Patricia Guerrero, el baile sin límite ni género: “¿Quién dice qué es el flamenco?”

La ganadora del último Premio Nacional de Danza estrena en Francia su nuevo trabajo, ‘Deliranza’, con el que reafirma su estilo desprejuiciado y sin etiquetas. “Hay conceptos arcaicos y anquilosados que no tienen sentido para mí”, dice

La bailaora Patricia Guerrero, en un ensayo de 'Deliranza' en Madrid hace dos semanas.Jaime Villanueva

Patricia Guerrero es hija de un flamenco contemporáneo, el de su tiempo. El que se apoya en la tradición, pero con la mirada y la inquietud puestas en disposiciones escénicas de difícil etiqueta. Si se le menciona la frase que reza en su web “la bailaora más flamenca de las contemporáneas”, se encoge de hombros y sonríe. Premio Nacional de Danza 2021 en la modalidad de i...

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Patricia Guerrero es hija de un flamenco contemporáneo, el de su tiempo. El que se apoya en la tradición, pero con la mirada y la inquietud puestas en disposiciones escénicas de difícil etiqueta. Si se le menciona la frase que reza en su web “la bailaora más flamenca de las contemporáneas”, se encoge de hombros y sonríe. Premio Nacional de Danza 2021 en la modalidad de interpretación, la bailaora granadina está viviendo un junio atareado: la presentación de su espectáculo Esencial los pasados días 9 y 10 de este mes en el Teatro Real y el estreno de su nuevo trabajo, Deliranza, este lunes en el Festival de Arte Flamenco de Mont-de-Marsan (Francia), son muestra de una actividad abundante, pero también escogida. “Nunca me ha gustado ir a un lugar que no me corresponda”, afirma.

Sobre la tierra, su conversación es clara y despojada de pose, revela la tranquilidad y confianza de quien se siente satisfecha. Sobre el escenario, su movimiento fulmina cánones con la embestida de una tormenta de arena. “Cuando la gente me pregunta, ¿pero tú eres flamenca? Pues claro, hasta que muera. Mi movimiento es libre y no tiene límite ni género, ningún arte lo tiene”. Confiesa haber tenido claro desde muy joven lo que no quería; por ejemplo, formarse en un conservatorio. “Veía algo que no me interesaba, que no era natural”, explica. Numerosas escuelas privadas de Granada a las que su padre la llevaba en moto, para no perder ni una clase, fueron las que dibujaron la impecable técnica desde la que Guerrero parte hacia lugares menos ortodoxos. “Solo he estado en clases de danza contemporánea una vez, en Berlín, y ha sido lo más difícil que he hecho. Acostumbrada a ser de las primeras, allí me vi que no llegaba, era una croquetilla indefensa. Así que me dije: ‘Patri, no pasa nada, en esto eres una patata’. Porque no tengo la técnica. En el flamenco solo tocamos el suelo con los pies, en vertical. Pero la danza contemporánea me llena de sensaciones que me ayudan en la libertad del movimiento”, dice.

Patricia Guerrero, en un ensayo de 'Deliranza' el 8 de junio en el Teatro Central de Sevilla.MMG

En su dilatada carrera a pesar de sus 32 años, también ha reinado la creencia sobre lo que sí quería. Por ejemplo, trasladarse a Sevilla, donde reside en la actualidad, y trabajar con grandes como Mario Maya y Rubén Olmo. Con el primero, se convirtió a los 15 años en la bailaora más joven del Centro de Estudios Flamencos y su compañía; con el segundo, ingresó en 2011 como primera bailarina en el Ballet Flamenco de Andalucía, dirigido entonces por Olmo, y volvió a encontrarse con él, ya en el Ballet Nacional de España en 2021, encarnando a La Bella Otero. “Me he rodeado de gente que quería y he tenido la suerte de conseguirlo, no solo con figuras del baile, también del cante como Arcángel o Mayte Martín. Estoy compuesta de todo lo que estas personas me han sumado”.

La trayectoria de Patricia Guerrero es de esas en las que el trabajo hace que subas de a poquito, un ascenso templado en el que cada resultado parece consecuencia prudente de lo anterior, sin alfombras voladoras, solo la constancia y el credo en una misma, como vehículo y muro de contención. “Nunca he tenido prisa y creo que eso ha sido muy bueno”. Los premios la han sorprendido trabajando y sin esperarlos. El Giraldillo al mejor espectáculo por Catedral (2016) en la Bienal de Flamenco de Sevilla de ese año inició un periplo de muchos. El Premio Nacional de Danza 2021 a la mejor interpretación, de los últimos. ”Me pilló en Vladivostok de gira con mi compañía. Había ocho horas de diferencia horaria y cuando me decían que el teléfono no paraba de sonar, yo estaba bailando Distopía (2018). A las 11 de la noche lo cogí y acabé llorando de emoción. Después llamé a mi madre, que me decía ‘anda ya, Patri, no me mientas’. Fue muy emocionante y llegó en un momento muy bueno”. De sus padres habla en varias ocasiones, resuenan clave en su trayectoria profesional: “Han sido y siguen siendo apoyo y disciplina para mí”. También refugio o lugar para el reseteo. “Cuando me agobio con una producción suelo llamar a mi madre y hablo con ella un rato para despejarme, aunque cuando estoy metida en bucle con algo artístico, me resulta difícil salir de ahí. Es un poco obsesivo y cuando duermo, sueño con ritmos, escenas, movimientos…”.

