Dolly Parton: “Ahora nadie se atreve a ponerme en duda”
La artista de 76 años, que acaba de lanzar novela y disco, sigue en la brecha, mientras una nueva generación descubre al icono feminista que hay detrás del estereotipo de rubia explosiva
Debajo del cardado más escultural de Tennessee se encuentra uno de los cerebros mejor equipados y más talentosos de la industria musical. Ya lo advertía en Dumb Blonde (1967), su primer gran éxito: “Solo porque soy rubia / no pienses que soy tonta / porque esta rubia tonta no es la idiota de nadie”. “Al principio no me tomaban en serio por mi aspecto”, confirma ...
Debajo del cardado más escultural de Tennessee se encuentra uno de los cerebros mejor equipados y más talentosos de la industria musical. Ya lo advertía en Dumb Blonde (1967), su primer gran éxito: “Solo porque soy rubia / no pienses que soy tonta / porque esta rubia tonta no es la idiota de nadie”. “Al principio no me tomaban en serio por mi aspecto”, confirma Dolly Parton al otro lado del teléfono. “Mucha gente pretendía cambiarme. Decían que mi imagen era barata, pero responde a la idea de glamour que tienen las chicas del sur. Afortunadamente, nunca me he tomado muy en serio a mí misma, pero sí a mi trabajo. Además, creo que todos debemos vestir como nos apetezca. Yo sigo haciéndolo y continúo divirtiéndome, solo que ahora nadie se atreve a ponerme en duda”. Cómo hacerlo. Detrás del icono pop emerge una de las compositoras más brillantes y prolijas de Estados Unidos con cerca de 3.000 temas registrados, actriz, filántropa, empresaria de éxito y, por primera vez a sus 76 años, también escritora de ficción. Junto al autor de superventas policiacos James Patterson, firma Corre, Rose, corre (Contraluz), un thriller sobre una joven estrella del country que huye de su hogar para buscar fortuna en Nashville. El volumen de 537 páginas, que acaba de salir a la venta en España, ha inspirado un disco del mismo nombre con 12 temas inéditos.
“Una novela es una suerte de transición natural para mí”, argumenta Parton. “He sido compositora toda mi vida y me gusta contar historias a través de mis canciones. Cuando era niña y escribía algún tema, iba corriendo a casa para cantárselo a todo el mundo. No había televisión, así que era mi forma de entretenerlos”. Parton ha hecho alarde de su capacidad narrativa en clásicos como Coat of Many Colors —donde evoca la pobreza de su infancia y la crueldad de sus compañeros de clase— o The Grass Is Blue —sobre la incapacidad para superar una ruptura amorosa—, pero con la perspectiva que da el tiempo, muchas de sus letras empiezan a analizarse y celebrarse como la denuncia del machismo estructural que también son y que, envueltas en purpurina y melodías agradables, calaron mejor y más profundo entre un público masivo. Desde I’m a Woman (1966) —donde expone el estigma de la mujer que ha perdido la virginidad, y que volvió a grabar en 2018 con Sia— hasta The Bridge (1964) —sobre una soltera embarazada que se suicida— pasando por ese himno de la mujer trabajadora (y explotada) que es 9 to 5 (1980).
“La música country es un instrumento de comunicación universal muy efectivo porque cuenta historias normales sobre gente normal de una forma extraordinaria. Es básicamente música sencilla narrada de una forma no tan sencilla”, explica Parton. Helen Morales, autora de Pilgrimage to Dollywood (”Peregrinaje a Dollywood”, el parque de atracciones creado por la cantante), destaca cómo Parton es una de las primeras autoras en invertir las murder ballads (baladas de asesinato), un género de la región de los Apalaches en el que los hombres narran de forma brutal asesinatos de (sus) mujeres, y que la artista escribe e interpreta desde la perspectiva de la víctima. Con los años, la artista irá pasando de la descripción de dolor y el abuso a historias que animan a dejar atrás los malos tratos.
La conversión en icono feminista de la cantante, cuya hiperbólica silueta ha generado tantas bromas como admiración, es igual de compleja y sorprendente que la propia Parton: ese aparente producto del heteropatriarcado que nunca fue. Como ha defendido en múltiples ocasiones su amiga Jane Fonda, puede que la cantante no maneje la teoría, pero sí la práctica feminista. Aunque esta palabra no haya salido nunca de sus siempre perfilados labios, la artista sí ha denunciado, en verso y prosa, las flagrantes desigualdades a las que las mujeres de su generación tuvieron que enfrentarse y aún siguen enfrentándose. “El mismo trabajo debe pagarse igual. Parece obvio, pero hoy seguimos luchando por eso. Aunque las cosas han mejorado mucho y en la industria de la música se nos respeta más. Cuando yo empecé, los viejos buenos chicos eran los que manejaban todo. Las chicas éramos como el tomate de la ensalada que acompañaba al filete, el plato principal, que eran ellos, claro”. Para cumplir con su rol de tomate, Parton debía parecer disponible ante el público: sus productores se opusieron a que se casase, pero en 1966 lo hizo y mantuvo su matrimonio con Carl Dean en secreto durante un año, demostrando que podía llevar alianza y tener éxito.
