Un folletín regado en Tío Pepe
Javier Rey y Blanca Suárez protagonizan un melodrama ‘made in Spain’ cargado de tópicos
El melodrama romántico es uno de esos géneros que a la mínima se presta al ridículo: hay que tener mucho talento para hacer Los puentes de Madison. Como en la película de Clint Eastwood, El verano que vivimos también sucede en dos épocas similares, 1998 y 1958, aunque en este caso en lugar de dos hijos descubriendo quien fue el verdadero amor de su madre se trata de un hijo que, empujado por una periodista con veleidades de escritora, se lan...
El melodrama romántico es uno de esos géneros que a la mínima se presta al ridículo: hay que tener mucho talento para hacer Los puentes de Madison. Como en la película de Clint Eastwood, El verano que vivimos también sucede en dos épocas similares, 1998 y 1958, aunque en este caso en lugar de dos hijos descubriendo quien fue el verdadero amor de su madre se trata de un hijo que, empujado por una periodista con veleidades de escritora, se lanza a averiguar los secretos de su recién fallecido padre, un arquitecto huraño con los suyos que sin embargo cada año enviaba a los periódicos unas esquelas muy cursis y sentimentales dedicadas a la misma mujer.
Empaquetada en una estructura de intriga, el espectador va conociendo una trama ocurrida años antes en el sur de España, concretamente en Jerez, donde un joven y atractivo amante del hormigón llegado del norte (Javier Rey) planifica una moderna bodega para un amigo andaluz (Pablo Molinero) que está a punto de casarse con la heredera de otra gran familia bodeguera (Blanca Suárez). Todo idílico hasta que entre el arquitecto y la prometida estalla una pasión a lo El paciente inglés pero regada en Tío Pepe.
Entre los muchos problemas que encierra el filme, la base es un guion sin demasiado fundamento narrativo y que encima resulta inverosímil y caprichoso cuando pretende vestir de averiguación periodística la que ocurre en la pantalla. El punto de vista de la becaria dejada a su suerte en un periódico local gallego les vale a los guionistas de excusa para disponer de todos los lugares comunes posibles sobre el periodismo menos los únicos que ya puestos sí importan: tachar adjetivos e ir a las fuentes antes de escribir la historia. Sin levantar un teléfono y con el artículo escrito bajo el brazo, la intrépida becaria convence al hijo para seguir tirando del hilo. “Tú quieres tu artículo y yo conocer a mi padre”, le suelta el chico a la periodista, que a estas alturas ya barrunta el best seller.
En cualquier caso, el corazón de la historia está en el Sur y en el pasado, en los viñedos bajo el sol, el finito, los toros, el flamenco, y todos y cada uno de los tópicos que adornan esta superproducción made in Spain que confunde el erotismo y la pasión (salvando una lograda secuencia en un cuarto oscuro donde la pareja protagonista revela unas fotografías) con una épica grandilocuente de postal turística, una música y unos planos aéreos redundantes y una ristra de metáforas sobre el paso del tiempo, el vino y la poética del hormigón armado que (con todos los respetos por la maestra del folletín popular) ni Corín Tellado.
EL VERANO QUE VIVIMOS
Dirección: Carlos Sedec.
Intérpretes: Javier Rey, Blanca Suárez, Pablo Molinero, Carlos Cuevas, Guiomar Puerta, Manuel Morón.
Género, melodrama. España, 2020.
Duración: 119 minutos.