legendaria Escuela Vocacional Lenin. La segunda fue veinte años después en su casa de Miramar. La primera vez lo vi de lejos mientras nos daba un concierto, y me impresionó que los mayores de la escuela, que ya tenían 18 años, corrieran detrás de él en busca de un autógrafo. Quise creer que ese gesto persecutorio de los mayores era la confirmación de mi credo revolucionario.
La segunda vez que lo vi yo me había fracturado la rótula de la rodilla izquierda y fui a su casa, invitado al cumpleaños de su hija Haydee. Pablo me vio cojo de rodilla, me sirvió un ron, y me aconsejó que me metiera inmediatamente a la zona de su piscina donde había una corriente de masajes. Él lo hacía para aliviar sus huesos. Y me dijo, como hablando consigo mismo: “Ya no uso la piscina, ya casi no vivo aquí”. Y yo sabía que “aquí” significaba la isla entera. Fue mi confirmación de que el credo revolucionario, para muchos, estaba desapareciendo. Y nunca he escuchado un “aquí” más triste.