El gran otoño del bailarín Jesús Rubio Gamo
El artista presenta seis coreografías que forman una retrospectiva de su carrera en Madrid y Barcelona
Su generosa disposición no ha sido suficiente para cuadrar una entrevista a la primera, así de concurrida está la agenda de Jesús Rubio Gamo (Madrid, 40 años). Desde hoy y hasta el 2 de octubre, el coreógrafo y bailarín presenta seis obras en dos plazas importantes de Madrid y Barcelona, la Sala Cuarta Pared y el ...
Su generosa disposición no ha sido suficiente para cuadrar una entrevista a la primera, así de concurrida está la agenda de Jesús Rubio Gamo (Madrid, 40 años). Desde hoy y hasta el 2 de octubre, el coreógrafo y bailarín presenta seis obras en dos plazas importantes de Madrid y Barcelona, la Sala Cuarta Pared y el Mercat de les Flors. Es un hecho insólito que un creador pueda mostrar de manera consecutiva varias coreografías en teatros destacados; en España las cosas con la danza siguen costando, a pesar de la inventiva. “Ha sido un poco por casualidad y un poco por planificación mía. Cuarta Pared me dio flexibilidad en las fechas y las obras y lo organicé para que coincidieran con las del Mercat de les Flors”. Lo contaba en charla telefónica el pasado fin de semana desde Ávila, horas antes de otro estreno, 32 estudios elementales, creado junto a la violinista Luz Prado para el festival Escena Patrimonio.
Tal excepción escénica arranca hoy en la Cuarta Pared con formato de retrospectiva y hasta el domingo se verán cinco piezas, representativas de lo que interesa a Rubio: ese placer y esfuerzo “que se dan en el amor y en la danza” como algo indisoluble. “Se trata de un programa entre el deseo y la posibilidad”, explica. “Una mezcla entre lo que yo quería mostrar, las obras que se podían retomar y lo que se podía hacer a nivel económico”.
Acciones sencillas (22 de septiembre), El hermoso misterio que nos une (23), Anunciación y Bolero (24) y Ahora que no somos demasiado viejos todavía (25) arman una travesía que viaja desde 2011 (fecha de estreno de Anunciación) hasta 2021 (El hermoso misterio que nos une). Diez años del credo de un artista que a los 12 practicaba patinaje y a los 18 se pasó a la danza. Luego, como ocurre cuando uno encuentra su sitio, las ganas y la aptitud empujaron y, a día de hoy, Rubio atesora una amplia trayectoria en ballet clásico, danza contemporánea, teatro y literatura. ”No era fácil recuperar piezas algo olvidadas, como Anunciación, que prácticamente no se vio. La miro ahora y noto elementos que no funcionan, es muy de juventud, pero con ella me atreví a cosas por primera vez y he querido recuperarla”.
Ravel, del cansancio al placer; del placer al esfuerzo
Esta retrospectiva es una ocasión para encontrarse con obras tempranas, pero también con las que le pusieron en primera línea. Como Bolero (2015), un dúo de 15 minutos interpretado por Alberto Alonso y Clara Pampyn sobre la célebre música de Maurice Ravel, que encuentra su éxito en una manifiesta contundencia de la sencillez. También Ahora que no somos demasiado viejos (2015), un solo bailado por el propio coreógrafo, atravesado por la confesión existencial. “En este trabajo hay una rabia, una tristeza y una incertidumbre que ahora no siento. De alguna manera yo ya no soy eso, pero tengo que ponerle cuerpo y volver a ese estado, no es fácil”. La dos piezas, seleccionadas por la red internacional Aerowaves, tuvieron un recorrido del que no pudieron disfrutar sus trabajos anteriores.
Ravel se alza fundamental en la trayectoria de Rubio y aquel Bolero de 15 minutos desembocó tres años más tarde en uno mayor, Gran Bolero (2018), que se verá del 29 de septiembre al 1 de octubre en el Mercat de les Flors de Barcelona. Una de esas obras redondas, penetradas por la claridad y la eficacia, que le valió el Premio Max de las Artes Escénicas al mejor espectáculo de danza en 2020, entre otras alegrías. “Está repleta de acción, energía y precisión y puso de manifiesto algo que me interesa: el hecho de que existe una corriente invisible a la que los bailarines ponemos cuerpos”. Coproducida por Teatros del Canal y el Mercat de les Flors, Gran Bolero se vio por primera vez en el patio del Centro Cultural Conde Duque de Madrid para celebrar el solsticio del verano de 2018. Doce bailarines en un escenario alzado montado para la ocasión ponían movimiento, poderoso, hipnótico, a la satisfacción y al agotamiento, “del cansancio al placer, del placer al esfuerzo”. “Cada vez que entraba en el estudio y veía a esos 12 bailarines, me parecía un milagro del universo”. Un elenco grande, algo nada habitual en la danza contemporánea que se hace en España.
Palabra de coreógrafo
El hermoso misterio que nos une (2021), otro solo que completa la programación en el Mercat de les Flors (del 30 de septiembre al 2 de octubre), certifica una senda que Jesús Rubio viene practicando junto al movimiento: la de la palabra. Texto y coreografía se encuentran en sus espectáculos como dos caras de un mismo propósito. “Cuando empecé a hacer piezas surgió la necesidad de expresar ciertas cosas a través de las palabras”, cuenta. “El movimiento y la palabra permiten flujos complementarios y los dos hablan de lo que me interesa: el cuerpo y el pensamiento”. Explica que al terminar las funciones de las obras Ahora que no somos demasiado viejos y El hermoso misterio que nos une, sustentadas en el lenguaje corporal y el oral, algunos espectadores le preguntaban dónde encontrar sus textos, querían leerlos. Y apoyado por la coreógrafa Elena Córdoba, con quien viene colaborando desde hace años (“con ella volví a sentir el placer de bailar”), se lanzó a publicarlos. El resultado es un librito editado por Pliegos de Teatro y Danza que también se presentará en Cuarta Pared. “En realidad, no es que tenga algo concreto que decir, solo quiero que la palabra me lleve de un sitio a otro. Lo importante para mí son las ideas que se asocian a través de ellas”.
La actividad de Jesús Rubio tendrá otro hito el próximo 22 de octubre: el estreno de su primer espectáculo para la primera infancia en el Espacio abierto Quinta de los Molinos, de Madrid. “Cuando Beatriz Torres (directora del centro) me lo propuso, creí que se trataba de una especie de terapia encubierta. Ella conoce mi trabajo, centrado en la dificultad, la decepción… y me hablaba de la alegría de las primeras veces”, explica entre risas, “pero me encantó la idea y estoy trabajando sobre el adagio del concierto para piano número 2 de Rachmaninov, una música que escuché mucho de pequeño porque la usaba una patinadora china que me encantaba”.