Los emperadores bizantinos que nadie vio

Los rostros en cerámica de Focas y Leoncia se exponían en el Museo Arqueológico de Murcia sin identificar

Madrid -
De izquierda a derecha, antefijas de la emperatriz Leoncia y el emperador Focas.

Estaban expuestos en el Museo Arqueológico de Murcia desde hacía décadas. Miraban a los visitantes, pero nadie los veía. Hasta que el profesor de la Universidad de Alicante y director del Museo de Elda, Antonio M. Poveda, se fijó en ellos. Eran los rostros de los emperadores bizantinos Focas y Leoncia, las únicas representaciones en cerámica que existen en el mundo de ambos mandatarios que dominaron el este de...

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Estaban expuestos en el Museo Arqueológico de Murcia desde hacía décadas. Miraban a los visitantes, pero nadie los veía. Hasta que el profesor de la Universidad de Alicante y director del Museo de Elda, Antonio M. Poveda, se fijó en ellos. Eran los rostros de los emperadores bizantinos Focas y Leoncia, las únicas representaciones en cerámica que existen en el mundo de ambos mandatarios que dominaron el este de la península Ibérica a principios del siglo VII.

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En la Antigüedad, para ver los rostros del emperador y la emperatriz de Bizancio solo hacía falta salir a la calle, levantar la vista y fijarse en el principio del voladizo de los tejados. Justo donde empezaban las primeras tejas, desde época etrusca se tenía la costumbre de colocar unas pequeñas placas cerámicas verticales que adornaban el inicio de los aleros. En ellas, se grababa una figura humana, divina o geométrica. Se las conoce como antefijas. Los bizantinos, sucesores culturales de los romanos en Oriente, trasladaron ese hábito constructivo a su provincia de Spania. Pero las huellas arquitectónicas de su paso por la península apenas han pervivido, más allá de algunos restos constructivos o elementos decorativos o religiosos sueltos.

En La Alberca, a unos cinco kilómetros al sur de la ciudad de Murcia, a partir de 1892 se realizaron excavaciones arqueológicas que permitieron identificar los restos de una gran finca rústica. Los arqueólogos hallaron una cisterna, una necrópolis con un mausoleo, mosaicos, materiales arquitectónicos como basas y fustes de columnas, pero sobre todo, entre los años 1933 y 1935, el experto Cayetano Mergelina recuperó un conjunto de ocho antefijas de terracota. “Nadie supo interpretar quiénes eran los representados, que se describieron como extrañas carátulas, con expresión de dolor y burdos visajes”, señala Poveda.

Pero a Poveda, profesor de la Universidad de Alicante, que fue director del museo murciano entre 2005 y 2007, le llamaban mucho la atención aquellos extraños rostros. “Se trata de unas piezas excepcionales, de las que no dispone ningún museo en el mundo y que son un patrimonio arqueológico y artístico de un valor incalculable. Si alguien quiere ver cómo eran las terracotas del frontal del tejado de un edificio de capital importancia, solamente pueden contemplarlas en este museo”, dice.

El emperador bizantino Justiniano I, en su plan para reconstruir el Imperio Romano, penetró en la península Ibérica en el año 552. Carthago Spartaria, actual Cartagena, se convirtió en su capital del sureste hispano y, por tanto, de la provincia de Spania.

Poveda comparó estas ocho imágenes con representaciones de los emperadores bizantinos en diversos puntos de Italia, incluido el claustro de San Giovanni in Laterano, en Roma, y con las que se guardan en el Museo del Louvre. “El conjunto hallado en La Alberca se puede dividir en tres tipos: tres piezas decoradas con cabeza femenina con tocado de joyas y perlas; otras dos masculinas con tocado, ínfulas de hilo de oro y una gran perla y otras tres decoradas con cabeza masculina barbada con orejas grandes”, detalla.

Antefijas bizantinas expuestas en el Museo Arqueológico de Murcia. / ANTONIO M. POVEDAEL PAÍS

Poveda comparó, en concreto, el primer grupo femenino con retratos escultóricos, representaciones en marfil, en monedas y, sobre todo, con mosaicos, donde aparecen emperatrices bizantinas de los siglos VI y VII d.C. La semejanza era sorprendente. Todos, como los de La Alberca, contaban con cofia y tocado a los laterales, propios del siglo VII. Este tipo de ornamentación, con diademas e hilos de oro perlados, permite afirmar que se trata de la representación de una emperatriz, “pues nadie más que una emperatriz bizantina se engalana con ese lujo”, afirma el director del Museo Arqueológico de Elda.

El segundo tipo de antefijas ―masculino― carece de diadema perlada, lo habitual en representaciones de emperadores, que suelen contener tan solo uno o dos hilos verticales y descendentes, terminados en una gran perla. “Pero sobre todo”, dice el experto, “tenían unas características faciales muy concretas: labios muy gruesos, silueta, mentón y pómulos muy descuidados y más bastos y duros que en el caso de los bustos femeninos”.

Pero, además, las antefijas masculinas muestran “un nimbo reticulado, que recuerda al modo de representación de algunas monedas del emperador Heraclio [610-641]”. Sin embargo, el profesor cree que se trata del emperador Focas (602-610), “pues existe una moneda de bronce con unos rasgos faciales realmente semejantes a los de las antefijas de La Alberca”. Por lo tanto, de ser él, el primer tipo de antefijas, el femenino, correspondería a su esposa, la emperatriz Leoncia.

La tercera clase de antefijas, de las que se conservan tres piezas, Poveda las relaciona con el dios Oceanus, al compararlo con su representación en el mosaico de la villa de Carranque (Toledo) y de otros del norte de África. El personaje muestra en la parte superior del cráneo las patas de un cangrejo.

Para Poveda, el edificio donde se encontraron estas representaciones perteneció, por tanto, a alguien “relacionado con el ambiente político y cultural bizantino o a un miembro de la élite urbana”. “Su identificación reviste gran importancia al ser un unicum en la península Ibérica y por permitir deducir la posible existencia de un lugar de representación y recepción de unos personajes vinculados con la elite sociopolítica y económica bizantina de Cartagena, lo que a la postre es una expresión del poder imperial de Bizancio en la vega del Segura”. Hasta que llegaron los visigodos y acabaron con todo, incluida la orgullosa Carthago Spartaria.

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