Warren Zevon: un hombre lobo en el Soho

Una canción festiva inmortalizó al misterioso restaurante Lee Ho Fook

Warren Zevon, en una actuación en Londres el 30 de mayo de 2000.Hayley Madden (Redferns)

Si nos fiamos del tráfico en las redes sociales, uno podría creer que las únicas músicas que despiertan pasiones entre nosotros son el trap y el reguetón, pro o contra. Va a resultar que no. El rock puede estar comercialmente en horas bajas pero sus seguidores no son menos obsesivos. Hace poco, uno de estos militantes se admiraba ante la cantidad de fans de Neil Young entre los turistas que llegan a España: se refería a las gorras donde se superponen la N y la Y. No me atreví a recordarle que también...

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Si nos fiamos del tráfico en las redes sociales, uno podría creer que las únicas músicas que despiertan pasiones entre nosotros son el trap y el reguetón, pro o contra. Va a resultar que no. El rock puede estar comercialmente en horas bajas pero sus seguidores no son menos obsesivos. Hace poco, uno de estos militantes se admiraba ante la cantidad de fans de Neil Young entre los turistas que llegan a España: se refería a las gorras donde se superponen la N y la Y. No me atreví a recordarle que también son las iniciales de New York y que esas gorritas se venden en todo tipo de tiendas de souvenirs.

Que tire la primera piedra quien no haya desperdiciado tiempo y energía indagando en nimiedades que aparecen en canciones, portadas, vídeos de nuestros héroes musicales. Me ocurrió con Werewolves of London (1978), el único éxito (moderado) de ese gran narrador llamado Warren Zevon. El encargo que recibió, junto al guitarrista Waddy Watchel y el bajista LeRoy Marinell, fue desarrollar una canción que sirviera para lanzar un baile llamado Hombres lobo londinenses. Todo era una broma, claro.

Así que comienza (¡y sigue!) en clave humorística: “Vi a un hombre lobo que llevaba un menú chino en la mano/ andando por las calles de Soho mientras llovía./ Estaba buscando un restaurante llamado Lee Ho Fook./ Iba a pillar un gran plato de chow mein de ternera”. La carga gráfica de la letra, el empuje rítmico de Zevon y su cuarteto resultaron irresistibles para algunos cineastas. John Landis se empeñó inútilmente en usarla en Un hombre lobo americano en Londres (1981). Martin Scorsese sí consiguió los derechos del tema para El color del dinero (1986).

Años después, descubrí que el restaurante en cuestión salía fugazmente en otra película: Un toque de distinción (1973). Tal vez lo recuerden: un hombre casado, George Segal, monta un picadero para facilitar su relación con una divorciada, Glenda Jackson… y se instalan en el Soho, justo al lado de lo que fue la primera localización del Lee Ho Fook, en Macclesfield Street.

Hoy, Un toque de distinción resulta un vodevil simplón y no haría ninguna gracia el retrato grotesco de los españoles (la pareja protagoniza una escapada clandestina a Málaga). Una tontuna que cayó en gracia y recibió 5 (¡cinco!) candidaturas a los Oscar; de hecho, Glenda Jackson, entonces prácticamente una desconocida, se llevó el premio a la mejor actriz.

El músico californiano Warren Zevon, en una imagen de promoción.

Naturalmente, visité el Lee Ho Fook de Gerrard Street, su más famoso emplazamiento, a la primera oportunidad. Un lugar limpio y despejado, pero aparentemente sin ninguna mención al tipo que inmortalizó el local. Las camareras resultaron ser jovencitas ariscas, que no tenían ganas de hablar con “bárbaros extranjeros” y que aseguraban no tener idea del tal Warren Zevon. Era comida cantonesa: deliciosa, ligera, cara.

Cuando intenté volver, bueno, esas cosas misteriosas que ocurren en cualquier Chinatown. A pesar de que contaba con una estrella Michelin y parecía un gran negocio, ya no había rastro del Lee Ho Fook en el Soho. Me aseguraron que tienen sucursales en Melbourne y Honolulu. Pero sin ninguna conexión con Warren Zevon, que nos dejó en 2003.

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