El olvidado archivo fotográfico conservado entre versos
El editor del sello de poesía Hiperión, Jesús Munárriz, dona a la Facultad de Documentación de la Universidad Complutense la colección de casi 30.000 imágenes de la agencia gráfica Piortiz, con la que su suegro retrató España de los años veinte a los sesenta del siglo XX
Desfiles nazis, Franco pescando, en audiencias o sonriente con un nieto en sus brazos; milicianos cuerpo a tierra disparando en un combate en la Guerra Civil, el Alcázar de Toledo bombardeado al principio de la contienda o personas acarreando sus bártulos para huir de la muerte; Alfonso XIII recibido en el Vaticano, política, toros, moda… Las fotografías del archivo de la agencia Piortiz recorren la vida de España y parte del mundo desde los años veinte del siglo pasado hasta finales de los sesenta. Fue una empresa familiar que ofrecía sus imágenes a revistas y periódicos, fundada por los fotó...
Desfiles nazis, Franco pescando, en audiencias o sonriente con un nieto en sus brazos; milicianos cuerpo a tierra disparando en un combate en la Guerra Civil, el Alcázar de Toledo bombardeado al principio de la contienda o personas acarreando sus bártulos para huir de la muerte; Alfonso XIII recibido en el Vaticano, política, toros, moda… Las fotografías del archivo de la agencia Piortiz recorren la vida de España y parte del mundo desde los años veinte del siglo pasado hasta finales de los sesenta. Fue una empresa familiar que ofrecía sus imágenes a revistas y periódicos, fundada por los fotógrafos Félix Ortiz Perelló (1885-1956) y José Pío Alonso Bartolomé (1884-1937), y que continuó Daniel Ortiz (hacia 1920-2008), hijo del primero. Lo curioso es dónde ha estado el material de ese vasto trabajo en los últimos años: en un almacén para libros de poesía y revistas de la editorial Hiperión.
El dueño de este histórico sello, especializado en poesía, es Jesús Munárriz, donostiarra de 82 años. Él puso Hiperión en pie en 1975. Por carambolas de la vida, en un sótano tenía 15 grandes cajas con fotografías de Piortiz, de las que desconocía la mayor parte de su contenido, aunque de vez en cuando curioseaba y descubría joyas, como una instantánea de Musolini en una jaula con un tigre pequeño.
Ahora lo ha donado todo a la Facultad de Documentación de la Universidad Complutense de Madrid para que se estudie la trayectoria de Piortiz y de Daniel Ortiz, que fue su suegro. “Era un hombre afable, que pasó un sarampión falangista en su juventud, pero luego se hizo demócrata”, dice por teléfono Munárriz, que recuerda “una de sus fotos más conocidas, la de José Antonio Primo de Rivera en un mitin de Falange en Madrid, arengando a las masas, que debió de tomar con 16 años”. Lourdes Ortiz, también por teléfono, confiesa que ni recordaba que ese conjunto de imágenes estuviera en manos de Munárriz, su exmarido. Lo que sí menciona es que su padre fue “uno de los que se subieron a una farola” para tomar una imagen del gentío que abarrotaba la Puerta del Sol el día de la proclamación de la II República.
Las fotos de ese ingente archivo se las entregó a Munárriz en los sesenta la que entonces era su suegra, que ya se había separado de Daniel Ortiz. Este tenía otra vida, que le llevó a Francia y a Argelia, “donde trabajó para Ben Bella”, primer presidente del país, añade su hija. Sin embargo, Lourdes Ortiz apunta que parte del archivo original de Piortiz “lo malvendió en el Rastro” su madre. “Estaba sola, quizás necesitaba dinero y ella no podía hacerse cargo del negocio. Cuando mi padre regresó a España y se enteró, no se puede imaginar el disgusto que se llevó”.
