La renuncia a los Oscar provoca un cisma en la academia del cine rusa
Artistas rusos levantan la voz para que no se aísle a la cultura de su país
El cine ruso atraviesa una grave crisis. Sus salas se han visto duramente golpeadas por el boicot de las distribuidoras internacionales a raíz de la guerra con Ucrania, y sus cineastas se han visto aislados del resto de la escena mundial. Boicoteados por algunos festivales, sus directores ahora están enfrentados entre sí por la negativa de su asociación a presentar una película a la próxima gala de Hollywood. “El Presidium de ...
El cine ruso atraviesa una grave crisis. Sus salas se han visto duramente golpeadas por el boicot de las distribuidoras internacionales a raíz de la guerra con Ucrania, y sus cineastas se han visto aislados del resto de la escena mundial. Boicoteados por algunos festivales, sus directores ahora están enfrentados entre sí por la negativa de su asociación a presentar una película a la próxima gala de Hollywood. “El Presidium de la Academia de Cine de Rusia ha decidido unilateralmente no presentar ninguna película a la nominación al Oscar. Esta decisión ha sido tomada ilegalmente sin contar con la comisión de los Oscar”, denunció el hasta ayer presidente de esta última institución, Pável Chujrái.
“No solo no consultaron, ni siquiera consideraron necesario notificarnos la decisión”, agregó en su misiva a la academia el director de El ladrón, candidata a los Oscar en 1997. El artista contó a la agencia Interfax que a su dimisión se unieron las de varios cineastas más, entre ellas la de Andréi Zvyagintsev, director de Leviatán, película candidata a los Oscar y Goya en 2014; y las de los actores y directores Nikolái Dóstal y Vera Storozheva.
La academia rusa contaba este año con una larga lista de 122 películas para postular a la 95.ª edición de los premios Oscar. La última cinta que logró competir en la categoría de mejor película extranjera fue Sin amor (2017), también de Zvyagintsev. Todo estaba listo a falta de tres días de producirse este anuncio cuando se decidió que Rusia no se presentaría en la gala de Hollywood de 2023. “No tiene sentido”, afirmó el presidente de la Unión de Cineastas, Nikita Mijalkov, al posicionarse a favor del veto.
Curiosamente, fue precisamente este director el que alentó el interés de los rusos por los Oscar tras la caída de la URSS al alzarse con la estatuilla por Quemado por el sol (1994), y ha sido el único en lograr el premio. Pese a ello, en mayo propuso crear una Academia de Cinematografía de Eurasia que rivalizase con la estadounidense. Mijalkov incluso llegó a sugerir que el galardón fuera una mariposa de diamantes.
“En un sentido simbólico, esta decisión es la emancipación de la influencia estadounidense. Al menos se quiere enviar un mensaje así”, escribe Antón Dolin, crítico de cine del diario Meduza. Los directores que querían postular una película defendían que sus obras deberían estar al margen del enfrentamiento político con occidente que ha provocado su invasión de Ucrania. Sin embargo, la academia ha decidido cortar lazos con el exterior en un momento en el que el mundo de la cultura reclama no ser aislado.
El boicot de la Academia Europea
La Academia de Cine Europeo se sumó en marzo al boicot que reclamó Ucrania contra las obras rusas, y varios festivales han vetado la participación de cintas de ese país. Asimismo, las productoras occidentales dejaron de mostrar sus películas en los cines, y empresas como Netflix y Disney tampoco permiten conectar a sus plataformas en los hogares rusos. Veto este último que muchos rusos eluden a través de VPN, aplicaciones que enmascaran la ubicación en Internet.
Uno de los cineastas que ha dimitido es el productor de cine Serguéi Selyánov. En su opinión, el país no debería cancelar su propia cultura cuando eso ya lo hace el resto del mundo por su ofensiva sobre Ucrania. Precisamente una de sus obras más conocidas es Carga 200, una furibunda crítica a las heridas que provocó en la sociedad rusa la guerra de Chechenia. Su título es el apelativo con el que se conocen los ataúdes de zinc que emplea el ejército ruso en las guerras. Una palabra que se repite cada vez más y más veces en los hogares del país.