De Offspring a Patti Smith: Azkena reivindica su tradición rockera en su 20 aniversario
Después de dos años de parón, el certamen de Vitoria-Gasteiz celebra su nueva edición el 16, 17 y 18 de junio con una programación clásica y sin riesgos
Del Azkena Rock Festival (ARF), que este año cumple 20 ediciones (se celebra el 16, 17 y 18 de junio), se dice que es una de las citas anuales con un público más fiel. “Posiblemente no sea un festival de los grandes, pero es muy sólido”, dice Alfonso Santiago, director de Last Tour International, la promotora detrás del ARF. “La mayor parte de la gente que va, repite y se convierte en habitual. Cuando llegó la covid en 2019 decidimos que había que ofrecer la posibilidad de devolver la entrada o quedársela para el año siguient...
Del Azkena Rock Festival (ARF), que este año cumple 20 ediciones (se celebra el 16, 17 y 18 de junio), se dice que es una de las citas anuales con un público más fiel. “Posiblemente no sea un festival de los grandes, pero es muy sólido”, dice Alfonso Santiago, director de Last Tour International, la promotora detrás del ARF. “La mayor parte de la gente que va, repite y se convierte en habitual. Cuando llegó la covid en 2019 decidimos que había que ofrecer la posibilidad de devolver la entrada o quedársela para el año siguiente. La conservó el 95%. En nuestros otros festivales, las devoluciones rondaron el 25%”, asegura Santiago, cuya compañía también es la responsable de citas mucho más grandes como BBK Live o el recién llegado Cala Mijas. “El Azkena es un festival diésel, no es un festival explosivo. Es más tradicional, más de nicho, más de gente que le gusta de verdad lo que se ofrece”, concreta.
Tampoco es exactamente un festival pequeño. El recinto de Mendizabala, a 20 minutos andando del centro de Vitoria-Gasteiz, tiene una capacidad para 20.000 espectadores por jornada, que este año serán tres: del jueves 16 al sábado 18 de junio. De hecho, la gran novedad este año es la recuperación del jueves tras varias ediciones de solo dos noches. Esa primera jornada, las estrellas serán los veteranos punk californianos The Offspring. El viernes, lo será otro grupo de punk del mismo estado, Social Distortion; Afghan Whigs, crecidos en los noventa al calor del rock alternativo (fueron la primera banda de fuera de Seattle fichada por Subpop, el sello que popularizó el grunge) y el que posiblemente sea el grupo de rock más popular de Vitoria, Soziedad Alkoholika. “Nunca habían tocado en el festival, era una cuenta pendiente”, explica Santiago.
El sábado será la noche de, tirando de cliché, tres grandes damas del rock: el mito sureño Emmylou Harris; Suzi Quatro, a la que siempre acompaña la coletilla “la primera estrella femenina que dio el rock”, y Patti Smith, que hace mucho que trascendió la etiqueta de “icono del punk”. “Las tres son mujeres de más de setenta años que siguen en la carretera. Las hemos intentado traer durante estos 20 años, y no han venido nunca. Y de repente este año coinciden las tres y encima el único día que podían era el mismo”, explica el director del certamen.
El Azkena Rock Festival es un festival de rock, entendido “rock” como todo lo derivado de ese estilo de la música popular anglosajona creado en la década de 1950 cuya piedra angular son las guitarras eléctricas. Una definición que, según a quién se pregunte, puede parecer demasiado ancha o demasiado estrecha. “Hay un poco de todo, ¿no? Pero más o menos la receta es la de siempre. Que haya unos un poco más tralleros, otros un poco más tradicionales, country, americana, heavy… La del Azkena es una receta tradicional, muy poco innovadora”, resume Santiago.
Confiesa su director que no ha sido fácil ponerse en marcha después de que la pandemia detuviera los festivales durante dos años. “Es el primero grande que hacemos en condiciones. Con él volvemos a la vida. Y está siendo un poco más costoso de lo habitual. Primero porque generas hábitos año tras año y cuando pasan dos sin hacerlo se nota en los equipos. Tienes que refrescar muchas historias que se han olvidado. Además se ha perdido personal cualificado, gente que ha abandonado la profesión por la inseguridad y la falta de ingresos. Hemos perdido a gente valiosa y eso nos va a costar tiempo recomponerlo. Y, por último, en 2022 estamos haciendo cosas preprogramadas del 20 y del 21 y a la par todo lo que apareció en el 22. Entonces estamos teniendo un nivel de actividad tan sumamente alto que está perjudicando a los suministradores de infraestructuras, que ahora tienen que atender demasiadas cosas. Hay eventos que se quieren hacer que tienen dificultades para encontrar un escenario o baños”.
Eso también ha repercutido en la programación. “La verdad es que nos hubiese gustado hacer un 20 aniversario más redondo. Pero todo este planteamiento de coitus interruptus nos ha roto mucho la inercia. Incluso cuando arrancamos no sabíamos realmente si habría festival. Eso ha condicionado todo mucho. Cosas que teníamos pensadas hacer para el 2022, lo lógico es que aparezcan en el 23. Este Azkena va a ser el sota, caballo y rey de siempre y a disfrutarlo”.
Las de este año son bandas solventes con mucha historia detrás, lo que siempre ha sido el Azkena, un festival por el que han pasado veteranos y veteranísimos, con el riesgo que eso implica. Algunos han llegado en plenitud de condiciones —Chris Isaak, Pearl Jam, The Cramps, The Who o Wilco— y otros en un estado de forma no tan bueno. “Quizás el peor concierto que he visto fue el de Flaming Groovies”, recuerda Santiago, “que nos engañaron. Les hicimos una oferta jugosa y Cyril Jordan, el cantante, nos dijo que iba a reunir a la formación original y que sería el último concierto de su historia. Al final vino él con cuatro músicos que no sabíamos ni quiénes eran y además siguieron tocando”, rememora Santiago.
El público también ha madurado. Los veinteañeros de hace dos décadas son ahora cuarentones, muchos con hijos. Hasta el punto de que los menores de 14 años acompañados de un adulto entran gratis. “Ahora la gente ya quiere llevar a sus hijos a adoctrinarlos al festival. En 2019 tuvimos sobre unos 300 y pico niños y este año se van a duplicar. Seguramente van a llegar a los 600. Sí que es cierto eso, que al final está ese rollo de la transmisión y yo creo que los roqueros, la gente del rock, es un público, por naturaleza, más adulto por el género, y ya es como un orgullo. Decir, ‘voy a llevar allí a la chavalería, a que conozcan esto que a mí me gusta y me llena’. Y eso está muy bien”