Juan Miguel Sánchez Vigil, director del grupo de investigación Fotodoc de la Facultad de Documentación, rememora en su despacho, entre las cajas del archivo de Piortiz, el comienzo de aquella agencia. “Félix Ortiz, el padre de Daniel, fue uno de los fundadores y primer presidente de la Unión de Informadores Gráficos de Prensa (UIGP), nacida en diciembre de 1933 en Madrid para defender los derechos de los reporteros gráficos y que funcionó hasta la guerra. Eran unos 50, con ideologías opuestas, que solicitaban pases para cubrir actos; así, los que en algún momento no tenían un medio para el que trabajar podían seguir haciéndolo como freelance”. Entre sus socios también estaba Daniel Ortiz.
El grupo de Sánchez Vigil ha empezado a inventariar ese legado, todo en blanco y negro, que calcula se compone, por un lado, “de al menos 6.000 positivos, con distintos tamaños, por ejemplo de 10 por 15 centímetros o de 20 por 25, que era el habitual para publicar”. Más los negativos, que curiosamente son solo de temática taurina y estaban en rollos. “Abarcan desde 1939 a 1955 y pueden ser unos 20.000″. Todo el material se ha conservado muy bien, reseña, con la estructura original que le dio Daniel Ortiz, en sobres por temas.
“Félix Ortiz se formó en la calle y, a finales de los años veinte, cuando ya tenía un nombre, se asoció con Pío Alonso”. Ahí nació Piortiz, a la que no solo se unió Daniel Ortiz, sino el resto de la familia, que trabajó en el revelado, la comercialización… “Piortiz vendía su trabajo a revistas gráficas, como La Esfera, Blanco y Negro, Mundo gráfico y, en la República, a Estampa y Crónica, entre otras”. Este fotohistoriador cree que en los años treinta, Félix Ortiz, por su edad, debió de dejar la calle y tomó el relevo su hijo. Sin embargo, Piortiz amplía miras y firma un acuerdo de intercambio de material, entre otras agencias, con la suiza Keystone, fundada en 1927. Esto les posibilitó acceder a imágenes de otros países.
Estalla la Guerra Civil y Daniel Ortiz la cubre en el frente del centro, Córdoba, pero se conserva una pequeña parte de este material. Mientras, Pío Alonso fallece repentinamente en diciembre de 1937. “La mujer de Pío, a la que la llamaban la Pía, sigue trabajando con los Ortiz e incluso vive en casa de ellos, como si fuera otro más de la familia”. Daniel Ortiz, cuenta su hija, “un hombre de izquierdas”, quiere irse de la España en guerra. “Como tenía familia en Cataluña, fue allí, aconsejado por [el ministro de Estado] Julio Álvarez del Vayo, quien le dijo que fuera bien vestido para pasar la frontera. Como mi padre era muy presumido, se presentó con un traje de seda blanca, pero con esa pinta de señorito debió de haber una confusión y acabó en uno de los barcos cárcel que había en Barcelona [para meter a presos del bando rebelde]. Se pasó allí el resto de la guerra”.
Terminada la contienda, Lourdes Ortiz cree que su abuelo debió de aconsejar a Daniel Ortiz que cambiara de bando. Por eso, de vuelta en Madrid “fotografía los desfiles de la victoria franquista”, apunta Sánchez Vigil, y se convierte “en uno de los fotógrafos con acceso al Palacio del Pardo para retratar a Franco”, apostilla la escritora. “Sin embargo, se hartó de eso, llegó a odiarlo por lo que había visto y porque a un hermano de mi madre, de izquierdas, se lo habían llevado en la guerra. Ese hombre era el padre del escritor Fernando Sánchez Dragó. Sin embargo, en casa no se hablaba de esos temas, no había rencor”. A su mente vuelve una escena con su padre en casa, cuando ella empezaba a militar en la universidad en grupos de izquierda, sobre lo que suponía el régimen: “Nena, ten cuidado, esta gente es muy mala”.
En sus últimos años como profesional, Daniel Ortiz colaboró con la agencia Efe, lo que significa que seguía siendo un fotógrafo valorado. “Estuvo medio siglo en activo, entregó su vida al fotoperiodismo”, subraya Sánchez Vigil. “Él amaba la fotografía, pero además dejó escritos guiones de cine y obras de teatro que no se han representado”, añade su hija. Una historia que concluye Munárriz: “Mejor que vender su archivo ha sido entregarlo a una institución pública”.