Muere Ana Luísa Amaral, la escritora que vivía la poesía como una necesidad

Traductora, ensayista y autora de 16 poemarios, en 2021 ganó el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

La escritora Ana Luísa Amaral en su vivienda en Leça da Palmeira, en Matosinhos (Portugal).ÓSCAR CORRAL

Ningún comienzo mejor para el obituario de la poeta portuguesa Ana Luísa Amaral, fallecida este viernes en Leça da Palmeira a los 66 años, que un verso suyo. Lo escribió en el libro What’s in a Name en homenaje a una vecina que había perdido a su hijo en un accidente: “Y yo hay unos días en los que pienso /cómo hace ella para ver el sol”. La solidaridad era una de las fuerzas que atravesaba tanto su vida como su obra, que ha sido traducida en más de 15 países. En 2021 se convirtió en el cuarto autor de lengua portuguesa (y la séptima mujer) en ganar ...

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Ningún comienzo mejor para el obituario de la poeta portuguesa Ana Luísa Amaral, fallecida este viernes en Leça da Palmeira a los 66 años, que un verso suyo. Lo escribió en el libro What’s in a Name en homenaje a una vecina que había perdido a su hijo en un accidente: “Y yo hay unos días en los que pienso /cómo hace ella para ver el sol”. La solidaridad era una de las fuerzas que atravesaba tanto su vida como su obra, que ha sido traducida en más de 15 países. En 2021 se convirtió en el cuarto autor de lengua portuguesa (y la séptima mujer) en ganar el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana desde su creación. “Yo escribo lo que siento, escribo porque necesito escribir, como necesito comer o leer, una necesidad casi física”, decía en septiembre de 2021 en Babelia, en una de las últimas entrevistas largas que concedió antes de que le fuese diagnosticado un cáncer.

Amaral era capaz de ver el sol en una cebolla y la tempestad en una mujer con un carrito de la compra. Su poesía, recopilada en más de 16 libros, está atravesada por fuerzas que peleaban entre la sutileza de lo cotidiano y la trascendencia del sentido de la vida. Lo mismo escribía versos sobre el aplastamiento de un mosquito que sobre los mares de Homero, sobre los migrantes que sobre una receta de cocina, sobre el duelo del padre que sobre escenas bíblicas. Una poesía del exceso que nacía de su propia manera de andar por el mundo. “Si no hay pasión, la vida no merece la pena”, señalaba en aquella entrevista, realizada en su casa de Leça da Palmeira.

La escritora Ana Luisa Amaral en su vivienda en Matosinhos, a las afueras de Porto (Portugal) ÓSCAR CORRAL

Esa vehemencia existencial estaba en todo. Cuando quería algo, lo devoraba. Leyó a Emily Dickinson y se convirtió en su traductora y una de sus grandes especialistas en la poeta estadounidense. Acabó de homenajearla el día que le puso su nombre a su perra. Descubrió a Germaine Greer y se hizo feminista y teórica del feminismo (fue de hecho una de las pioneras de los estudios de género en el país desde la Universidad de Oporto). Lo primero que decía en las aulas era que “el feminismo se puede resumir en una expresión: derechos humanos”.

Ana Luísa Amaral nació en Lisboa en 1956. Era la única hija de un empresario que soñaba con tocar el piano y de una ama de casa que soñaba con ser empresaria. La familia se mudó a Oporto cuando Amaral tenía nueve años. La mudanza no fue fácil. Para resistir a la soledad y al acoso escolar que sufrió, se refugió en la religión y la poesía. Durante un tiempo fantaseó con hacerse monja y vivía sumergida en un mundo de devoción que incluía visitas al santuario de Fátima, misas diarias y poemas dedicados a Dios. Desde que a los cinco años escribió su primer poema, Otoño, ya nunca dejó de hacerlo. En el instituto se apartó de la religión “institucionalizada”, aunque conservó un sentido de la espiritualidad que atraviesa sus libros.

En 1990, cuando ya trabajaba como profesora publicó su primera obra, Minha Senhora de Quê, donde avanzaba que su poesía nacía del apremio: “Se os versos apressados / Me nascem sempre urgentes” [Si los versos acelerados, me nacen siempre urgentes]. Aquel libro ya demostró que había llegado una voz con mucho que decir a la literatura portuguesa. En estas tres décadas ha construido una de las carreras más internacionales del país y se ha convertido en una de las grandes escritoras europeas, que también ha cultivado el ensayo, la novela y la literatura infantil. En España, donde no había sido traducida hasta 2016, despegó con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2021. Ese mismo año los libreros madrileños eligieron What’s in a Name como el mejor poemario de 2020.

Fue también una apasionada traductora de ida y vuelta entre el inglés y el portugués. Difundió en su idioma materno las obras de Emily Dickinson, Shakespeare, Margaret Atwood, John Updike o la premio Nobel de Literatura Louise Glück. En sentido inverso, tradujo al inglés a su compatriota Mário de Sá-Carneiro. Durante cuatro años tenía un programa de radio, O som que os versos fazem ao abrir (El sonido que hacen los versos al abrir), para hablar de poesía. Lo primero que había que hacer ante un poema era leerlo en voz alta: “Un poema es música”.

La antología O olhar diagonal das coisas (El mirar diagonal de las cosas) es el último libro que se publicó en Portugal y que fue presentado por ella misma en junio en Oporto, donde estaba previsto que recibiese un homenaje a finales de agosto durante la Feria del Libro.


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