Celebrar a Picasso tras el huracán del Me Too
La conmemoración del 50º aniversario de la muerte del pintor abre el interrogante sobre cómo abordar las críticas feministas. Cinco expertas dan su opinión y desde el Museo de Brooklyn hablan de la muestra que preparan con la cómica Hannah Gadsby
La cómica australiana Hannah Gadsby no se anduvo por las ramas en su monólogo Nanette, su despedida de la comedia, que fue presentado en teatros en 2017 y emitido por Netflix en 2018. “Picasso, le odio, aunque si piensas en el cubismo, no puedes odiarle”, afirmaba en este multipremiado espectáculo, uno de los m...
La cómica australiana Hannah Gadsby no se anduvo por las ramas en su monólogo Nanette, su despedida de la comedia, que fue presentado en teatros en 2017 y emitido por Netflix en 2018. “Picasso, le odio, aunque si piensas en el cubismo, no puedes odiarle”, afirmaba en este multipremiado espectáculo, uno de los más vistos aquel año en la plataforma. Licenciada en Historia del Arte, activista LGTBI, la ácida monologuista ha sabido transformar sus traumas y los brutales abusos que ha padecido en bromas, pero ese refugio en el humor, explicaba en esa actuación, estuvo a punto de acabar con ella. “Debería ser más generosa con él [Picasso] porque tenía una enfermedad mental, pero nadie lo sabe porque no encaja con la mitología que le rodea. Picasso es un genio pasional, viril, atormentado, y ahí no hay espacio para nada más”, dice, antes de diagnosticar “la misoginia” como el mal que aquejó al pintor. “¿Hay que aprender a separar al hombre de su arte? Pero entonces, ¿qué pasaría si quitas su nombre de los cuadros, por cuánto se subastarían?”, preguntaba irónica y furiosa.
La celebración del año Picasso en 2023, que conmemora el 50º aniversario de su muerte el 8 de abril de 1973, abre el interrogante de hasta qué punto o de qué forma debe abordarse la recurrente y tajante crítica feminista al creador. En pleno fragor del movimiento Me Too, el monólogo de Gadsby trasladó a un amplio público la polémica que ha rodeado la figura de Picasso y su relación con las mujeres, una controversia que en absoluto es nueva y sobre la que se ha escrito mucho, pero que en el siglo XXI ha cobrado nueva relevancia. Ha habido protestas y un simposio en el Museo Picasso de Barcelona, podcasts dedicados al tema o artistas que lo han descrito como un Harvey Weinstein de su tiempo. Con Fernande Olivier, Eva Gouel, Olga Khokhlova, Marie-Thérèse Walter, Dora Maar, Françoise Gillot y Jacqueline Roque mantuvo sus relaciones más estables, pero en su larga lista de conquistas están Gabrielle Lapeyre, Irène Lagut, Elvira Paladini, Émilienne Pâquerette o Geneviève Laporte, entre otras. Y su vida privada no quedaba excluida de su arte: las mujeres forman una parte central de su obra, en la que con frecuencia habla de deseo, poder y atracción.
“Por un lado, es el mejor pintor del siglo XX y nadie estará en desacuerdo con esto. Por otro, está su vida como hombre, y parece evidente que era un maltratador psicológico y, según algunos testimonios, puede que físico también”, expone Victoria Combalía, historiadora y crítica de arte que escribió la biografía canónica de Dora Maar y conoce bien el trabajo del malagueño. “Picasso es un señor educado en el siglo XIX, un tiempo lleno de maltratos. Nos fijamos más en él porque es el genio, pero entre los creadores hombres esto está muy extendido”, reflexiona Combalía al teléfono, antes de mencionar el narcisismo como una patología frecuente entre artistas. “¿Qué tendríamos que decir de Francis Bacon, Edvard Munch o Caravaggio? En relación a Picasso, el tema no debe obviarse, pero tampoco debe tratarse de forma sensacionalista. Evidentemente no hay que justificarlo, pero su trabajo sigue siendo igual de bueno. La mujer es un asunto central en su obra y el erotismo es importantísimo; los buenos historiadores y expertos se han fijado en eso también”.
Experta conocedora de la obra del pintor, Carmen Giménez planificó y dirigió el Museo Picasso de Málaga y ha comisariado algunas de las muestras más importantes dedicadas al artista malagueño en ambas orillas del Atlántico. La más reciente, la imponente exposición de este verano, Picasso-El Greco, en el Kunstmuseum de Basilea, que también forma parte del año Picasso aunque oficialmente el programa arranca el próximo 12 de septiembre. Giménez además será comisaria de una exposición de escultura del artista en el Museo Guggenheim de Bilbao, un encargo que recibió de José Guirao, quien, hasta su fallecimiento, el 11 de julio, era el comisionado designado por el Ministerio de Cultura para las conmemoraciones de 2023. Su sucesor es Carlos Alberdi, quien adelanta que en la relectura de Picasso en el siglo XXI que se han planteado hacer, las objeciones feministas serán tratadas, por ejemplo, en un simposio que se prepara para diciembre en el Museo Reina Sofía.
“Los tiempos han cambiado y comprendo que mis nietos y yo no vemos las cosas igual”, dice al teléfono Giménez. “Pero a Picasso no se le puede cancelar. Si se aborda el tema de su relación con las mujeres, se debe empezar por decir que no se le puede juzgar con la mentalidad de hoy, y se debe hacer bien, saliendo un poco de lo que siempre se repite”, apunta.
