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Bárbara Lennie e Irene Escolar, ante su combate artístico más feroz

Las actrices estrenan en Madrid ‘Hermanas’, de Pascal Rambert, un drama amargo y corrosivo

Rocío García
Irene Escolar, al fondo, y Bárbara Lennie, en un ensayo de 'Hermanas', de Pascal Rambert.
Irene Escolar, al fondo, y Bárbara Lennie, en un ensayo de 'Hermanas', de Pascal Rambert.Vannessa Rábade

El enfado y la amargura se hacen presentes desde su intempestiva salida al escenario. Se adivina ya un encuentro feroz y un combate en toda regla. Tras su paso por Sevilla, Bárbara Lennie e Irene Escolar estrenan en Madrid Hermanas, del dramaturgo francés Pascal Rambert, un drama escrito expresamente para ellas. Es Hermanas un texto radical de amores y odios entre dos mujeres que buscan provocar el mayor daño a través de las palabras. La obra se representa en El Pavón Teatro Kamikaze desde el 10 de enero hasta el 10 de febrero.

Son Bárbara e Irene, dos hermanas que a lo largo de hora y media van hurgando en un universo de celos, reproches y rivalidades eternas. Son dos muros, dos torres crecidas en la adversidad y que, ahora, se lanzan a una lucha cuerpo a cuerpo, a una corrosiva y dolorosa batalla dialéctica. Bárbara es una trabajadora social que se dispone a preparar un encuentro profesional en su oficina cuando su hermana Irene, tres años menor y periodista de éxito, se presenta con una maleta en la empresa. “¿Pueden unas hermanas desearse mutuamente la muerte? Sí, somos ese tipo de hermanas” lanza con odio Irene. “Estás loca de atar, das miedo, yo jamás deseé eso”, contesta Bárbara.

Las dos intérpretes, que por primera vez trabajan juntas, se han enfrentado como soldados a este valiente reto dramático y dialéctico que cobija un texto corrosivo y difícil, sin comas ni puntos, que ellas van ordenando sobre el escenario. Ha sido, cuentan, como estudiar para una oposición. Bárbara Lennie (Madrid,1984) ya había plantado cara a una obra de Pascal Rambert (Niza, 1972) protagonizando, junto a Israel Elejalde, La clausura del amor y conocía los riesgos pero también su dimensión dramatúrgica. Para Irene Escolar (Madrid,1988) ha sido uno de sus mayores descubrimientos. El encuentro con las dos intérpretes se produce en un pequeño café del centro de Madrid, frente a un delicioso trozo de tarta.

Irene Escolar: “Ha sido un abismo trabajar con este texto tan grandioso como el que ha escrito Pascal Rambert, con un lenguaje tan rico e inteligente. Me he enfrentado por primera vez a un texto sin puntos ni comas. Eso de entrada lo complica todo, aunque luego se convierte en anecdótico. Te da mucha libertad, pero supone mucho más trabajo, para saber que estas diciendo y porqué lo estás diciendo, qué hay detrás de todo ese lenguaje. He tenido la sensación de estar afinando un instrumento”.

Bárbara Lennie: “He vivido momentos de vértigo. Yo me he ido enamorando poco a poco del texto. Me ha costado mucho enfrentarme a esta obra porque es muy duro lo que cuenta y cómo lo cuenta. Ha habido momentos en los que he tenido que dejar de estudiar porque no podía más. No quería seguir teniendo en mi cabeza y en mi boca estas palabras y estos sentimientos que una y otra vez te van carcomiendo. Por otra parte, es un viaje muy catártico porque nos da la posibilidad de tener un espacio donde poder decir muchas cosas con las que se ha fantaseado en cuanto a relaciones de hermanas o madres e hijas”.

I. E.: “El trabajo para que el texto deje de pasar solo por la cabeza para tenerlo en las entrañas ha sido largo y difícil. Llegué a pensar en un momento que iba a ser incapaz de memorizar todo el texto. Era la primera vez que me sucedía. No solo lo por la dureza de las palabras que son terribles, sino por escuchar todo aquello que te dice la otra persona y, sobre todo, por hacerte cargo de las imágenes que estás generando con ese texto. Pascal utiliza un lenguaje muy filosófico, él lo llama flujos psíquicos, como si te pusieran un micrófono en el cerebro para alumbrar todos tus pensamientos”.

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B. L.: “Es un relato que va cambiando según quien lo vaya narrando. Mi hermana Irene se presenta como una víctima sufridora de la relación con nuestros padres, pero no es así. La vida nos ha tratado a las dos iguales. Las rivalidades entre hermanos son a veces abstractas y difíciles de definir. Está todo enmarañado, es un todo y una nada”.

I. E.: “Es una relación muy visceral porque en su pasado no ha ocurrido un suceso claro que provoque esta relación de amor-odio tan extraña. Recuerdan también momentos felices, en su vivienda de la calle Atocha, en los viajes de niñas con sus padres, unos intelectuales de buen nivel. Yo me las imagino como dos hermanas que de tanto quererse se han asfixiado”.

B. L.: “Son dos mujeres pero podían ser una. Los discursos se mezclan y conforman una única identidad. A mí me gusta como concepto eso porque me ayuda a pensar la función y a entender porque decimos lo que decimos”.

Es Hermanas una función que indaga en la soledad y los recuerdos difusos, en el poder destructivo del lenguaje y las palabras. “Si destruyo tu lengua, te destruyo a ti, si destruyo tu lenguaje, destruyo tu mundo”, le lanza desafiante una hermana a la otra, en medio de un paisaje de sillas de colores.

Observar y escuchar

Los ojos de Pascal Rambert dicen mucho de él. Son penetrantes e inquisitivos. Su mirada no pierde un detalle. Él mismo reconoce que la observación y la escucha están en el inicio de su teatro. Patoso en el fútbol, se pasaba todos los partidos en el banquillo durante su etapa en el instituto. Fue allí, hace ya muchos años, cuando este director francés, uno de los referentes de la dramaturgia en Europa, comenzó sus pesquisas escuchando a la gente y valorando el sentido profundo y certero de las palabras. Hermanas nació del análisis de la relación que sus distintas parejas sentimentales tenían con sus propias hermanas. "Yo tengo un hermano, pero no tengo historias que contar con él. Mi relación con él no da para una obra", asegura Pascal Rambert, de 56 años y con una agenda cerrada hasta el 2020.

Hermanas, cuya versión francesa se ha estrenado recientemente en París con las actrices Audrey Bonnet y Marina Hands, es el tercer montaje que presenta en España, tras La clausura del amor y Ensayo. Premio del Teatro de la Academia Francesa en 2016, Rambert es artista asociado del Théâtre des Bouffes du Nord, en París, y de El Pavón Teatro Kamikaze, en Madrid. Tiene su propia compañía de producción, Structure, subvencionada por el Ministerio de Cultura de Francia. Su última obra, Architecture, tiene previsto su estreno en el próximo mes de julio en el Festival de Avignon.

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