El Chema Madoz más frágil

El artista presenta sus nuevas fotografías, realizadas en parte durante el confinamiento, en las que sugiere las incertidumbres de la vida pandémica

Una de las fotografías del nuevo trabajo de Madoz.Chema Madoz (cortesía Galería Elvira González)

Chema Madoz sigue encontrando agujas en el pajar y botellas con mensajes en el mar. Aunque el artista madrileño, de 63 años, lo ha tenido más complicado en el último año para encontrar en el Rastro de la capital o en las tiendas que frecuenta los objetos con lo que luego crea sus imágenes de diversas lecturas y en las que nada es lo que parece, o sí lo es. Ha logrado, en ese terreno movedizo en el que tanto le gusta moverse, una cosecha de 30 nuevas fotografías, de diferentes formatos, y una escultura que ha presentado este jueves ...

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Chema Madoz sigue encontrando agujas en el pajar y botellas con mensajes en el mar. Aunque el artista madrileño, de 63 años, lo ha tenido más complicado en el último año para encontrar en el Rastro de la capital o en las tiendas que frecuenta los objetos con lo que luego crea sus imágenes de diversas lecturas y en las que nada es lo que parece, o sí lo es. Ha logrado, en ese terreno movedizo en el que tanto le gusta moverse, una cosecha de 30 nuevas fotografías, de diferentes formatos, y una escultura que ha presentado este jueves en la galería madrileña Elvira González. Es un trabajo, realizado en 2019 y 2020, “en el que hay una cierta coherencia dentro de mi habitual dispersión, una cierta relación entre las imágenes”, ha dicho. Se refiere a que en ellas “prima la fragilidad, que refleja el momento actual, es inevitable que lo ocurrido se filtre, pero sin que haya la intención de hacer un trabajo sobre la covid; lo que hemos vivido sí está sugerido”, añade. Esa sensación de que alrededor todo es quebradizo está en fotos como la escalera formada por peldaños que son columpios, o en el castillo de naipes sostenido por un andamio, “esta es la que más tiempo me ha llevado”, confiesa. También transmite angustia a veces, como en la imagen surrealista de un zapato/ataúd en el que asoman unas piernas.

¿Cómo ha logrado transmitir la fragilidad humana sin que haya personas en sus obras? “Trabajo con objetos que juegan con conceptos, es como trabajar con palabras”, señala. “No hay humanos en mis obras, pero sí hay manos, orejas... o sea que está el ser humano, aunque de forma fragmentaria”. Así sucede con la fantástica foto de la mano con un guante que toca un piano imaginario con dedos que son como las teclas del instrumento. O con la oreja (no real) rodeada por una corona de espinas (real) que amenaza con atravesarla. “Representa la agresividad constante que sufrimos en esta sociedad, el ruido”, explica mientras la observa.

A pesar de que el año pasado ha sido especialmente duro para Madoz, la ironía está presente en algunas instantáneas, como en la del hacha envuelta en una venda o en el retrovisor con el mensaje “Déjà-vu” en su espejo. “Quizás el humor es más necesario que nunca”, añade el premio Nacional de Fotografía en 2000. Su siempre laborioso proceso “ha sido más complejo y se ha ralentizado” en esta ocasión por las restricciones sanitarias. En cualquier caso, le sigue pasando que cuando va en busca de objetos para sus imágenes acaba llevándose además otros que no sabe si le servirán.

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La exposición, hasta el 30 de junio, no tiene título en esta ocasión, como no lo hay nunca en las imágenes poéticas de Madoz, “por respeto a la inteligencia del espectador, no hace falta dar más pistas”, sostiene. “Presento unas fotografías de las que el espectador puede sacar varias lecturas, que descubra algo que está escondido o latente”. Ese lado juguetón se ve en la imagen en la que una maqueta que representa a las montañas del Everest sirve de tejado a una casa que podría haber firmado Mies van der Rohe; y en la del pequeño avión posado sobre la nieve, ¿o es un avión sobre un mar de nubes?

Siempre en blanco y negro y en analógico, Madoz confiesa que a veces tiene la tentación de mostrar imágenes en color, pero le frena saber que quizás el resultado no sería el mismo. El color probablemente no le daría la delicadeza que obtiene en imágenes como la de la melena ondulada que simula una cortina atada por un cordón, o en el barco con velas cuya tela representa un cielo de nubes blancas.

Fotografía de Madoz que representa, "el ruido" que sufrimos en la sociedad según el autor.Chema Madoz (cortesía Galería Elvira González)

Desde que en los años noventa tomó este camino de creaciones sencillas con una iluminación tan elegante, la obra de Madoz se ha podido ver en numerosas galerías e instituciones de muchos países: desde el Canal de Isabel II en Madrid al Centro Pompidou, en París. Sus piezas forman parte de las colecciones del Museo Reina Sofía, la Fundación Juan March, la Fundación Telefónica, el Centro Andaluz de la Fotografía (Almería), el IVAM de Valencia, la Colección Fotocolectania de Barcelona, el Museo de Bellas Artes de Houston... Y en su tercera exposición en la galería Elvira González muestra como novedad su primera escultura, aunque todas sus imágenes tienen algo de este arte, apunta. Se trata de una chimenea con un elegante marco en la que no vemos su interior porque lo oculta una cortina roja. “También puede ser el escenario de un microteatro, con su telón”, señala. Así que, pese a la pandemia, Madoz no ha perdido por suerte su faceta más lúdica. “Me gusta sugerir, jugar con la idea de lo que está presente y lo que está ausente”.

Una imagen de Chema Madoz en la que, como suele suceder en su obra, siempre hay más de una lectura. En vídeo, Madoz habla de su obra.Foto: CHEMA MADOZ (CORTESÍA GALERÍA ELVIRA GONZÁLEZ) | EFE


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