La lección de honestidad de Josep Maria Fradera

El historiador recibe el homenaje del mundo académico en la Complutense, rodeado de amigos y discípulos de universidades españolas, europeas y americanas

Josep Maria Fradera, en septiembre de 2019 en la Universidad Pompeu Fabra.Juan Barbosa

Llamadle Stravinski. Alguien le bautizó así en la clandestinidad y a principios de la década de los setenta, en la Universidad Autónoma de Barcelona recién estrenada, Stravinski era Josep Maria Fradera. Por entonces ya había pagado un precio por su precoz militancia antifranquista. En Mataró había sido el sindicalista José Luis López Bulla quien le dio el alta en el partido —naturalmente el PSUC— y entonces no solo le sancionaron con la expulsión del bachillerato, sino que no tardó en pasar por la cárcel Modelo. De ...

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Llamadle Stravinski. Alguien le bautizó así en la clandestinidad y a principios de la década de los setenta, en la Universidad Autónoma de Barcelona recién estrenada, Stravinski era Josep Maria Fradera. Por entonces ya había pagado un precio por su precoz militancia antifranquista. En Mataró había sido el sindicalista José Luis López Bulla quien le dio el alta en el partido —naturalmente el PSUC— y entonces no solo le sancionaron con la expulsión del bachillerato, sino que no tardó en pasar por la cárcel Modelo. De esos días conserva unas fotografías en blanco y negro y ya tenía esa melena y esa mirada de poeta beat. Dicho con otras palabras, seguramente hubiese preferido que le llamasen Dylan —su fidelidad más antigua, a simple twist of fate—, pero se impuso Stravinski y en la universidad ya era un mito.

Lo contó el catedrático Juan Francisco Fuentes en el homenaje académico tributado a Fradera por su jubilación en la Universidad Complutense. Porque no fue en Barcelona. Tuvo que ser en Madrid. El ministro de Universidades Joan Subirats mandó un vídeo de reconocimiento, amistad y felicitación. Lo acompañaron académicos de universidades españolas, europeas y americanas.

Cuando empezó a militar, Fradera visitó al principal intelectual marxista del siglo XX español: Manuel Sacristán. ¿Cómo formarse como intelectuales? Su lección fue de exigencia y Fradera la interiorizó a fondo para construir una obra de historia comparada sobre los imperios que es de referencia internacional. El profesor José Antonio Sánchez Román, que describió cuál ha sido esa aportación, sintetizó con precisión la actitud intelectual de Fradera: “un compromiso moral que no ha sido un obstáculo para el trabajo exigente”. El estudio sistemático de la política de fiscalidad, interrelacionando así metrópolis y colonias, ha sido el camino a través del cual Fradera ha mostrado cómo funcionaban los imperios. No solo el español, como demostró primero en Colonias para después de un imperio y luego en el colosal La nación imperial, sino los imperios atlánticos con ramificaciones en Asia. Esa capacidad para analizar el cambio de los sujetos históricos, trascendiendo la nación, la subrayó José Álvarez Junco en la glosa del homenajeado.

Al leer la lista de instituciones y académicos que querían constar en el homenaje, el catedrático Fuentes señaló que la diversidad de los presentes era la traslación de la diversidad de intereses intelectuales que convergen en la obra de Fradera. Historia política, económica o constitucional con el objetivo de pensar la historia no en clave nacional ni como una suma de historias nacionales, sino una interrelación que permita escribir una historia global. Esa mirada le permite descodificar “la historia de las mercancías” —Karl Marx— como la primera palanca para reconstruir la mecánica de los imperios desde el siglo XVIII hasta la Primera Guerra Mundial y así comprender los mecanismos de exclusión e inclusión en sociedades de todo el planeta. Suena enormemente ambicioso, pero no lo es porque la lección de Sacristán no ha dejado de comprometerle y por ello Fuentes se refirió a su “honestidad como motor de búsqueda de verdad”.

Esa honestidad se evidenció en la lección que dictó Fradera. La tituló Leviatán en Ultramar y fue una autobiografía velada de su trayectoria intelectual. Apenas habló de él o, más bien, se autorretrató hablando de las lecturas que abrieron las sendas de conocimiento por las que él ha transitado. “Nosotros escribimos porque otros lo hicieron antes”, dijo citando a su amigo Ricardo Piglia. Comentó por extenso el cambio de paradigma que introdujo John Elliott, habló del impacto inesperado que representó para él la lectura de Imperial Meridian de Christopher Alan Bayly. “Me impresionó en particular su atención sistemática, su dominio, de los cambios que se estaban produciendo a ambos lados del nexo imperial, como estos habían impactado la historia del mundo”. También glosó un artículo académico del historiador argentino Carlos Sempat que proponía una explicación innovadora sobre la demografía indígena, las minas y el comercio entre las colonias americanas y la metrópolis española.

Pocos académicos tienen la honestidad de explicarse a través de las aportaciones de los otros. Así procedió Fradera, con un arranque que fue la exacta demostración de esa exigencia de verdad que descubrió en Sacristán. El momento fue modestamente conmovedor. Porque los primeros libros que glosó fueron los de la década de los setenta de Josep Fontana.

Eran las doce del mediodía, el aula era de la Facultad de Comunicación y junto a mí se sentaba uno de los últimos discípulos de Fontana —el profesor Jaume Claret—. En la sala sabíamos exactamente la profundidad ética del ejercicio que Fradera nos estaba proponiendo en ese instante. Porque él, que seguramente haya sido el mejor discípulo de Fontana, durante décadas mantuvo unas relaciones digamos complejas con el maestro. Las tuvo, precisamente, porque antepuso la exigencia intelectual al vasallaje que demandaba un coloso que también actuó como un mandarín. Y, a pesar de ello, en el día de su homenaje en Madrid, Fradera demostró su honestidad al reconocer como La quiebra de la monarquía absoluta cambió la comprensión de la España moderna. Esa reinterpretación ha sido uno de los fundamentos sobre los que él ha construido una de las obras más importantes de la historiografía española del último medio siglo. Mostrar sus fundamentos fue su lección magistral.

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