Confesiones del indómito del rock español, José Carlos Molina (Ñu): “Me he cogido una depresión que no quería reconocer”
El madrileño ha librado una lucha en las trincheras durante casi 50 años. Ahora lo está pasando mal en lo emocional, pero bien en lo creativo: tiene dos discos listos
Pronto deja clara su fama de especie protegida. Sugiere que la entrevista se realice a las 11 de la noche. “Es que tengo el horario cambiado. Me acuesto todos los días a las seis de la mañana”, aduce. Ojo: tiene 65 años. Al final la cita se cierra las 8 de la tarde, “a tomar unas cervezas”. Llega en un coche modesto, se mete por prohibido para aparcar, dice que apenas fuma (mentira) y responde al saludo inicial con “estoy muy bien” (luego se verá que no es del todo cierto). ...
Pronto deja clara su fama de especie protegida. Sugiere que la entrevista se realice a las 11 de la noche. “Es que tengo el horario cambiado. Me acuesto todos los días a las seis de la mañana”, aduce. Ojo: tiene 65 años. Al final la cita se cierra las 8 de la tarde, “a tomar unas cervezas”. Llega en un coche modesto, se mete por prohibido para aparcar, dice que apenas fuma (mentira) y responde al saludo inicial con “estoy muy bien” (luego se verá que no es del todo cierto). José Carlos Molina, madrileño, sorprendente melena natural a pesar de los años, al frente de Ñu (que formó junto a Rosendo Mercado, para pronto enemistarse) desde 1974, la carrera más longeva de un grupo de rock español de forma ininterrumpida. Cantante, letrista, compositor y flautista. Ha tocado rock sinfónico, heavy, flamenco, blues, música clásica… Ha editado más de 200 canciones. Tiene dos discos preparados que ha compuesto durante el confinamiento. Un talento musical que no ha subido a la primera división por lo que algunos que le conocen afirman es “un carácter difícil”.
Está en forma, delgado. “Hago bicicleta y abdominales todos los días. Hace unos años me hacía 500 diarios. Ahora 200. Y juego al fútbol. Todavía puedo tirar una falta y meterla por la escuadra”, informa. Nos sentamos en una terraza cerca de su barrio (Legazpi, en el centro de Madrid), pedimos la bebida y durante las próximas dos horas no parará de liarse cigarrillos. Habla especialmente suave…
Pregunta. “Esta canción es una puta mierda”. Eso lo grita usted mientras interpreta Imperio de paletos en su último disco, Madrid Río (grabado en directo).
R. Ah, sí. Es que no me gusta tocar esa canción. Ya se me ha pasado esa tontería de pensar que España es un país de paletos [el tema es de 1992]. Ahora hay muchos paletos en Europa y Estados Unidos. Estamos todos igualados. La canción me aburre porque la he cantado muchas veces.
P. Si le parece tan aburrida, ¿por qué la interpreta?
R. Toco muchas canciones que a la gente le gustan.
Pregunta: ¿Por qué Rosendo Mercado ha trascendido más que usted? Respuesta: Mi abuelo te diría que porque “ha tenido más cabeza”
P. ¿Cuántas canciones tiene malas en su repertorio?
R. Un montón. Yo vengo del blues y la música clásica. Aunque no he estudiado clásico en el conservatorio lo he estudiado por mi cuenta. De hecho me sé muchas partituras de clásicos muy difíciles. Pero lo que tu compones no se puede salir de las reglas porque si no la gente no tiene capacidad de concentración para escuchar demasiados cambios, diferentes ambientes. Mis canciones están de puta madre, pero cuando las interpretas muchas veces, que es lo que quiere la gente, me cansa. Odio los temas que tienen estribillo y este se repite cuatro veces.
P. ¿Qué tanto por ciento de su repertorio odia?
R. Posiblemente el 80%. Aunque no sé si “odio” es la palabra. Pero ocupan un espacio en un concierto que podría dedicar a otras cosas. Es una sensación de odio que tenemos todos los artistas. Supongo que les pasará a muchos, pero nadie lo dice. Porque todos quieren vender, a cualquier precio.