Cécile Debray, presidenta desde el pasado noviembre del Museo Picasso de París, recibió con su nombramiento el reto de celebrar el año Picasso, que había sido planeado como un evento transnacional, coorganizado por Francia y España, pero que se expandiría por más países. “Es una excelente oportunidad para abordar su amplio legado a escala internacional”, señala al teléfono. Habrá 40 exposiciones en distintas sedes de Europa y Norteamérica que, a partir de un “acercamiento historiográfico”, abordarán investigaciones específicas o periodos concretos en la amplia producción picassiana, desde su relación con la prehistoria y el arte rupestre, en el Pompidou, hasta su masculinidad y relación con las mujeres, en el Museo de Brooklyn. “Los retos que plantea este aniversario son múltiples. Se han hecho muchas exposiciones de Picasso, pero en los 50 años transcurridos desde su muerte el estudio de su obra ha cambiado. Mostrar a un artista también implica abrir interrogantes y considero muy importante llegar al público joven”, apunta Debray. “La figura de Picasso ha despertado protestas del Me Too, agravadas por especulaciones maliciosas y, por eso, creo que un acercamiento historiográfico proporciona la distancia adecuada para el análisis. Encontrar el equilibrio para honrar su legado y apelar a las generaciones más jóvenes exige ser cuidadoso y preciso”.
Depredador no es el adjetivo que aplicaría al pintor Brigitte Benkemoun, periodista y autora de sendos libros dedicados a dos mujeres fundamentales para Picasso, Dora Maar y Marie-Thérèse Walter. “Dominador, manipulador, egoísta, posesivo, sí lo fue, pero él no disfrutaba causando dolor, excepto quizá en la relación sadomasoquista que tuvo con Maar”, escribe en un correo electrónico. “Su objetivo no era ver sufrir a las mujeres, sino su arte. Cuando se cansaba de ellas porque sentía que ya no eran esenciales para sus creaciones, las dejaba”. Tampoco le parece apropiado tildar al malagueño de pedófilo porque estableciera una relación con Walter cuando ella tenía 17 años y él superaba los 40. “Ella no era una niña. Calificar esa historia como pederastia solo alimenta la caricatura y la confusión que rodean el destino de Walter”.
La crítica y académica Estrella de Diego, que pronunciará el 12 de septiembre la conferencia de apertura de las conmemoraciones de la parte española en el Museo del Prado, tiene claro que “puede no gustarte Picasso como persona y ver que su obra es apabullante”. El año Picasso, sostiene, es una oportunidad para “revisar y repensar” al artista, no solo su relación con las mujeres, “que eclipsa todo lo demás”, sino “también con los hombres, con su entorno”. De Diego apunta a la relación de Picasso —”un artista que se construyó como marca tanto como Dalí”— con la baja cultura como una de las áreas sobre las que sería interesante detenerse. “A Picasso le vendría bien dejar de ser Picasso un rato y situarlo en un lugar en el que se pueda hablar de él”, sugiere. “Esa idea del fenómeno del genio creativo imposible de controlar nunca se ha revisado, ha sido intocable y sigue siéndolo, no hay manera de presentarle como un creador frágil”.
La fragilidad de Picasso no es exactamente el punto de partida de la exposición que preparan en el Museo de Brooklyn, en Nueva York, Catherine Morris y Lisa Small, conservadoras de arte feminista y de arte europeo, respectivamente. Según explican por videoconferencia, tratarán de aproximarse y “revisitar, desde las complejidades que plantea el momento actual, una figura histórica que, nos guste su biografía o no, continúa jugando un papel fundamental en la historia del arte”.
Junto a Morris y Small trabaja en la exposición, como comisaria invitada, precisamente la cómica Hannah Gadsby, con quien mantuvieron una primera reunión en 2018 tras ver su célebre monólogo, y retomaron el contacto cuando el MoMA propuso al Museo de Brooklyn entrar a formar parte del año Picasso desde una perspectiva feminista. “Las tres estamos trabajando para crear el marco de una conversación en torno a Picasso”, asegura Morris. “Su poder emanaba tal vez de su genio, pero quizá también por una serie de factores externos que le permitieron ser quien fue. ¿Qué significa eso ahora? ¿Por qué aún cautiva nuestra imaginación? Él se ha convertido de alguna manera en símbolo de una historia que desde muchos frentes hoy se trata de reescribir”, añade, y habla de la muestra como una buena oportunidad para plantear preguntas, más que dar respuestas.
La exposición no se plantea “como un referéndum sobre sus fallos como persona: ni justificación, ni enterramiento”, explican. El borrado o la cancelación de Picasso carece de sentido —”él es parte de nuestra historia”—, aunque las comisarias entienden que haya voces que no compartan esto, e intuyen que se harán oír cuando se abra la muestra en junio de 2023. Su proyecto trata de abrir el debate a cuestiones que rebasan la “polarización” que genera Picasso: “Se le presenta como el genio brillante que lanza la modernidad o como un monstruo. Pero las dos cosas pueden ser ciertas”, apunta Small.
En Nanette, Gadsby hablaba de cómo Picasso liberó el arte de tener que representar la realidad tridimensional en dos dimensiones, y de cómo su cubismo abogaba por integrar todas las perspectivas posibles. Luego, preguntaba retóricamente si alguna de esas perspectivas era de una mujer o acaso el pintor se puso un caleidoscopio en los genitales. Quizá en respuesta a esto, el arte contemporáneo de mujeres será una de las claves de la exposición en Brooklyn, detallan Morris y Small, aunque advierten de que la muestra está aún en periodo de gestación y sujeta a cambios.
La “fuerza gravitacional” que ejerce Picasso será uno de los puntos clave, como también la intersección de “genio y fama” de un artista que ha trascendido como pocos. Tienen previsto celebrar también debates y charlas con Gadsby y otras mujeres, porque esta vez serán ellas, ni víctimas ni musas, quienes tomen la palabra de Picasso.