El salto al estrellato que le llevaría a vender más de 100 millones de discos comenzó de la mano de otro hombre, el cantante de country Porter Wagoner, en cuyo programa de televisión homónimo participó durante una década. Cuando en 1974 se separaron artísticamente, ella escribió la balada I Will Always Love You, que, según cuenta la propia Parton, Elvis le cantaba a su mujer Priscilla tras el divorcio de ambos. Quizá por eso, Presley quiso comprar los derechos del tema. En contra de todos los que la rodeaban, Parton dijo no a Elvis. Y lo que parecía una locura resultó ser la mejor decisión empresarial de su vida: en 1992 Whitney Houston convertía esta canción —integrada en la banda sonora de la película El guardaespaldas— en una de las más escuchadas de la historia, y a Parton, en una mujer rica.
En el mismo año en el que lanzó I Will Always Love You llegaría su salto al pop con la mítica Jolene (1974) como bisagra —inaugurando un modelo de carrera que luego transitarían otras muchas cantantes de country como Taylor Swift—; los altibajos comerciales en los noventa; la vuelta a las raíces del bluegrass a principios de los dos mil, y una última etapa en la que, sin dejar de grabar al ritmo frenético de las tres décadas anteriores, Parton comienza a dar más importancia a su faceta de productora de musicales y películas.
“Me convertí en una empresaria sobre la marcha. Fui aprendiendo por el camino. Pero quien más me influyó en este sentido fue mi padre. No sabía leer ni escribir, pero era la persona más inteligente que conozco: sabía cómo moverse, cómo negociar y hacer que las cosas pasasen. Y creo que heredé esas habilidades de él. Es algo innato: sé lo que está bien y lo que no está bien para mí. Mantengo mis ojos abiertos y dejo que mi corazón me guíe”. Parton habla como canta. Aunque, quizás, lo más acertado sería decir que vive como canta. El analfabetismo de su padre inspiró uno de sus primeros proyectos solidarios: Dolly Parton’s Imagination Library, una organización que provee de becas de estudios y libros de texto a niños en peligro de exclusión. “La educación siempre ha sido muy importante para mí y esta preocupación proviene de un lugar muy profundo de mi corazón. No solo mi padre, sino muchos de mis parientes no sabían leer ni escribir, y si hubiesen tenido esta oportunidad habrían sido mucho más exitosos en otros aspectos de su vida. Mi padre estuvo involucrado en la puesta en marcha de este proyecto. Quería que se sintiese parte de algo más grande que él. Ya hemos donado más de dos millones de libros y puedo decir que estoy más orgullosa de esto que de cualquier otra cosa que haya hecho en mi carrera”.
No es la única obra filantrópica de Parton. Al comienzo de la pandemia, donó un millón de dólares a la investigación contra la covid. “Me di cuenta de que iba a ser algo serio y decidí actuar. Me gusta estar preparada para ayudar en cualquier causa que considere importante”. El apoyo a las minorías y la lucha contra la discriminación están presentes en la carrera de la cantante desde su origen. Porque antes de icono feminista, Parton fue icono gay. Y como en el caso de los derechos de la mujer, ejerce la defensa de los de la comunidad LGTBIQ+ en sus términos: “Creo que todos somos hijos de Dios y que Dios nos quiere y quiere que seamos libres y felices. Nos ha hecho distintos y debemos aprender a aceptar que los demás sean como son. ¿Conoces el dicho ‘en la variedad está el gusto’? Pues a mí me encanta la variedad”. Lo dice también en un nuevo tema, Whoever You Are, que espera “que sea un éxito”: “Quienquiera que seas, selo / todo lo demás es actuación / quienquiera que seas, selo”.
Para la cantante y productora Linda Perry el secreto del medio siglo exitoso de carrera de Parton reside, precisamente, en que “ha perfeccionado el arte de triunfar sin hacer daño a nadie”, tal y como explica en el documental de la BBC Here I Am, inédito en España. La última pregunta de la entrevista telefónica viene a confirmar esta teoría. Parton, que en 2020 estrenó el musical Navidad en la plaza en Netflix, rehúsa compartir su opinión sobre el peso de las plataformas digitales en la industria audiovisual actual: “No quiero establecer una conversación sobre asuntos controvertidos. Todo el mundo sabe que trato de mantenerme al margen. Porque no sabes cuánto hay de política y cuánto de realidad en estos temas. Por supuesto que tengo una opinión, pero ninguna obligación de compartirla, cariño”.