Irene Escolar: “He sentido sensaciones de angustia o miedo; y últimamente me he sentido muy perdida”
La actriz madrileña, que estrena en la cadena estadounidense NBC la serie ‘Dime quién soy’, reflexiona sobre el alma humana, el poder sanador del arte y el “halo verde”
“Irene es una isla que se reinventa cada día”, ha escrito Manuel Rivas de su amiga Irene Escolar. Ahora ella tiene 32 años. Desde niña fue un prodigio nacido de una fuerte tradición teatral. Ha vencido carreras en el cine y en la televisión, y en ninguna de esas facetas dejó que se le subiera la gloria a la cabeza. Hoy, 8 de marzo, Día de la Mujer, irrumpe su mirada, tan potente como su silencio, en los televisores estadounidenses, pues ...
“Irene es una isla que se reinventa cada día”, ha escrito Manuel Rivas de su amiga Irene Escolar. Ahora ella tiene 32 años. Desde niña fue un prodigio nacido de una fuerte tradición teatral. Ha vencido carreras en el cine y en la televisión, y en ninguna de esas facetas dejó que se le subiera la gloria a la cabeza. Hoy, 8 de marzo, Día de la Mujer, irrumpe su mirada, tan potente como su silencio, en los televisores estadounidenses, pues Dime quién soy, la serie basada en la novela de Julia Navarro que Escolar protagoniza, se empieza a exhibir en la NBC. En esa ficción, donde es una espía zarandeada por una guerra mundial, y en su más reciente aparición teatral (Atraco, paliza y muerte en Agbanaspach, de Mao Albet y Marcel Borrás, en el teatro María Guerrero de Madrid) esa mirada de la actriz madrileña parece que va a agarrarte donde estés sentado para decirte que a quien mira es a ti. Escribió aquí Manuel Vicent que esos ojos transmiten “una experiencia acumulada de cientos de películas y obras de teatro con toda la carga de penalidades, triunfos, miserias y aplausos”.
Pregunta. ¿Qué está mirando ahora?
Respuesta. Siempre he intentado mirar con mucha curiosidad. Intento entender qué existe en las contradicciones de la gente y qué hay detrás de la fachada de una persona. Es lo que te viene con el arte. Buscar qué hay detrás del alma humana. Te vas encontrando con un montón de personas, gente que se sienta y que mira. Y yo intento ver qué hay detrás del alma de esa gente. Es lo que luego intento trasladar a un escenario o a una pantalla. El arte es reflejo de la realidad que nos rodea.
P. ¿Qué ha estado viendo en estos tiempos?
R. ¿Con la pandemia? Aún no hay perspectiva, estamos metidos en ello. He estado haciendo dos funciones de teatro, así que he experimentado mucho contacto gracias a este termómetro, a esta posibilidad de compartir y de generar esa comunicación con lo que los demás te dan. A veces haciendo la función me digo: “¡Qué suerte percibir cómo esta gente siente lo que pasa!”. Podemos hacer sentir qué hay detrás del ser humano y compartirlo con los que te ven. Ahora esta experiencia es profundamente diferente.
P. ¿Qué es lo más extraordinario que ha experimentado?
R. Haciendo Hermanas, con Bárbara Lennie, de Pascal Rambert. Ocurría algo entre nosotras que era verdad y que yo no había experimentado nunca. Nuestra conexión energética. Uno de los días Bárbara me contó que vio en mi cabeza el halo verde que dicen que a veces se ve en la gente. Había una fuerza, una intensidad, y hubo eso.
“Uno de los días Bárbara [Lennie, con quien compartió la obra ‘Hermanas’] me contó que vio en mi cabeza el halo verde que dicen que a veces se ve en la gente”
P. ¿Se ha sentido verde por dentro?
R. Algunas veces sí. Es muy difícil llegar a sentir eso. No te voy a mentir: a veces se experimenta. Cuando ocurre, hay tanto riesgo, y debe haber tanto riesgo. En los teatros si ves algo que está bien siempre hay riesgo, como una cuerda floja que te hace vibrar como espectador. Y que si vibra es porque estás vivo y porque el otro, el actor, también está vivo. No ocurre siempre y es especial.
