Tom Jones, incólume al paso del tiempo con 82 años, enardece en los jardines de Pedralbes de Barcelona
El cantante, en una forma extraordinaria, repasó éxitos y se mostró a la altura de su legendaria contundencia
El pasado 7 de junio Sir Thomas Jones Woodward cumplía 82 años. Una noticia aparentemente intrascendente acompañada de algunas fotografías en las que el galés lucía su sempiterna sonrisa mefistofélica. Viéndolas es fácil bromear con los pactos con el diablo, los sueros de la eterna juventud, los tanques de bacta y todo ese tipo de cosas, pero la verdad es que estando sentado bajo una suave brisa nocturna en los jardines de Pedralbes, en Bar...
El pasado 7 de junio Sir Thomas Jones Woodward cumplía 82 años. Una noticia aparentemente intrascendente acompañada de algunas fotografías en las que el galés lucía su sempiterna sonrisa mefistofélica. Viéndolas es fácil bromear con los pactos con el diablo, los sueros de la eterna juventud, los tanques de bacta y todo ese tipo de cosas, pero la verdad es que estando sentado bajo una suave brisa nocturna en los jardines de Pedralbes, en Barcelona, y que en el escenario aparezca como un ciclón precisamente Sir Thomas y se ponga a cantar imposibilita pensar en otra cosa.
Y más cuando irrumpe realmente como un ciclón, como el ciclón que siempre ha sido, con una de sus últimas canciones aparecidas hace unos meses en un disco que escaló hasta el número 1 en las listas del Reino Unido (después Jones bromearía sobre que fue el número 1 de la persona de mayor edad de la historia y, probablemente, tuviera razón). Fue impactante que Jones, camisa roja con bordados, un caminar alejado de cualquier reumatismo, movimientos casi ágiles y esa sonrisa sugerente enmarcada en su perilla blanca, empezase su actuación explicándonos sobre un ligero ritmo jazzístico que estaba envejeciendo, se estaba volviendo más lento en su caminar y se adormecía en su silla, pero estaba creciendo, estaba volviéndose más sabio. No era una canción, sino una profesión de fe que marcó todo un concierto que solo se puede calificar de asombroso. Probablemente Jones se esté volviendo más lento en su caminar y tal vez se adormezca en alguna silla, pero en el escenario su presencia y su vozarrón incólumes nos hacen caer en todos los tópicos: ¿dónde hay que firmar para llegar a los 82 con la mitad de esa energía y algo de esa voz?
En su nueva visita a un festival Jardins de Pedralbes prácticamente lleno, unas tres mil personas, Sir Tom ofreció más de 90 minutos casi perfectos y, para dejar claro que toda la carne estaba en el asador y en el escenario no había resquicio de miedo, ya con la tercera canción viajamos hasta 1964: It’s Not Unusual seguida de What’s New Pussycat?, casi sesenta años como quien no quiere la cosa, y todo el mundo se puso a cantar y a bailar. Bueno, más que a bailar, a inmortalizar con su móvil la efemérides. Desde la parte trasera, el brillo de centenares de pantallas recordaba aquellas épocas en las que se encendían velitas en los momentos álgidos, aunque probablemente Jones desde el escenario no veía el fulgor de las pantallas como antes veía la llama de las candelas.
Casi inmediatamente seguirían Sex Bomb, Delilah y Green, Green Grass of Home, un despliegue sin miedo a cualquier posible comparación de aquella contundencia suya de toda la vida. Un sólido quinteto, sin vientos y con presencia de acordeón en temas puntuales, le secundaba a la perfección, mientras que una gran pantalla de vídeo a sus espaldas iba presentando una realización magnífica en la que se mezclaba el directo con imágenes vintage, muchos toques sesenteros y todo tipo de guiños.
Entre viejos y entrañables temas, Jones fue recuperando canciones de su último disco de Michel Legrand a Cat Stevens, Leonard Cohen y Bob Dylan acompañados de un par de temas de Malvina Reynolds y Terry Callier, nombres siempre a reivindicar. Un Talking Reality Television Blues casi rapeado puso la carne de gallina al personal, mientras que el Kiss de Prince selló por todo lo alto la parte oficial del concierto provocando una euforia generalizada. Jones regresó bromeando para tres bises cerrando la velada con Stranger Things, nada más y nada menos que de Sister Rosetta Tharpe, otra inequívoca declaración de intenciones para despedirse: todos los días ocurren cosas extrañas. Ciertamente, esa noche en Pedralbes lo que sucedió más que de extraño ha de calificarse de extraordinario. Tom Jones habló de compartir muchos futuros conciertos, ¿para cuándo el siguiente?