Manuel Rodríguez, un estilo único entre la danza contemporánea, la urbana y el grafiti
El bailarín y coreógrafo estrena una nueva pieza en los Teatros del Canal de Madrid en la que sigue desarrollando un singular lenguaje de gran influencia en otros artistas
No pertenece al star system de la danza, si es que eso existe en esta disciplina. Ni falta que hace, se podría añadir. Manuel Rodríguez (Úbeda, Jaén, 42 años) tiene una trayectoria discreta, pero también significativa, memorable incluso. Su lenguaje corporal, resultado de una amplia formación en ballet clásico, danza contemporánea, artes visuales y hip hop, es toda una aleación artística que, en su casi 1,90 de estatura, acapara la memoria visual de quien lo ve bailar y espera volver a ...
No pertenece al star system de la danza, si es que eso existe en esta disciplina. Ni falta que hace, se podría añadir. Manuel Rodríguez (Úbeda, Jaén, 42 años) tiene una trayectoria discreta, pero también significativa, memorable incluso. Su lenguaje corporal, resultado de una amplia formación en ballet clásico, danza contemporánea, artes visuales y hip hop, es toda una aleación artística que, en su casi 1,90 de estatura, acapara la memoria visual de quien lo ve bailar y espera volver a hacerlo. Los días 1 y 2 de septiembre presenta un nuevo trabajo en solitario en los Teatros del Canal de Madrid dentro del ciclo Canal Baila, que hasta el 23 de octubre acogerá el estreno absoluto de diez espectáculos de creadores que han trabajado en residencia en ese centro en la última temporada. La pieza se titula Manu y su autor lo explica así: “El término Manu viene del sánscrito y responde al primer avatar sobre la tierra en la filosofía oriental. También, a una de las formas de mi nombre. Sobre esta idea hay una reflexión de lo identitario, en mi caso alrededor del cuerpo”.
Aunque por el título pudiera parecerlo, no se trata de autoficción, género extendido en la creación escénica reciente, sino de una revisión de su década como creador, y del relato, “el gesto”, que le acompaña. “Esos principios que me han servido para trabajar la danza. Las prácticas que forman parte de mí. Además, siento que con esta obra he ido más allá”. ¿En qué sentido? “No necesito ubicar en escena nada más que mi cuerpo y la experiencia corporal”, explica. “Se trata de poner en valor todas mis vivencias como intérprete”. En esta línea, es importante reseñar que en este trabajo no hay escenografía ni instalación museística (“me he alejado totalmente de ahí”), coordenada habitual en las creaciones de Manuel Rodríguez, también artista plástico y visual; solo un cuerpo y la danza. “Si tengo que buscar una palabra para definirlo de alguna manera, sería `integral´”.
Escribir con el cuerpo
En este punto de la entrevista, realizada durante un ensayo del artista a pocas semanas del estreno, “integral” es la primera de otras muchas palabras que surgen y acompañan su proceso. “Funcionan solo para mí, como recurso interno, no se verán de forma evidente en la pieza”, advierte. Grafema, escritura, signo, símbolo… y circular, palabra y concepto que las preside a todas, se disponen en un muro de post-it en la pared de la izquierda de la sala de ensayo. “Una de las prácticas artísticas que me vienen acompañando desde el año 95 es el grafiti y de alguna manera, en mi forma de moverme en la danza, también encuentro sentido desde la escritura. Se da la influencia de las letras, de las palabras, de los símbolos”.
No es el único rastro de la cultura hip hop que se observa en la formación insaciable del creador; el popping, apéndice del break dance que recuerda a esa gestualidad robótica y que practicó durante años, es credo manifiesto en su discurso. Un compartimento clave alrededor de cierta mixtura y forma de bailar, de estar, incluso, en escena, que le proporciona una patente de marca, cristalina y natural. El resultado es un movimiento fragmentado y fluido a la vez que no solo reseña la manera de hacer del bailarín, sino que ha influido en otros artistas y agrupaciones como La Veronal, reputada compañía en la que baila desde 2011 y que se ha empapado de su rúbrica. “Después de varios años, estando ya en Provisional Danza y en el inicio de Limits (primera creación de Manuel Rodríguez, estrenada en 2010), empecé a llevar a la práctica el popping a mi manera. Pude entenderlo en mi cuerpo desde otro sitio y fue porque empezó a interesarme William Forsythe y vi relaciones de movimiento nuevas”.
A una edad más temprana, tal repertorio de intereses artísticos no resultó fácil, como cuando estudiaba ballet clásico y al mismo tiempo aprendía break y pintaba grafitis. Entonces, mantenía ambas disciplinas separadas e incluso ocultas, “en el mundo de la cultura hip hop solo mis amigos sabían que hacía ballet. Pensaba que no iba a entenderse”. O cuando empezó en la danza a los nueve años para poder bailar sevillanas con las chicas, incentivado por un amigo menos tímido, y se quedó toda la vida. “No sé qué fue lo que me enganchó tan pequeño, creo que hubo algo de conectar con mi cuerpo por primera vez en la vida, porque estaba respondiendo”. ¿Y encontró apoyo en casa? “Mucho, mis padres me estimularon siempre y lo siguen haciendo. Vienen a ver todos mis trabajos, aunque algunos los entiendan menos que otros”.
Tras Limits, la primera obra que sorprendió y sedujo a partes iguales y acaparó varios premios y menciones en su estreno de 2010, han ido llegando otras que si bien no componen un mapa muy prolífico ―“soy un creador de combustión lenta”―, sí retratan eso tan difícil como es el lenguaje propio. Screensaver (2014); R.E.M (2016), pieza escénica para siete bailarines; Body on paper (2019), proyecto integrado por un solo escénico y un fotolibro, y Entertainment (2021), algunas de metraje y estructura escénica al uso. Luego están las intervenciones en galerías de arte y museos, sus interpretaciones en La Veronal (fue nominado a los Premios de la Crítica Catalana en la categoría de mejor bailarín por Voronia, 2016) y múltiples colaboraciones.
Del estreno de Manu se desprende un punto de inflexión en su trayectoria. Y dos palabras más: ritual e invocación. “Este proyecto viene a ser una especie de deconstrucción de lo que consideramos identidad. Una reflexión sobre el avatar, el contenedor de uno, el cuerpo y los cambios que se producen en él en el tiempo. Algo casi ancestral en lo que solo estoy yo y en movimiento todo el rato”.
Un ciclo para los nuevos creadores
Desde hace 14 años, la temporada escénica de los Teatros del Canal arranca con la danza en una muestra de las obras de creadores y compañías residentes del Centro Coreográfico del Teatro. Se trata del colofón a meses de trabajo en los que el centro proporciona un espacio para investigar y crear tanto a emergentes como a consagrados. Con formato de pieza escénica, los montajes se exhiben, en esta entrega 2022, entre el 1 de septiembre y el 23 de octubre en la Sala Negra. Se trata de un espacio ubicado sobre el patio de butacas de la Sala Roja que se abrió al público en 2014. Junto a Manuel Rodríguez, que inaugura el ciclo, mostrarán nuevos trabajos Lucía Álvarez La Piñona, Daniel Ramos, Helena Martín, La Imperfecta, Mercedes Pedroche & Compañía, Pau Arán, Komoco / Sofía Nappi, Lucía Vázquez y Mey-Ling Bisogno Physical Theatre.