P. En esta última obra pasa algo así, que su mirada parecía dirigirse en primera persona a cada uno de los que la mirábamos.
R. Quizá tiene que ver con el trabajo más profundo que uno intenta hacer y que cuando ocurre es milagroso: poder ocultarte realmente detrás de la mirada de otro. Siento que estoy haciendo un buen trabajo porque siento que esa mirada que te llega es la mía. Me costó mucho ver el mundo a través de la figura de Marina Abramovic [Maria Kapravof en la obra]. Ella ve el mundo de una manera tan radical y tan radicalmente opuesta a como yo lo veo… Me costó muchísimo. Lo conseguí a través del lenguaje, del aprendizaje del ruso, de cambiar la voz para decir lo que ella decía… Es curioso que sea el lenguaje lo que te lleva a conseguir esa mirada.
P. Desde muy chica está, en la vida y en la escena, con adultos. ¿Qué queda en usted de esa excursión por los mayores?
R. Cuando empecé a trabajar, todos eran personas que sabían más que yo, eran mayores y más inteligentes. Todo eso me obligaba a aprender más rápido, quizá porque me ponía la presión de pensar como ellos, cosa que era imposible. Me activó la curiosidad y me dotó de un nivel de exigencia que a veces ha sido demasiado alto. Hay que intentar compensar esa balanza. Por eso me interesa ahora trabajar con gente joven, creadores de mi edad, volar con ellos hacia otros lugares.
“Al final todo tiene que ver con la lucha por vivir, y el arte debe estar profundamente conectado con la vida”
P. Cuando se dio cuenta de que la vida iba en serio, ¿cómo encontró la humanidad?
R. Siento a veces como un gran momento de confusión que me cuesta entender. Así que mi valoración depende tanto de las circunstancias y de cada persona… Si te soy sincera he sentido sensaciones de angustia o miedo; y últimamente me he sentido muy perdida.
P. ¿Cómo encuentra a su generación?
R. Es gente con ganas de aprender, profundamente creativa; Borràs y Albert son dos tipos con sus cabezas llenas de una explosión brillante. Necesitan espacio para que todo eso tenga sentido y sea valorado, impulsado y recogido. Pero en este caso lo que intentamos, sobre todo, es pasarlo muy bien trabajando juntos. No soy una persona sufridora para nada cuando trabajo.
“La belleza [en Lorca] está ligada a la verdad. Lo bello es lo que es verdadero”
P. En la serie Dime quién soy narra con sus ojos el sufrimiento, la guerra, la perplejidad ante la tortura. Es ficción, pero ahí están las pasiones perversas de la humanidad. ¿Cómo afronta ese personaje?
R. Todo en la vida de la protagonista está rodeado de peligro. Se me quedó dentro la valentía de poder ir al fondo del deseo máximo que había en ella, sin miedo de tratar de encontrar cuál era su función en ese contexto sociopolítico que le había tocado. Esa implicación sin miedo, esa búsqueda constante del deseo, fue lo que más me llamó la atención. Y me ha ayudado a entender qué pasó con esas mujeres que tuvieron voz en el pasado reciente.
P. Antes de responder se funde usted en profundos silencios. ¿Qué hay ahí?
R. Búsqueda, reflexión, calma frente al desasosiego gigante en el que estamos. Intento buscar la calma, parar un poco, darme un pequeño respiro. Leí algo de Clarice Lispector que me encantó: “Escribo para salvar la vida de alguien, incluso la mía”. Es una definición preciosa. Al final todo tiene que ver con la lucha por vivir, y el arte debe estar profundamente conectado con la vida.