Halladas en Asuán 20 momias de hace 2.000 años escondidas debajo de un lugar de culto al dios Jnum
Una misión arqueológica egipcio-italiana descubre por sorpresa la primera construcción de este tipo que se encuentra en la antigua necrópolis del Aga Khan
Una misión arqueológica egipcio-italiana ha descubierto recientemente una gran tumba familiar con una veintena de momias bien conservadas de hace 2.000 años que se hallaba escondida debajo de un intrigante lugar de culto asolado por un misterioso incendio cerca de la ciudad de Asuán, en el sur de Egipto. Se trata de la primera estructura de este tipo que se encuentra en la antigua necrópolis que rodea el ma...
Una misión arqueológica egipcio-italiana ha descubierto recientemente una gran tumba familiar con una veintena de momias bien conservadas de hace 2.000 años que se hallaba escondida debajo de un intrigante lugar de culto asolado por un misterioso incendio cerca de la ciudad de Asuán, en el sur de Egipto. Se trata de la primera estructura de este tipo que se encuentra en la antigua necrópolis que rodea el mausoleo del Aga Khan, y el equipo está tratando de averiguar ahora la conexión entre ambas construcciones y la importancia de la segunda en el conjunto del cementerio, que se extiende a lo largo de una vasta superficie en la orilla oeste de la primera catarata del río Nilo.
Para los arqueólogos, el hallazgo fue toda una sorpresa. Antes de empezar su última misión en la zona, el año pasado, decidieron centrar sus esfuerzos en una estructura de tres paredes que, vista por imágenes de satélite, parecía una tumba diferente a las que habían excavado anteriormente. Fue durante la propia excavación que se empezaron a encontrar con una gran cantidad de fragmentos de cerámica, restos de fruta, mesas de ofrendas y losas inscritas en jeroglíficos que cubrían una de las paredes de la estructura, lo que sugería que estaban delante del primer lugar de culto hallado en la necrópolis del Aga Khan. Una de las claves fue la gran cantidad de huesos de animales, principalmente de carnero, que también desenterraron, puesto que el dios Jnum, con cabeza de carnero, era objeto de un importante culto en Asuán.
El segundo golpe de suerte llegó mientras excavaban esta primera construcción. Una parte del suelo de su interior estaba un poco roto, y fue precisamente allí donde los arqueólogos descubrieron unas escaleras que conducían hasta una gran tumba subterránea. “Ahora lo estamos estudiando para saber si [el lugar de culto] era solo para aquella tumba, que probablemente no sea el caso, o si se trataba de un lugar de ofrendas para un grupo de tumbas”, explica a EL PAÍS Patrizia Piacentini, profesora de arqueología egipcia en la Universidad de Milán y una de las jefas de la misión.
La escalera del lugar, parcialmente flanqueada por bloques esculpidos y cubierta por una bóveda de adobe, baja hasta la puerta de la tumba familiar, que se hallaba cerrada por un complejo sistema de losas y bloques de piedra levantados sobre la propia escalera. Delante de aquella abertura, los arqueólogos encontraron también un gran jarrón de ofrendas que, aunque parcialmente roto, todavía contenía restos de una especie de higo.
Una vez superado este obstáculo, la tumba presenta un vestíbulo desde el que se abren cuatro cámaras funerarias de entre cuatro y cinco metros de profundidad y 80 centímetros de alto excavadas en la roca. Justo frente a la entrada del mismo vestíbulo, el equipo egipcio-italiana también encontró un sarcófago de terracota que contenía la momia de un niño y un hermoso cartonaje, el envoltorio funerario hecho con capas de lino o papiro cubiertas de yeso y dispuesto sobre las momias.
En el interior de las cuatro galerías excavadas en la roca yacían 20 momias en un estado de conservación excepcional, así como de una decena de individuos más que originalmente también habían sido momificados, pero cuyos cuerpos fueron desmembrados por saqueadores y tuvieron que ser recompuestos y contados por el equipo de médicos forenses de la misión, que trabajó desde el mismo lugar. Algunos de los cuerpos momificados se corresponden a personas ancianas, tal y como indica la artrosis visible de algunas de ellas, mientras que otros eran mujeres y niños pequeños, incluido un recién nacido.
Una de las momias que más ha llamado la atención del equipo, puesto que ha sido la única que se ha podido identificar por completo, ha sido la de un hombre que yacía junto a la pared este de la estructura superior, y que guardaba a su lado un collar de cobre con una placa en griego en la que se encontraba inscrito su nombre: Nikostratos. Los arqueólogos, que creen que la momia fue originalmente depositada con el resto y sacada por ladrones, señalan que su presencia no es extraña porque data del período helenístico de Egipto.
Además del rompecabezas que presenta ahora a los miembros de la misión la conexión entre el lugar de culto y, por un lado, la tumba excavada debajo, y, por el otro, el resto de la necrópolis, se suma al del misterioso fuego que dañó ambas construcciones. En este sentido, Piacentini explica que barajan dos hipótesis: que el origen del incendio fuera un accidente durante un sacrificio y que el fuego alcanzó la tumba subterránea, o bien que hubiera sido la antorcha de algún saqueador despistado la que hubiera causado un incendio en la tumba y que este se hubiera propagado hasta el lugar de culto.
La misión codirigida por Piacentini trabaja desde 2019 en los alrededores del mausoleo del Aga Khan, donde ya han localizado más de 300 tumbas que datan del siglo VI antes de la era común, en el período faraónico tardío, al siglo IV de la era común, ya en la época romana. Sin embargo, se trata de una zona aún poco excavada e inabarcable -por sus 100.000m2- para el equipo egipcio-italiano, que aspira por ahora a poder llegar a ofrecer con los años una primera radiografía del lugar.
“Se trata de una necrópolis muy importante”, considera Piacentini. “En Asuán tenemos necrópolis de épocas anteriores. Pero sabíamos que había una ciudad de la época persa, griega y romana, aunque no conocíamos el lugar donde se enterraba a su gente. [Esta] fue la necrópolis de aquella ciudad faraónica tardía y grecorromana”, explica. “[El cementerio] abarca un milenio de historia, y el número de tumbas es muy alto. Nunca lo excavaremos todo; nos llevaría siglos”, agrega. “Pero si excavamos bien, una buena muestra, eligiendo cada año dos o tres tumbas, creo que podremos entender mejor cómo se enterraba a la gente en aquella época y la forma en que vivían”, desliza.