A los impuros
Cuando se cumplen 10 años del fin de ETA, un documental recoge la conversación entre dos expolíticos, Eduardo Madina y Borja Sémper, que reflexionan sobre el impacto del terrorismo en sus vidas
La huella de ETA sobre la sociedad vasca ha sido tan densa, tan ominosa, que han tenido que pasar 10 años desde su final para que el cine empiece a hacer la autopsia. Con ocasión de este aniversario se ha producido una especial floración de documentales, entre los que destaca uno que llegó ayer a las salas de cine bajo el título ...
La huella de ETA sobre la sociedad vasca ha sido tan densa, tan ominosa, que han tenido que pasar 10 años desde su final para que el cine empiece a hacer la autopsia. Con ocasión de este aniversario se ha producido una especial floración de documentales, entre los que destaca uno que llegó ayer a las salas de cine bajo el título Impuros, dirigido por Alberto Utrera. Se trata de un emotivo dueto en el que dos expolíticos, Eduardo Madina y Borja Sémper, nacidos ambos en enero de 1976, reflexionan sobre el impacto que el terrorismo de ETA ha tenido sobre sus vidas.
El socialista Madina es un anómalo superviviente a una bomba lapa que le arrancó media pierna. Aquel 19 de febrero de 2002 era martes y llovía muchísimo; por eso no miró en los bajos del coche, que explotó cuando estaba a unos 200 metros de la empresa vizcaína en la que trabajaba. “En el segundo siguiente supe que era un atentado de ETA”. En la ambulancia que le trasladó al hospital de Cruces, donde había nacido, le informaron de que había perdido una pierna. “Desde entonces tengo una relación distinta con la vida. Hay que aprovecharla sin prestar tanta atención a tonterías”.
El popular Borja Sémper tenía apenas 20 años y estudiaba Derecho en San Sebastián cuando se libró, por azar, de que una antigua compañera de colegio le disparara un tiro en la nuca en la facultad. La Policía le informó de que ETA quería “darle matarile” y desde ese día tuvo que vivir con escolta. Sacó licencia de armas y se compró una pistola para protegerse en su casa.
La infancia de ambos es un viaje a través de la época de plomo, cuando ETA llegó a matar a cien personas por año, cuando el duelo de un atentado era silenciado por el siguiente, cuando ETA monopolizaba el espacio público. Madina tenía ocho años cuando se dio cuenta de que algo iba mal el día que acompañó a su padre al funeral del senador Enrique Casas. Sémper retiene en su memoria adolescente el asesinato de un policía cerca de su casa de Irún.
Coinciden ambos en que el asesinato de Miguel Ángel Blanco despertó a la sociedad vasca frente a la violencia. Ermua habría sido un gesto fundacional en el que miles de personas se echaron a la calle para expresar su repulsa, aunque fuera al precio de que les tomaran sus matrículas o anotaran sus nombres. Se iniciaba así una vía sin retorno.
Los dos recuerdan con emoción el 20 de octubre de 2011, el día en que ETA anunció que abandonaba la vía de las armas. Madina estuvo en la sede del PSOE en Bilbao y recuerda que lloró con Zapatero: “Fue un día un poco onírico. Recordé a mucha gente que no estaba. Me dio mucha pena que mi madre no lo viviera. Pensé mucho en cómo sería la vida sin ETA”.
Sémper echa de menos que no fueran capaces de organizar ese día un gran acto cívico para celebrar la victoria de la democracia. Por ejemplo en San Sebastián, posiblemente la ciudad que había padecido un mayor número de atentados. “Fuimos incapaces”, dice, “de celebrar conjuntamente la victoria sobre el terrorismo. Niños y niñas de España deben saber que ETA perdió”. Diez años después de aquel día crece, o al menos tiene mayor presencia en las redes sociales, la corriente que sostiene que ETA no solo no perdió, sino que hoy tiene más poder. En su día ETA pretendía limitar la condición de auténticos vascos a quienes apoyaban sus designios; hoy, la ultraderecha quiere limitar solo a sus seguidores el carné de auténticos españoles.
Frente a tanta autenticidad de uno u otro lado, Madina y Sémper reivindican su condición de impuros, de gente que propone como horizonte de vida un país en el que puedan convivir los diferentes, los que no desean someterse ni someter a los demás a un examen de pureza. Y recuerdan con emoción que la larga y densa tragedia vivida por culpa de ETA ha tenido un final feliz. “Porque en 2011 ganamos los buenos”. Eso sí, Madina y Sémper son dos políticos que abandonaron la política. Una lástima. Ojalá que no sea una metáfora de hacia dónde se dirige la política en este país.