Quiénes son los herederos de John Le Carré
Tras la muerte del autor que dio altura literaria al género, una buena nómina de escritores han llevado la novela de espías a su máxima expresión
En uno de estos magníficos cruces que ocurren entre la vida real y la ficción, John le Carré fue traicionado por el mejor espía doble de la Guerra Fría, Kim Philby, un tipo que se mantuvo años trabajando para los soviéticos desde la élite del espionaje británico, un modelo que Le Carré perfeccionó en sus ficciones (el Bill Haydon de El topo, por ejemplo) y que, como tantas cosas del autor que elevó la novela de espías a la máxima altura literaria, ha creado escuela. ...
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En uno de estos magníficos cruces que ocurren entre la vida real y la ficción, John le Carré fue traicionado por el mejor espía doble de la Guerra Fría, Kim Philby, un tipo que se mantuvo años trabajando para los soviéticos desde la élite del espionaje británico, un modelo que Le Carré perfeccionó en sus ficciones (el Bill Haydon de El topo, por ejemplo) y que, como tantas cosas del autor que elevó la novela de espías a la máxima altura literaria, ha creado escuela. La edad de oro que vive el género se resentirá de la muerte de su mayor representante, pero la pléyade de autores que quedan es más que notable. Estos son algunos de los mejores.
Charles Mccarry, conexión CIA
Seguimos con los paralelismos, porque si Le Carré fue agente del espionaje británico antes que escritor, algo similar ocurre con el otro autor considerado como el más grande del género. Mccarry trabajó para la CIA antes de dar una altura poética hasta entonces desconocida a las novelas de espionaje. Es un autor poco leído en España, donde ha sido publicado de manera desordenada. Old Boys (2004) es quizás su obra cumbre, un canto a un mundo desaparecido y un aviso de la potencia que está por venir, una China que ya despliega todo su poder en The Shanghai Factor (2013). Mccarry murió a inicios de 2019, pero merece un sitio aquí.
Daniel Silva, el espectáculo
Si buscan escenarios internacionales, tramas cosidas al milímetro y fuegos artificiales, este es su escritor. Solo nos creemos a su héroe imposible –– Gabriel Allon, espía israelí, experto asesino, padre adorable, excelente pintor–– porque está creado y llevado a través de 23 novelas por manos expertas. El elenco de secundarios creado por Silva (Michigan, 59 años) es notable. Las tramas, tan pegadas a la actualidad, resultan absorbentes. El espía inglés (decimoctava entrega, la primera publicada en español por HarperCollins, que ha seguido a partir de ahí) es un punto de partida perfecto.
Charles Cumming, la vuelta del gentleman
Tiene Cumming (Ayr, Escocia, 49 años) la elegancia de los educados en Eton y la capacidad para llevarla a sus novelas, llenas de diálogos inteligentes, traiciones y buena literatura. No está del todo claro su grado de implicación con los servicios secretos británicos a mediados de los noventa, pero sí su amplio conocimiento de cómo funcionan. El sexto hombre (2011) era una hábil intriga sobre la que planeaba la sombra de Putin, pero es la serie protagonizada por Thomas Kell (de la que Salamandra ha publicado las dos primeras entregas, En un país extraño y Complot en Estambul) la que le ha colocado en el pelotón de cabeza de la nueva hornada de la ficción de espías.
DOA, misterio y ambición
Dead On Arrival (DOA) es el pseudónimo bajo el que se esconde la identidad de un autor francés que en 2007 revolucionó el panorama francófono con Citoyens clandestins, 700 páginas de vértigo, acción y conspiración. Con Pukthu (2015) confirmó sus señas de identidad: novelas enormes, ambiciosas, llenas de bombazos y en las que una crudeza al estilo James Ellroy se mezcla con su capacidad para contar los entresijos del espionaje francés y de sus operaciones en medio mundo. Drogas, terroristas, traficantes de armas y antihéroes para uno de los mejores autores del género.
Mick Herron, sarcasmo británico
Quien abra un libro de Herron (Newcastle, 59 años) se encontrará pronto con varias cosas. Primero, un personaje camino de la leyenda literaria como es Jackson Lamb, jefe de La Ciénaga, un reducto para agentes indeseables y perdedores. Lamb es un guarro, un borracho, un desastre y un gran espía. Todo a la vez. Segundo, una desmitificación del trabajo del espía por la vía de un humor inteligente y de situaciones muy bien contadas en las que suelen primar las Leyes de Londres. Traducido al lenguaje común: siempre paga alguien, asegúrate de no ser tú. Salamandra ha publicado las dos primeras entregas de una serie que ya va por el décimo título en inglés.
Olen Steinhauer, los oscuros asesinos
Digamos para situarnos que Stephen King aseguró tras leer Una salida más cercana (RBA, 2013) que era la mejor novela de espías no escrita por John le Carré que había leído. Steinhauer (Baltimore, 51 años) es un nómada que llegó a la madurez literaria con la serie de Milo Weaver, de la que la novela citada es la segunda entrega, una especie de Jason Bourne pero más oscuro si cabe y que mata para sobrevivir, engaña, pasa por la cárcel pero no es, ni de lejos, tan siniestro como quienes lo dirigen desde la CIA.
Dov Alfon, el algoritmo y el Mossad
La novela Una noche muy larga, (Salamandra) le ha bastado a este antiguo miembro de la unidad de élite 8200 del ejército israelí para significarse. El mundo ha cambiado muy rápido y la novela de espías, a pesar de que nunca se ha abordado desde una perspectiva tan diversa, no lo había hecho del todo. El libro de Alfon es el primero que desnuda el mundo del espionaje de comunicaciones, el que se desarrolla con algoritmos y tecnología punta. La agente Oriana Talmor, de la que el autor promete más aventuras, es el mejor personaje femenino de un mundo dominado por hombres.
Ben Mcintyre, la realidad como una novela
De todos los elogios que recibe Mcintyre (Oxford, 56 años) quizás el más repetido es que sus ensayos sobre el mundo del espionaje se leen como auténticas ficciones absorbentes. Philby, siempre Philby, en Un espía entre amigos (Crítica, como todos los demás) Oleg Gordievski en Espía y traidor o Joan Pujol, Garbo, en La historia secreta del Dia D, pueblan sus libros de investigación, construidos con tramas medidas y un diseño de personajes que se quedan para siempre en el imaginario del lector. Fue amigo de Le Carré, se admiraban mutuamente, y en algunos aspectos es su gran heredero.
La lista podría extenderse, pero no la cerremos sin incluir antes a algunos autores más que notables que se han asomado alguna vez al género para dejar obras de buena calidad. Así, tenemos el Ian McEwan de Operación dulce (Anagrama) en la que dialoga y se ríe del propio proceso creativo y de las miserias del espionaje; o el Jean Echenoz de la hilarante Enviada especial (Anagrama); o la Kate Atkinson de La mecanógrafa (AdN) a vueltas con la traición en las filas británicas; o el Arturo Pérez-Reverte de la trilogía de Falcó, personaje incómodo y necesario; o Tom Hayes, que se salió de su ámbito tradicional para escribir la monumental Yo soy Pilgrim (Salamandra).