P. Yo creía que usted hacía lo que le daba la gana en la música.
R. Entre comillas. Parto de algo en lo que tengo mucha libertad, pero luego tienes que adaptarte: a los tiempos, a los sonidos, a las producciones…
Pregunta: ¿Qué tanto por ciento de su repertorio odia? Respuesta: Posiblemente el 80%
P. José Carlos Molina haciendo concesiones. No da esa impresión.
R. Pues mira. He hecho pocas, pero las que he hecho son mucho para mí.
P. ¿Puede citar algunas?
R. En una época, los ochenta, hice un estilo de música que partía solo un poquito de la esencia de lo que yo hago. Pero lo tuve que convertir en algo que no fuera diferente a los demás porque me quedaba sin trabajo [habla de sus discos Fuego, 1983, y Acorralado por ti, 1984]. No me contrataban en ningún sitio si no sonaba heavy. A mí el heavy me gusta, pero que lo toquen otros. Yo vengo del blues.
P. Empezó en Ñu en 1974 con Rosendo Mercado, pero no acabaron muy bien. Creo que los hermanos De Castro (Armando y Carlos), de Barón Rojo, tuvieron que ver algo en la enemistad José Carlos Molina/Rosendo.
R. Los hermanos De Castro, que en esa época estaban en Coz, nos alquilaban el equipo para tocar. Rosendo tiró un botellín en un monitor y lo fastidió. Rosendo no dijo nada. Entonces yo me responsabilicé: “He sido yo”. Los De Castro me echaron la bronca y yo, que no me cortaba, me encabroné con ellos. Ese día teníamos un concierto en el Parque de Atracciones de Madrid y los hermanos, como represalia, no nos alquilaron el equipo. Nuestro equipo era solo para tocar en un pub, no en un lugar grande como el Parque de Atracciones. Y Rosendo quería tocar. Yo dije: “No podemos salir ante 5.000 personas con esto que es para 100”. Y Rosendo que sí. Y ahí empezó a generarse mal rollo. Yo me puse muy cabezón, lo reconozco. Es que tenía 22 años.
P. ¿Y esa es la verdadera historia de la ruptura entre usted y Rosendo, con todo lo que se lleva especulando estos años?
R. Sí. Él se fue, montó Leño [en 1978] y yo me quedé con Ñu.
P. ¿Por qué Rosendo ha trascendido más que usted?
R. Mi abuelo te diría que porque ha tenido más cabeza. Y cuando alguien tiene más cabeza es que se ha dejado manejar mejor, o le ha manejado gente que cuando tú haces concesiones te va a reportar dinero y éxito. A mi me colocaron en el otro lado y tenía que hacer la batalla en las trincheras. Y ahí no puedes ser coherente ni nada, ahí estás salvándote de las balas constantemente. Mientras te salvas de las balas sueltas alguna hostia para defenderte. Entonces te dicen: “Es que eres muy complicado, no se te puede llevar”. Y yo: “No soy complicado, ofréceme algo y verás que sí me puedes llevar. Pero si no me ofreces nada prefiero ir por libre”. Rosendo también era mayor que yo. En esa época tener dos años más era importante. Tenías más cabeza. Pero una cosa es tener más cabeza y otra tener más talento, que no digo que él no lo tuviera. Pero no se puede tener todo: no se puede ser uno mismo cediéndolo todo.
No me contrataban en ningún sitio si no sonaba ’heavy’. Y a mí el ’heavy’ me gusta, pero que lo toquen otros. Yo vengo del blues
P. O sea, usted ha tenido poca cabeza.
R. Hubo una época en la que creía que no tenía mucha cabeza. Pero me he dado cuenta de que he hecho las cosas bien. Todo lo que he hecho está repercutiendo en cuanto a respeto y honor. Por eso estoy muy satisfecho. Si hubiera tenido un poco más de cabeza, hubiera funcionado mejor, pero no hubiera llegado musicalmente a donde yo quería llegar.
