Arco se consolida como puente de entrada para el arte latinoamericano en Europa

Con un protagonismo creciente, comisarios, creadores y galeristas alaban el papel de la feria como escaparate para las obras procedentes del otro lado del Atlántico

El artista chileno Rodrigo Arteaga monta su exposición en el stand de la galería AFA, de Santiago de Chile.Olmo Calvo

Después de visitar Arco varios años seguidos empieza a girar en la cabeza la idea de que la historia se repite como en una espiral. Asalta una especie de déjà vu, la sensación de que el tiempo se hubiera detenido. Los estands desenrollados sobre la moqueta con algunas obras recurrentes; el trasiego que fluye constante generando los remolinos de los corrillos con sus cuchicheos; la ...

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Después de visitar Arco varios años seguidos empieza a girar en la cabeza la idea de que la historia se repite como en una espiral. Asalta una especie de déjà vu, la sensación de que el tiempo se hubiera detenido. Los estands desenrollados sobre la moqueta con algunas obras recurrentes; el trasiego que fluye constante generando los remolinos de los corrillos con sus cuchicheos; la polémica que siempre salta, acaparando el protagonismo y los titulares. Sin embargo, lo cierto es que nada permanece inalterable. Con cada edición, no solo la propia feria sino también el ecosistema del arte van evolucionando. Una muestra fehaciente procede de la participación latinoamericana. Con el tiempo, la atención prestada a los creadores, galeristas y coleccionistas de aquella región ha posicionado a Arco como el nudo más sólido de conexión entre las escenas artísticas a uno y otro lado del Atlántico.

Hace tiempo que la feria se volcó en América Latina. Un movimiento lógico, dadas las correspondencias. Este 2022 de la vuelta a la normalidad relativa han participado 24 galerías de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, México, Perú y Uruguay (en total son 185 de 30 países). No es el año con mayor participación (en 2017, por ejemplo, sumaron 41 de un total de 200), pero la cifra es representativa del interés. Varias ediciones consagraron a países latinoamericanos como invitados especiales: en 2019 se otorgó el protagonismo a Perú; en 2017 a Argentina; en 2015 a Colombia; en 2008 a Brasil; en 2005 a México. Dada la inestabilidad política, Chile declinó la propuesta de convertirse en el país destacado de 2021.

También suele haber espacios fijos comisariados en los que se pone el foco sobre el arte de aquellas latitudes. En esta edición, ocho galerías y nueve artistas latinoamericanos emergentes exhiben sus trabajos dentro de la sección Nunca lo mismo, comisariada por Manuela Moscoso y Mariano Mayer. “Todas estas acciones han fortalecido el diálogo”, certifica la comisaria colombiana Catalina Lozano, que ha participado varios años con proyectos curatoriales en la sección Diálogos de la feria. “Arco es el lugar de Europa donde Latinoamérica está mejor representada, y donde las galerías siempre se sienten bien acogidas”.

Para la comisaria ecuatoriana Pili Estrada, que este año participa, al igual que Lozano, como jurado del premio Illy, el interés demostrado en la creación de la región ha favorecido que Latinoamérica haya ido escalando posiciones en el tablero del arte global. “Arco ha sido la pieza más relevante”, valora. La atención que se ha volcado en aquellos países ha impulsado, además, el movimiento de algunas galerías hacia Europa, que ahora percibe el arte latinoamericano “como algo propio”. Hace años que el colombiano Fernando Pradilla abrió un espacio con su nombre en Madrid (en Bogotá dirige El Museo), y poco a poco han ido desembarcando otros como los brasileños Mendes Wood y Jacqueline Martins, ambos con sucursal en Bruselas. “En las secciones comisariadas se seleccionan proyectos muy enfocados al largo plazo, son galerías que empiezan a trabajar con los artistas jóvenes y crecen con ellos”, agrega la comisaria. Y eso, como explica, se traduce en una evolución de la escena creativa que se va solidificando con el paso del tiempo.

Obra de Jonathas de Andrade expuesta en la Galería Continua de La Habana, dentro de la sección Nunca lo mismo de Arco. FERNANDO VILLAR (EFE)

La guatemalteca Proyectos Ultravioleta ha participado en la sección Nunca lo mismo con obra del artista emergente argentino Eduardo Navarro, concebida expresamente para Arco. No se trata de una galería al uso sino, como explica Cristina Rodríguez, comisaria y colaboradora del proyecto, “de una plataforma creada por y para artistas”. “Dada la falta de apoyos del Estado, surgen sobre todo proyectos independientes que buscan generar espacios de creación y de pensamiento”, añade. Después de “seis o siete” ediciones participando en Arco, el director del espacio, Stefan Benchoam, tiene claro que “la feria proporciona el puente más sólido entre Latinoamérica y Europa”. Y subraya un dato importante: no solo se les hace hueco, sino que se les tiene en cuenta. Y eso es lo que marca la diferencia. “Hay un interés por escuchar las propuestas latinoamericanas, abordando las preocupaciones que vienen de ahí”.

El mundo se consolida como un entorno único e interconectado, pero aún perviven vestigios del pasado de los distintos países y regiones. A esas idiosincrasias Catalina Lozano las denomina como “genealogías propias”. Los temas que definen el momento actual son comunes, pero América Latina los aborda desde un punto de vista específico. Es algo que se ve, por ejemplo, en la obra de Wynnie Mynerva. Con su polémico vídeo Cerrar para abrir, en el que documenta una operación en la que se cosió la vagina, la peruana aborda un tema que copa el debate global: el de la identidad de género. Su circunstancia como mujer latina, criada en un ambiente que ella misma define como de “violencia” y “misoginia”, aporta las notas disonantes en el discurso sobre la libertad y la lucha por los derechos individuales que plantea. Esa particularidad es también una de las ideas que refleja la selección de artistas que participan en Nunca lo mismo, que abordan la emergencia climática, una cuestión global, desde ópticas locales. Uno de esos creadores, el chileno Rodrigo Arteaga, representado por la galería AFA de Santiago, habla de problemas como “los monocultivos y la hiperindustrialización del campo”, que afectan a su región, Valparaíso, pero que son extrapolables a muchas otras partes del planeta.

El interés de los coleccionistas europeos, como reconocen los gestores de los espacios consultados, suele soplar a su favor en Arco. También el de los latinoamericanos, con una sólida presencia en Madrid estos días. De ahí que muchas de las galerías que el año pasado no pudieron viajar a causa de la pandemia recibieran con agrado la opción que se les brindó de enviar obra para exponerla en una sección que se bautizó como Remitente. “Creo que en esta edición hay un ánimo de celebración, porque significa la vuelta a entablar diálogos con el público europeo, a conocer a comisarios y coleccionistas”, apunta Santiago Gasquet, director de la argentina Piedras. “El nivel de todos los espacios latinoamericanos es muy bueno, son muy representativos de la región”, agrega Alexandra Morales, directora de la peruana Crisis. Y remata: “Al traer a artistas que no han sido muy exhibidos también tenemos mucha expectativa de ventas: hay mucha curiosidad por ver lo que se hace en América Latina”.

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