Ensayar sin espejo

Tal vez por eso, por la apropiación del descanso que la creación de Guerrero acaba profanando, el nuevo trabajo de la bailaora, Deliranza, transcurre en un sueño atravesado por un proceso creativo. Las horas de ensayo, los aciertos y errores e incluso “esa parte de luto a la que un creador debe enfrentarse cuando desecha un material que quería, pero no terminaba de cuajar”, dan forma a este espectáculo que tiene su estreno absoluto este lunes en el Festival de Arte Flamenco de Mont-de-Marsan y que posteriormente pisará el Festival de Música y Danza de Granada (8 de julio) y la XXII Bienal de Flamenco de Sevilla (14 de septiembre). “Ha sido uno de los procesos de creación más largos que he tenido, empezó hace año y medio. Y quería comprobar a qué límites físicos y emocionales alrededor del movimiento podía llegar”. Para ello, cuenta la bailaora que tomó clases de butoh (danza contemporánea japonesa) con Coco Villareal: “Cuando ya no podías más te decía ‘suéltalo’, y de ahí salía un movimiento muy real acorde a la sensación extrema del momento”.

Deliranza está compuesto de otras primeras veces. Nunca antes la creadora se había rodeado de un cuerpo de baile de siete intérpretes. Tampoco había creado al alimón y desde el principio, junto con los músicos, de una manera tan estrecha. “Por eso Deliranza tiene un sonido y un movimiento tan propios”. Pero también está hecha esta pieza de ese evangelio dancístico que la acompaña desde Catedral y que incluye al director de escena Juan Dolores Caballero, El Chino, como conductor escénico, “me suma, despoja prejuicios y me aterriza”. Incluye también su homilía rutinaria un hecho insólito en el quehacer de un bailarín: trabajar sin espejo. “Lo deseché hace años cuando me di cuenta de que mi reflejo, ensayando, trabajando, no siempre me devolvía la sensación que estaba experimentando y me despistaba”. Centenares de cuadernos ―“como ese tuyo, con espiral, pero sin rayitas”, dice― y una escritura algo compulsiva ―“puedo tener veinte estructuras diferentes de un mismo espectáculo”― se incorporan a un discurso creativo que le ha dado más satisfacciones que obstáculos. Ajena a las críticas, “porque no pretendo que lo que hago guste a todo el mundo”, es también defensora a ultranza de su trabajo. “Una vez me encontré con un periodista que me dijo que no había entendido mi propuesta porque no era flamenca. ‘Quién lo dice y qué es el flamenco’, le pregunté. Son conceptos arcaicos y anquilosados que no tienen sentido para mí”.

Mont-de-Marsan, la ciudad de los tres ríos y un festival flamenco

Capital de las Landas, región del suroeste francés dibujada por bosques y mares, Mont-de-Marsan acapara visitas en verano y cualidades que la presentan como ciudad idílica. Bañada por tres ríos, también alberga uno de los festivales flamencos internacionales más interesantes. Pequeño, tal vez, pues se desarrolla en apenas seis días (del 27 de junio al 2 de julio); pero con cierta intención y un claro criterio de programación, entre el flamenco de vanguardia y el tradicional. Desde que se fundó en 1989, impulsado por la región y el político francés Henri Emmanuelli, figuras destacadas y emergentes han pasado por sus instalaciones. En esta edición, Deliranza, de Patricia Guerrero, es la principal apuesta de la muestra, que es coproductora del espectáculo y propició una residencia en la que la bailaora y su equipo trabajaron durante una semana. “Vivíamos todos en la misma casa y fueron días muy intensos de creación. Por la noche, alrededor del fuego, seguían saliendo propuestas, que no se hubieran dado estando cada uno en su lugar. El espectáculo evolucionó mucho”. Junto a este trabajo, también se verán otros de Eva Yerbabuena, Eduardo Guerrero, Lucía la Piñona y Rafael Campallo. Talleres, espectáculos gratuitos y recitales de guitarra y cante flamenco completan su oferta.

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