P. ¿Hace cuánto no habla con Rosendo?
R. Un montón. No tenemos relación. Pero tampoco es que no queramos tenerla. Mejor que no nos veamos.
P. ¿Por qué?
R. Porque no tiene sentido. Cuando pierdes la relación con una persona… Las cosas no son igual. Cada uno tiene su círculo de amistades… Además, se ha encargado mucho la gente de su entorno para que no nos veamos.
P. No entiendo…
R. Por si le abro los ojos. Porque yo siempre consideré que era un gran guitarrista. Dejó la guitarra en un segundo plano para hacerse más letrista y composición. Es un buen guitarrista. Nos hemos perdido un gran guitarrista, yo al menos. Rosendo saca petróleo de dos notas.
P. ¿Qué parte compuso usted de El tren, porque está firmada Rosendo Mercado/José Carlos Molina?
R. La letra.
P. Trata sobre un viaje alucinógeno ¿no?
R. Sí, pero no por una experiencia mía. Escribo las historias que me contaba Chiqui Mariscal [bajista de Ñu y luego de Leño] con su experiencia con las drogas. Yo ni siquiera había fumado en esa época.
Es mentira que tenga un carácter difícil: siempre he defendido lo mío. El tema es que los demás tragaban con todo y yo no
P. En el espacio televisivo Popgrama, en un episodio de 1977, el entrevistador le pregunta sobre la influencia que ejerce sobre su música Ian Anderson [flautista, cantante y compositor de Jethro Tull], y usted, que tiene 22 años, responde: “Pienso que me parezco en el blanco de los ojos y en que los dos tenemos culo, nariz, boca y pelo. Somos seres humanos. Anderson fue un revolucionario de la flauta. Lo demás es pura casualidad. No sé quién se sentirá más influenciado: si yo de él, o él de mi”.
R. Bueno es que aquel día sí había fumado. Ahí empecé a fumar. Eso es una chavalada que dije para defenderme de la pregunta. Ian Anderson era la leche para mí, un tipo flipante. Pero te voy a decir una cosa: Ñu, con la banda de 1977, éramos mejores que los Jethro Tull de la primera época, de 1969. Pero los Jethro Tull de mediados de los setenta eran insuperables.
P. Antes de formar Ñu, usted, Rosendo y dos melenudos más tocaron como grupo de acompañamiento de Jeanette (Soy rebelde, Por te vas…), allá por 1973. ¿Cómo fue aquello?
R. Pues muy bien, porque Jeanette era una mujer encantadora y su marido también. Es que solo tenía dos canciones ñoñas. El resto eran versiones de Eric Clapton, y cosas de esas. No fue nada duro. Empecé con ella a tocar la percusión y luego los teclados. Disfruté mucho. Pero si te digo a quien acompañamos en aquella época flipas: a gente que no se la tiene muy valorada, pero tiene mucho valor.
P. Por favor…
R. A Leonardo Dantés, que es un tío que componía muchas canciones de todo tipo. Será conocido por algunas tonterías de televisión, pero ha compuesto para mucha gente. Una buena persona, además. También acompañé a Las Grecas [en 1975]. Es que sonaban a Deep Purple. Yo tocaba la percusión y la flauta.
José Carlos Molina proviene una familia madrileña obrera. Su padre trabajaba en las oficinas de Vespa y su madre era maestra. Fue, en la España de los sesenta, a un colegio de curas. Tiene una hermana, tres hijos (con dos mujeres) y cuatro nietos. Dice que se ha juntado “con los dos bandos y eso es una suerte”: “Con la gente que ha tenido cierto nivel cultural y con la gente de la calle”. Hace poco dejó una relación de muchos años y afirma que lo está pasando mal. “La covid ha creado una depresión colectiva. Yo me he cogido una depresión que no quería reconocer, pero he cogido una depresión de la hostia. Tenía una buena gira y se ha parado. Eso te hunde. Estamos en guerra, en una guerra sórdida, estúpida, pero es una guerra. Y yo me he convertido en un parado. Tu humor cambia, tu comportamiento cambia, empiezas a sacar la amargura que llevas dentro. De hecho hay muchas familias que se han destrozado. Mentalmente hemos cogido todos una depresión sórdida que nos ha jodido la vida. Aunque la gente se vaya a la playa”, sentencia.
P. ¿Le gusta vivir solo?
R. Tiene una ventaja. Me levanto de la cama, voy al piano y lo grabo. O cojo la guitarra y hago unos acordes. Igual son las cinco de la mañana. Eso lo puedo hacer y no molesto a nadie. Si estás con una pareja llevas una vida apacible y no tienes penas en el alma. Pero en esa situación es difícil crear.
P. Pero se vive mejor enamorado ¿no?
R. Yo creo que sí, pero estar enamorado no casa con el arte y la composición. No funciona. Los músicos como yo molestamos mucho. Damos mucho la lata, como los niños.
A mí me colocaron en el otro lado y tenía que hacer la batalla en las trincheras. Y ahí no puedes ser coherente ni nada, ahí estás salvándote de las balas constantemente. Mientras te salvas de las balas sueltas alguna hostia para defenderte
P. ¿Usted se ha sentido incómodo en el ambiente del heavy español, porque da la impresión de que su propuesta es más abierta?
R. Sí, eso es verdad. Estoy todo el día tocando y estudiando. Pero no me he sentido incómodo. Me he sentido bien con ellos. La mayoría me ha tratado bien. Y si me han tratado mal es más por complejos suyos que por otra cosa.
P. Tiene fama de ser un tipo de carácter difícil.
R. Cuando era joven no sabía gestionar mi personaje ni la importancia que tenía. Yo era muy tímido y cuando me veía atrapado tenía salidas furiosas. Pero más por mi inseguridad que porque yo fuera una persona difícil. Pero no soy difícil. Los que han sido difíciles eran los otros.
P. Bueno, eso no dicen los otros.
R. Es mentira que tenga un carácter difícil: siempre he defendido lo mío. El tema es que los demás tragaban con todo y yo no. Yo lo que pedía eran cosas lógicas. Me racaneaban 20 horas de estudio y yo no cedía, no quería hacer una chapuza de disco. Y cuando ya te racanean tres veces, les dices: “Vete a tomar por culo”. Es que te están traicionando. Yo no podía consentir hacer una chapuza después de todo lo que había trabajado en los temas.
P. ¿Considera que el entorno donde se ha movido, el del rock duro español, era cutre?
R. Totalmente. Falta de presupuesto, ideas cutres para la portada, cláusulas para ceder el 50% de los editoriales de las canciones… No he sido tan problemático, pero había cosas que en mi mente perfeccionista no cabían. Es un mundo muy chapucero y aun así he llegado lejos. Grupos como Radio Futura, El Último de la Fila, etc. no se han movido en este mundo tan cutre.
P. ¿Usted se considera un genio?
R. ¿Comparándome con quién? Yo sé que sé hacer cosas que otros no saben hacer. Y hay mucha más gente que hace cosas que yo no sé hacer.
P. Oiga, ¿por qué quería quedar para la entrevista a las 11 de la noche, es que sale mucho?
R. No, no. No me emborracho nunca. Es que solo bebo cerveza. Y con dos tengo suficiente. Me acuesto a las 6 de la mañana y me levanto a las dos. Trabajo en el estudio que tengo en casa. En un disco, en composiciones… Puede terminar a las 4 de la madrugada. Pero la cabeza no para, así que tengo que ver algo en la televisión para que se me olvide el trabajo musical, que ha sido muy intenso. Veo una película, o las repeticiones de los goles. Y me dan las seis o las siete.